Los primeros cadáveres que aparecen en Liquidación final indican, de entrada, el signo de la última novela de Petros Márkaris. â¿Qué más nos queda por ver?â, pregunta âo se preguntaâ Kula, una de las integrantes del equipo del Departamento de Homicidios de Atenas. Frente a ella hay cuatro ancianas muertas. Y una nota de suicidio: âSomos cuatro mujeres jubiladas... Primero nos recortaron la pensión... Después tuvimos que buscar a un médico privado para que nos recetara nuestros medicamentos, porque los médicos de la Seguridad Social estaban en huelga... Con cuatro jubiladas menos, mejorarán vuestras condiciones de vidaâ. En la última entrega de la saga del comisario Kostas Jaritos, como ya se habÃa insinuado en la anterior, Con el agua al cuello, independientemente de quiénes sean los asesinos ocasionales, hay un único culpable: el sistema económico que llevó a Grecia al estado actual de las cosas. f1z6i
Esta vez, mientras lidia con la reducción de su sueldo, con la vaga promesa de un ascenso âsiempre y cuando no moleste demasiado a diputados o ministrosâ y con la posibilidad de que su hija vaya a trabajar a Africa en busca de mejores horizontes, al buen comisario apenas le quedan ganas de comer los tomates rellenos con los que su mujer, de vez en cuando, lo homenajea. Primero, no hay otra cosa que trabajo burocrático. La crisis y la desesperanza han hecho que hasta los crÃmenes desaparecieran. Y después, cuando los homicidios reaparecen, resulta que las vÃctimas son evasores de impuestos, profesionales y polÃticos enriquecidos durante años de corrupción, y que el asesino empieza a ser festejado como un héroe nacional cuando, con sus amenazas, logra que el fisco recaude en una semana más que lo que habÃa ingresado a sus arcas en décadas.
Hasta el propio Jaritos reconoce que no tiene demasiadas ganas de descubrir a ese extraño criminal que deja a los muertos en lugares históricos âpara que los contemple la Gran Grecia Antigua, en la que todos los griegos a pesar de todo siguen creyendoâ y que publica su vida y obra âla de los ajusticiadosâ por Internet. Con menos trama policial y más pintura social que otras veces, y menos humor que desesperanza, este policÃa que se une a la serie de la picaresca del género delineada por el Pepe Carvalho, de Vázquez Montalbán, o del comisario Montalbano, creado en su homenaje por el siciliano Andrea Camilleri, se encuentra aquà con un caso sin épica. Ve en la televisión a los economistas expertos, a los banqueros extranjeros y a los representantes de la Troika encabezada por el FMI y se indigna bastante más que con su esquivo asesino. En el final, refiriéndose a un nuevo proyecto laboral iniciado por la hija junto a una amiga, dirá ây estará hablando de varias cosas a la vezâ: âNo conocerán dÃas mejores. Pero, al menos, podrán luchar para evitar los peoresâ.
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