¿Cómo fue la financiación de la revista Letra y LÃnea? 3j495c
âGirondo pagó todos los números.
El era el único martinfierrista que estaba con los jóvenes de la vanguardia del â50. Es evidente que fue un puente entre aquella experiencia y la de ustedes. ¿Cómo fue su relación con Girondo?
âEl era un terrateniente poderoso, lo cual no es malo. Lo malo es cuando se actúa como tal... y Girondo lo hacÃa. Por ejemplo, solÃa recibir en su casa âque era lo que hoy es la parte vital del Museo Fernández Blancoâ a pintores o poetas, pero no los mezclaba con los amigos de su mujer, Norah Lange. TenÃa dos reglas para actuar que eran muy esquizofrénicas: ibas un dÃa acordado y todos eran poetas surrealistas. Si ibas otro dÃa porque te habÃa llamado, te encontrabas sólo con apellidos de Palermo Chico, aunque por mi ubicuidad no me molestaban y me llevaba bien con todos. Hasta que un dÃa de lluvia torrencial fui a su casa porque me habÃa llamado no me acuerdo para qué. Yo habÃa ido en mi auto y me acompañaba una actriz amiga mÃa que, por supuesto, bajó conmigo. Aclaro que en aquellos años no habÃa nada en Buenos Aires, ni siquiera taxis, lo cual generaba exasperación en los lunfas... Entramos con mi amiga, a quien luego llevarÃa a su casa, y Girondo me recibió âaunque no se le notaba mucho porque usaba barbaâ con el rostro demudado. Con el rostro amueblado, dirÃa Borges. El separaba muy bien los grupos sociales y todo eso me parecÃa horrible...
Al dÃa siguiente Aldo Pellegrini, su secretario oficial, me dijo que Girondo no veÃa con buenos ojos que llevara a una mujer sin previo aviso. Le contesté âdecile a Girondo que nunca voy a volver a llevar a una mujer sin previo aviso y que tampoco voy a volver yo. Quedate tranquiloâ. Al tiempo fuimos con Alberto Vanasco a llevarle un libro. Yo me quedé en el auto, no bajé. Nunca más volvÃ.
Me parecÃa ridÃculo de un poeta que escribió En la masmédula. No vivÃa como poeta. Yo conocà a Ezra Pound y era absolutamente Pound, no se hacÃa ni se dejaba de hacer.
Descubrió que en Girondo, al contrario de lo que postulaba la vanguardia y él mismo durante el martinfierrismo, vida y poesÃa no eran equivalentes...
âEra tÃpico de aquella época fantasiosa de los â20, medio de chacota, caminar por Florida con un elefante, porque lo vivÃan como una afirmación poética. Lo que habÃa hecho con mi amiga era totalmente incongruente con aquel juego martinfierrista. Para nosotros la revista MartÃn Fierro era una cosa pintoresca, histórica.
Sà reconocà y valoré la atmósfera de Tuñón, de quien me hice amigo y me sirvió mucho. Me gustaba su poesÃa.
¿Fue mayor la influencia de Tuñón que la de Girondo?
âCiertamente, Girondo influyó poco y nada en mÃ. Tuñón era un poeta irable y muy buena persona.
Aldo Pellegrini fue el director de Letra y LÃnea y muchos âsi no todosâ los del comité de redacción militaban en el surrealismo. ¿Se trató de una revista surrealista? ¿Usted se consideraba surrealista?
âAunque los poetas y los ismos son incompatibles, me sentà bastante surrealista de una manera arbitraria; me gustaban especialmente las asociaciones libres. El surrealismo fue un movimiento serio que juntó a una gran cantidad de macaneadores porque era fácil. Muchos de ellos eran como mejillones: no se abrÃan, practicaban una poesÃa que no se entendÃa, y a la poesÃa hay que entenderla. Del movimiento me atrajo Jean Cocteau, a quien traduje, por la cosa homosexual y morbosa que tiene. En aquellos años, lo que giraba en torno de Pellegrini tenÃa el sello del surrealismo pleno como Carlos Latorre, aunque para mÃ, de todos aquellos poetas, Francisco Madariaga era el mejor. Después venÃa, con muchas mentiras, aunque llevando una vida surrealista, Enrique Molina, a quien conocà mucho y con quien además compartimos un tiempo en Perú. Era un poeta de fórmulas: âlas mujeres con las cabelleras negras como fuego cruzando el puenteâ. Eso es terrible...
Madariaga sà era genuino porque tenÃa una vivencia juvenil de los Esteros del Iberá y era del campo. Conozco muy bien la Mesopotamia; Misiones es mágica. El Paraná, el Uruguay, el Iberá son alucinantes. Son surrealistas. Los surrealistas tendrÃan que haber ido a vivir ahà e involucrarse con ese clima.
La mayor influencia para mà es el Siglo de Oro, especialmente Góngora, donde la música está muy metida en la poesÃa. Los de PoesÃa Buenos Aires me parecÃan unos macaneadores bárbaros. Toda la cosa de los ismos era marketing. Porque, ¿sabés qué? La literatura son poemas, no bloques.
¿Por qué dice que Molina vivÃa como surrealista?
âBueno, no tenÃa ataduras convencionales de ninguna especie, y en términos económicos vivÃa de la caza y de la pesca.
¿Cuáles fueron los del comité de redacción que más influyeron en Letra y LÃnea?
âEn la revista empezaron a influir decididamente Alberto Vanasco y Mario Trejo (secretario de redacción), cuya acción cultural fue muy fuerte. Mario era un genio creativo y en cualquier lugar que actuase lo hacÃa de una manera visiblemente preponderante, aunque era muy perezoso en su producción. A pesar de que su creación literaria era muy apreciada y los editores lo procuraban, no trabajó nunca en su vida. HacÃa colaboraciones esporádicas en algunos medios gráficos; me parece que durante un breve perÃodo estuvo en La Prensa.
¿Cómo era la relación entre Letra y LÃnea y la revista Sur?
âPara Letra y LÃnea, Sur era una revista literaria seria. Para Sur, Letra y LÃnea no existÃa. Toda la generación de Sur era muy anglosajona y ahà estaba la seducción que producÃa. Por otra parte, nos reÃamos de Eduardo Mallea y Enrique Larreta, que eran algo asà como nuestros tÃos tontos.
En el primer número de Letra y LÃnea, de mayo de 1953, si hay algo que sorprende es el retrato de Roberto Arlt en la tapa, hasta entonces un olvidado del sistema literario. De manera que ustedes se adelantaron a la revista Contorno en su reivindicación. ¿Cómo fue la relación con ese grupo?
âHay pocas fotos de Arlt y ésa tiene una cosa romántica, con el mechón en la cara. ¿Nos adelantamos? Puede ser...
Los contornistas eran dos locos que no tenÃan nada que ver con nada, los Viñas. Tipos desagradables, prepotentes. Jitrik nos copiaba a nosotros, los surrealistas, aunque estaba más cerca de PoesÃa Buenos Aires.
Otra revelación de Letra y LÃnea fueron las colaboraciones de Juan Carlos Onetti. En el número uno, escribiendo una crÃtica literaria y en el número dos, publicando un adelanto de su novela. ¿Cómo lo conocieron?
âOnetti era un creador solitario, que iraba a Faulkner, con un mundo propio, y todo el resto no le interesaba. Yo habÃa leÃdo Para esta noche y traté de averiguar quién era. Supe que se trataba de un uruguayo, de quien Ernesto Sabato me dijo que no se sabÃa dónde estaba y que probablemente anduviera trabajando de hachero en La Forestal. Era mentira..., al final lo encontré de casualidad en un bar de Callao y Corrientes, pero no fue por mà que llegó a la revista.
¿Su viaje a Perú estuvo determinado por la coyuntura polÃtica argentina?
âEn absoluto. En el â54 viajé a Bolivia y después a Lima. A Perú entré el 14 de septiembre de 1954; ahora ha cambiado, pero entonces era más seductor todavÃa. Allà conocà a Sebastián Salazar Bondy. El alejamiento de Letra y LÃnea se debió a mi viaje, aunque alguna nota mÃa habÃa quedado en parrilla, creo...
¿El viaje fue una marca generacional? Pienso en Mario Trejo y Enrique Molina, que durante largos perÃodos llevaron una vida nómade.
âMuchos se fueron en esa época porque era fácil viajar: te empleabas como comisario de a bordo y sólo tenÃas que hacer tarea burocrática en el barco, prácticamente no necesitabas hacer nada. Asà viajaron muchos, el secreto era ser joven y alto.
¿Cuándo regresó a Buenos Aires? ¿Hubo alguna razón concreta que lo trajera de vuelta?
âViviendo en Lima, recibà el â55 con gran placer... al peronismo hay que haberlo vivido generacionalmente. Hoy lo considerarÃa una dádiva. Me molestaba su guarangada, era un régimen fascista puro. Al poco tiempo me escribió un amigo mÃo, Rodolfo Walsh, diciéndome que para nosotros se abrirÃan muy buenas perspectivas con Frondizi. Entonces, volvÃ.
¿Qué papel jugó el surrealismo argentino en aquel momento polÃtico?
âInternacionalmente el surrealismo se orientó hacia la izquierda. Aquà no se ataron a ningún sistema de ideas que estuviera por fuera de la creación libre y de la poesÃa. PodrÃa decir que eran anarquistas.
¿Eso explica los extensos homenajes a Francis Picabia âcon un memorable artÃculo de Tomás Maldonadoâ y a Dadá en los dos últimos números de la revista?
âEl dadaÃsmo, que era anarquista, tenÃa bastante que ver con Letra y LÃnea. ¡Maldonado era un talento! Más bien clásico... No tenÃa mucha relación con Bayley, su hermano, que era un fantasioso.
¿Por qué dijo que quienes actuaron en PoesÃa Buenos Aires eran âmacaneadoresâ?
âPorque un escritor puede cuestionar cualquier cosa menos los significados de las palabras. Si cuando digo âperroâ quiero sistemáticamente referirme a una cucaracha estoy rompiendo el convencionalismo del lenguaje. Hay que ahondar, utilizar los significados, pero no cuestionarlos, porque si no no hay comunicación. Digamos que no compartirÃa su visión del lenguaje.
En Letra y LÃnea hay varias intervenciones suyas sobre música. Recuerdo especialmente alguna a propósito de la dodecafonÃa y un recuadro, a modo de obituario, por la muerte de Django Reinhardt. Estaba muy metido en el mundo de la música...
âMuchos menos de lo que me hubiera gustado, por entonces tocaba el piano.
¿Le gustaba el tango?
âMe gustaba como expresión musical y en algunos casos la interpretación del canto, pero no me parecÃa una expresión literaria. Más bien lo veÃa como la repetición de un modelo. Después, con Piazzolla en el bar empezó una cosa..., todas las noches estábamos ahÃ. Escribà el poema âCondolencias de un dejado de la mano de diosâ, que a Piazzolla le encantaba. Una noche me pidió que lo leyera siguiéndolo mientras él tocaba el bandoneón. Como tengo oreja musical y él conocÃa el poema, logramos armar un clima. Desde esa vez tuvo mucho éxito y nos lo pedÃan casi todas las noches.
Qué extraña planta es la sensualidad...
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