Mahoma llamó a los judÃos âPueblo del Libroâ, por el lugar fundamental que ocuparon las Escrituras en la historia de los hebreos. Muchos siglos más tarde, el poeta alemán Heinrich Heine se refirió a la Torá como âla patria portátilâ del pueblo judÃo. Uno de los epÃgrafes que abre este libro es una cita de George Steiner: âComo un caracol con sus antenas alerta ante la amenaza, el judÃo ha llevado la casa del texto a sus espaldas. ¿Qué otro domicilio le ha sido permitido?â. La Ãntima relación entre el pueblo judÃo y el libro es el punto de partida para indagar las manifestaciones históricas de este vÃnculo fundamental en la cultura judÃa. Alejandro Dujovne (doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet) explica la importancia de que tanto la Torá âla palabra reveladaâ como el Talmud âla tradición oral de interpretaciones bÃblicasâ se compongan de un conjunto de textos. Luego del sitio y la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén (año 70 de la era común) el sabio Yhanan Ben Zakai logró escapar y pactó con los romanos el derecho a un nuevo espacio para el estudio y el culto: âCon esta decisión rompió el monopolio del Templo de Jerusalén como único ámbito del culto y de la enseñanza, e inauguró una relación distinta de los judÃos con el espacio y con el saber: el vÃnculo que conjugaba la práctica del culto y el estudio de los textos sagrados con la geografÃa de Jerusalén y con la espacialidad del Templo, que habÃa organizado la vida judÃa hasta entonces, se veÃa reemplazado en ese momento por un lazo únicamente simbólicoâ. Con la posibilidad de que cualquier sitio pudiese convertirse en un ámbito de formación y práctica religiosa, âel Libro adquirió un papel central en la supervivencia del judaÃsmo en la diáspora, al actuar como el centro de referencia que sostenÃa la unidad del pueblo judÃo en el tiempo y el espacioâ, escribe Dujovne. La historia del pueblo judÃo es entonces inescindible del contenido de la Torá y a su vez de la historia de la lectura, la interpretación y la cultura alrededor de la Torá, a través de los siglos. 1k5f5v
La apasionada historia del libro judÃo en la Argentina comienza en Europa, con los primeros editores judÃos desde la invención de la imprenta. En el primer capÃtulo (âHistoria y geografÃa transnacional del libro judÃoâ) Dujovne da cuenta del origen de la lengua idish en el siglo XI y su progresiva convivencia con el hebreo, en un caso de bilingüismo interno: âMientras éste âel hebreoâ era el idioma de los textos religiosos y el culto, el idish era la lengua popular utilizada para el habla cotidianaâ. El primer texto impreso en idish es una canción de Pésaj publicada en 1526 en Praga. El primer libro, un diccionario hebreo-idish editado en 1534, en Cracovia. A partir de entonces comienza el desarrollo de la edición judÃa, dando lugar a lo que luego se llamó âla antigua literatura idishâ. Los acontecimientos polÃticos en la Europa de los siglos XVIII y XIX, seguidos de la revolución rusa, las guerras mundiales, el Holocausto y la posterior creación del Estado de Israel dejaron una huella imborrable en la historia de la imprenta y la edición de libros judÃos. En este contexto, el libro idish en Buenos Aires hace su aparición con el arribo de los inmigrantes judÃos ashkenazis a la Argentina desde fines del siglo XIX hasta 1940. La investigación de Dujovne recorre todo un siglo de publicaciones: âEntre 1898, año de aparición del primer periódico judÃo en el paÃs, y 1989 identifiqué cerca de ciento cincuenta publicaciones periódicas de muy diverso tipo y duración, exclusivamente en idish, y al menos veintiocho bilingües idish-castellanoâ, comenta el autor.
El libro constituye un informe detallado sobre los sellos editoriales, imprentas, bibliotecas y hasta librerÃas especializadas en libros judÃos en la Argentina.
Dujovne cuenta (entre otras) la historia de pioneros como Manuel Gleizer y Samuel Glusberg, los primeros en editar âen la Argentinaâ a los más destacados escritores judeocristianos de su época. Gleizer fue, además, el primero en proyectar una colección especÃfica de traducciones al castellano de tÃtulos de temas judÃos. Nacido en 1889, en Besarabia (Imperio Ruso), Gleizer cruzó el mundo para instalar, muchos años después, una librerÃa en la actual Av. Corrientes. En 1921 se mudó sobre la misma calle, cerca de la actual Scalabrini Ortiz, en Villa Crespo: âLa LibrerÃa La Cultura adquirió renombre dentro del circuito literario porteño por la venta y edición de libros, y también por atraer y congregar a figuras como Nicolás Olivari, Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, los hermanos Enrique y Raúl González Tuñón, Luis Franco, Ricardo Molinari, Leopoldo Lugones y Alberto Gerchunoff, entre muchos otrosâ. El influjo de Manuel Gleizer fue tan grande que hasta ofreció su sello a figuras como Marcelo T. de Alvear, Alfredo Palacios, Macedonio Fernández y Eduardo Mallea. Con la Biblioteca de temas judÃos, Gleizer presentó una variada combinación de géneros, temas y autores: Los gauchos judÃos, de Alberto Gerchunoff; Sionismo y humanismo, de Max Nordau; El Talmud, de Iser Guinzburg, fueron algunos de sus tÃtulos.
El libro incluye algunas imágenes (lamentablemente, muy pocas) que permiten observar, por ejemplo, el tipo de publicidad que caracterizó al libro judÃo en la cultura argentina. Un recuadro indica la siguiente leyenda: â¿SE INDIGNA UD. CUANDO PERSIGUEN A LOS JUDIOS? Lea el libro Renacimiento de Israel, de Ludwig Lewisohn y Ud. comprenderá lo que debe hacer como judÃo. PÃdalo a la istración de MUNDO ISRAELITA. Edición de lujo. 380 páginas. Tiraje limitadoâ. Otra publicidad: â¡Una suscripción a la EDITORIAL ISRAEL es un acto de afirmación judÃa!â. En el perÃodo que transcurre desde la década del cuarenta hasta mediados de los setenta âexplica Dujovneâ, Buenos Aires se convierte en el principal centro cultural y polÃtico judÃo de habla castellana. Escrito con el cuidado propio de una investigación en el ámbito de la sociologÃa, Una historia del libro judÃo se detiene a analizar el impacto de la cultura judÃa argentina âcomo señala el subtÃtulo del libroâ a través de sus editores, libreros, traductores, imprentas y bibliotecas.
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