Parece medio difÃcil de pensar, pero algún dÃa, alguien, quién sabe dónde o con qué pretexto, va a hablar de este momento de la poesÃa. Editoriales que salen y se transforman y crecen casi sin ningún tipo de dinero encima; lecturas en una innumerable cantidad de bares y centros culturales en Capital y Gran Buenos Aires, sin contar las movidas en localidades alejadas del insistente âcircuitoâ que lo desafÃan y lo completan; obras que se van construyendo al margen del margen, pacientes, sin perder el tono, el tema o hasta la elegancia. Al, o Piro, o sencillamente Alfredo Jaramillo, nacido en Neuquén en 1983, es uno de esos poetas que funcionan como una muestra de una escritura que, de a poco, va dejando la etiqueta de âobra alternativaâ para convertirse en lo que es, para reafirmarse: poesÃa. Nomenclatura turbia, su último libro, es una colección de poemas puntuales y milimétricos en su corte melancólico, como una palabra perdida que permanece en el aire o como un buen tema punk: cortito y al pie. 3j706b
Lo que obsesiona al libro, sino a toda la obra de Jaramillo, es el problema del nombrar, pero: ¿nombrar qué? ¿Qué experiencia? ¿Qué desconsuelo? En principio, el de la carne y los sentimientos, el encuentro imposible de lo que se siente con lo que se experimenta, como si hubiera dos órdenes cuya reunión siempre es complicada: lo que le pasa al cuerpo y lo que le pasa al alma (si es que hay tal cosa). Asà sucede en âNomenclatura turbiaâ, poema homónimo que comienza distinguiendo estos dos posibles registros de las afecciones: âAyer, ¿por tu oreja salÃa brea / o imaginé cualquier cosa?â. La solución que el libro encuentra a esta diferencia tiene dos pasos: primero, dejar bien en claro que, mientras el cuerpo puede âestarâ en un lugar, boyando, a veces, un poco perdido (y sorprendido), el espÃritu melancólico puede entregarse a la repetición, a la insistencia, distinción bien anunciada en âLa carne y el repeatâ. Segundo paso, el âbaileâ como metáfora del movimiento melancólico, desfile que reúne cuerpo y repetición: âbailando a oscuras contento / despierto bien / colocadoâ, sentencia el poema que abre el libro.
La búsqueda de nombres a veces completan el vacÃo con referencias oblicuas, como bien resalta el prólogo de Pablo Katchadjian, pero también sirve de pretexto para crear términos que están a la mano, que pueden fungir como esa palabra que se perdió en algún momento y que no se puede encontrar. Entre esas referencias, tenemos el mundo musical, recurrente en Jaramillo (allà están trabajos como Grunge, de 2008, o Después del fin del indie, de 2011); pero también, por extensión, el mundo de una âcultura juvenilâ ya vieja, venida a menos, alojada en la distancia (leemos: âfanzÃnâ o âlos skaters del â89â) o el mundo submarino, verdadero paraÃso en negativo, más abajo que arriba, más profundo y también más âbailableâ: en âPacú partyâ se sospecha que, en el mundo de los peces, las fiestas âdeben ser mejor que las nuestrasâ.
Poner nombre a las cosas, dijimos. Siempre parece que la poesÃa se define por esta habilidad perdida de nombrar al mundo. El Génesis lo pone muy clarito: Dios bien pudo haber creado las cosas, pero fue Adán el que les puso tÃtulo, el que dijo âesto se va a llamar asà y esto otro asáâ. Walter Benjamin, mucho tiempo después, quiso recuperar esa idea adánica del lenguaje en un texto que se llamó âSobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los hombresâ: hay una posibilidad en el nombrar de que la cosa manifieste un vÃnculo Ãntimo con la palabra, pero eso es la marca de un mundo perdido, ese Universo previo al pecado original, y el recuerdo de un abandono que dejó tanto a la naturaleza como al hombre un poco perdidos, encerrados en la peor melancolÃa. En el poema âEl mismo trago de venenoâ se define un intento, un programa: âSe puede aprender a hablar de ceroâ. Toda poesÃa puede ser definida por ese intento de reinventar el lenguaje, recuperar ese mundo adánico (¿juvenil?) de plenitud y silencio: Nomenclatura turbia, de Alfredo Jaramillo, no hace otra cosa que actualizar, según sus modos, una de las muchas obsesiones de la literatura.
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