De las clases de fÃsica queda un recuerdo ya vaporoso de un principio que decÃa que a cada acción le sucede una igual y opuesta. Acción y reacción, se llamaba la cosa, quedando en claro que lo que necesariamente ocurre en el mundo natural no se cumple siempre en el polÃtico. De hecho, en el macrismo confÃan en que las leyes naturales no se cumplan y que la patoteada que organizaron hace una semana contra el patrimonio quede impune. La buena noticia es que el bueno de Newton sigue vigente en la Buenos Aires del PRO, que hubo una reacción y que fue realmente fuerte. El jefe de Gobierno ordenó liberar todo para demoler, la respuesta fue un proyecto de ley que impide que se demuela nada. 2q726n
La idea surgió de las ONG patrimonialistas, que se quedaron desoladas por la violencia moral del macrismo, que hace dos viernes saboteó la renovación de la Ley 3056. Veintitrés organizaciones barriales y patrimoniales se aron con la diputada MarÃa José Lubertino para que presentara un proyecto drástico: catalogar absolutamente todo lo construido en Buenos Aires antes de 1941. Lubertino entendió que esto era una respuesta polÃtica a la agresión del PRO, porque el solo hecho de que exista su proyecto de ley inhibe todo inmueble construido antes de ese año. Donde los macristas, con Cristian Ritondo a la cabeza, buscaron un verano en que llovieran edificios demolidos, se encontraron con que no se podrá demoler nada.
La patoteada
La asonada comenzó hace dos viernes, cuando se reunÃa la Comisión de Planeamiento de la Legislatura, que preside Silvina Pedreira y dirige Bárbara Rossen. Hubo un problema de horarios âo una treta, sigue sin quedar claroâ que hizo que los macristas estuvieran solos por un rato. Firmaron y se fueron, y sólo entonces se descubrió que no habÃan firmado el despacho de renovación de la 3056. A medida que llegaron otros diputados, comenzó a crecer el espanto y el escándalo: los macristas habÃan hecho lo suyo frente al Quién es Quién de las ONG del tema. Alguno alcanzó a firmar, otros âcomo Juan Cabandiéâ se encontraron con la inflexibilidad de Pedreira, que reglamentó hace mucho que nadie firma nada cuando la reunión termina. El truco salió perfecto y Rossen lo festejaba de viva voz.
La cosa fue tan dura que el saliente diputado Patricio Di Stefano, presidente nada menos que de la Comisión de Patrimonio, tuvo que volver al dÃa siguiente y retirar su firma. Ritondo, pudo establecer este suplemento con gran facilidad, le gritó hasta que temblaron las ventanas. En los dÃas siguientes, en el bloque oficialista itieron con soltura que la orden venÃa directamente de Macri, que era prioridad y que por algo âtenemos el 64 por ciento de los votosâ. No hubo caso de negociar, hablar, discutir. Y con la oposición también dispersa a nivel ciudad, parecÃa que no habÃa solución.
Lo que el macrismo se estaba sacando de encima era la molestia de no poder demoler por trámite istrativo, pasando por ventanilla y con todo el tema manejado por gente de confianza, empleados del Ministerio de Desarrollo Urbano. Este sistema dejó de existir a fines de 2007, cuando Basta de Demoler generó una verdadera crisis al ganar el amparo que impidió la destrucción de la Casa Bemberg, en Montevideo al 1200. El caso era tÃpico de cómo se destruÃa lo nuestro y cómo quieren volver a destruirlo: la Casa estaba en catalogación pero todavÃa no estaba catalogada, lo que toma un tiempo considerable y es de hecho más complicado que cambiar la Constitución porteña. Como no estaba catalogada, el Ejecutivo permitÃa demolerla sin problemas, alegando que no sabÃan que estuviera protegida o inhibida. Asà caÃan edificios, cuando los dueños eran avisados de que les podÃan catalogar sus inmuebles y corrÃan a sacar licencias.
Basta de Demoler planteó que esto era una trampa de rango constitucional, ya que el Ejecutivo le impedÃa al Legislativo hacer su trabajo porque la demolición tornaba abstracta la cuestión y los diputados no tenÃan qué discutir. La Justicia le dio la razón a la ONG, la Ciudad apeló y la Cámara emitió un fallo histórico, reafirmando el de primera instancia, extendiéndolo explÃcitamente a toda la ciudad y ordenando que todo edificio quedara inhibido por el solo hecho de que estuviera siendo considerado por los diputados.
No es difÃcil imaginar la reacción de los especuladores inmobiliarios, la industria favorita del macrismo. Pero con Jorge Telerman todavÃa en el gobierno y con Macri ni siquiera asumido, habÃa que desactivar la bomba de tiempo. Asà fue que el PRO aceptó una idea de la entonces diputada Teresa de Anchorena y votó la Ley 2548, que creaba el trámite especial para todo lo construido antes de 1941. Se echó mano al Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales, un sello de goma que existÃa en el Ministerio de Desarrollo Urbano, y se aprobó el sistema por un año.
Este método fue renovado en 2008, 2009 y 2010 sin mayores problemas, aunque los rezongos eran notables. El CAAP, como se sabe, deja tantÃsimo que desear, pero salvó muchos edificios y aportó algún nivel de mediación y racionalidad al tema. Estas virtudes evidentemente molestaron y se decidió en este 2011 sabotear todo, eliminar los frenos. La hipótesis de mÃnima era tener un verano tranquilo demoliendo, la de máxima volver a 2007 y destruir tranquilos, por ventanilla.
Ahà entraron Lubertino y las ONG.
Basta de Demoler, Proteger Barracas, Fundación Ciudad, SOS Caballito, Protocomuna Caballito, Salvemos Floresta, Amigos de la Avenida Pueyrredón, Recoleta Peligra, Vecinos por La Cuadra, Asociación Civil La Imprenta, Cultura Abasto, los vecinos de Parque Chacabuco, los de Palermo Viejo, los de Barracas y los de Boedo barajaron varias estrategias, además de masticar sus broncas. La contraofensiva pasa por retomar el pedido de que se renueve la 3056, por llevar el tema a la Legislatura para que el oficialismo no haga lo que quiera y por frenar en seco la fiesta de la piqueta, tan rentable.
La diputada Lubertino tomó la iniciativa en este último aspecto con un proyecto de ley que fue presentado este martes a la tarde y tiene el número 2519-D-2011. La idea es simple y se basa justamente en el fallo de la Cámara, al que cita en sus fundamentos: si el PRO quiere demoler todo desarmando la 3056, se pide catalogar todo para que todo quede inhibido. Y en este caso, todo es âlos inmuebles de propiedad pública o privada que se encuentren emplazados en cualquier parte del territorio de la Ciudad, cuyos planos hayan sido registrados antes del 31 de diciembre de 1941 o, en su defecto, cuyo año de construcción asentado en la documentación catastral correspondiente sea anterior a dicha fechaâ.
El texto, que acompañó MartÃn Hourest, le agrega tareas al Ejecutivo, como que en 180 dÃas haga de una vez el relevamiento e inventario de los inmuebles anteriores a 1941, y que esa lista sea considerada por el CAAP. El tercer artÃculo repite, por las dudas, los lÃmites al decir que âel Ejecutivo no autorizará ningún tipo de reforma, demolición o construcción nuevaâ en estos edificios âhasta la definición del grado de protección o intervención por parte de esta Legislaturaâ.
Los fundamentos le avisan a quien quiera leerlo de la cantidad de ONG que apoyan el proyecto, indican que se trata de 140.000 edificios librados a la mala voluntad de la ventanilla y acusa al Ejecutivo de âburlarâ a quienes âde forma totalmente desinteresada, desde hace varios años, dan la lucha diaria para la protección y conservación del patrimonio de la Ciudadâ.
Este proyecto de ley de la diputada Lubertino congela de hecho la piqueta. Si el ministro Daniel Chain, su subsecretario Héctor Lostri o alguno de sus directores generales permiten una demolición a partir del primer dÃa de 2012, estarán violando el fallo de la Cámara. Y estarán cometiendo una grosera violación de sus deberes como funcionarios públicos, que arrancan por respetar las leyes.
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