El ministro porteño de Ambiente y Espacio Público es una persona que poco sabe de ambientes y espacios públicos, condición que comparte con su colega de Cultura. Pero al contrario de Hernán Lombardi, Diego Santilli domina el arte de hacer enemigos y cosechar crÃticas por su estilo autoritario y su amor al secreto, que hace que lo insulten hasta cuando hace obras que deberÃan ganarle elogios. El último ejemplo es el escandalito del monumento Los Andes, en el parque homónimo de Chacarita, que fue retirado para restaurarlo por el taller de Monumentos y Obras de Arte. Como es costumbre, nadie avisó a nadie, ni siquiera a la Comuna 15, y para peor el retiro se hizo justo antes del DÃa del Indio Americano, que suele reunir activistas frente al monumento. 1q3v4k
Luis Perlotti hizo en 1941 esta noble pieza que representa a un calchaquÃ, un tehuelche y un ona, tres etnias indÃgenas argentinas de las mayores, para el parque. Los tres pueblos representados en el bronce habitaron, de Norte a Sur, cerca de los Andes, de ahà su emplazamiento. Con los años y el crecimiento de los movimientos por los pueblos originarios, la pieza fue ganando una nueva aura que fue reconocida en 2007 por la Legislatura, que la declaró âsitio de interés de los pueblos originariosâ.
El 19 de este mes una grúa se llevó el monumento. Como se ve en las fotos, los del MOA deben estar perdiendo la mano o el interés en hacer las cosas bien, porque rompieron el basamento de piedra que sostiene el bronce. Los que se acercaron a conmemorar el DÃa del IndÃgena se encontraron sin el punto focal del homenaje y armaron una indignada protesta. A Santilli le tomó una semana âitirâ que lo estaban restaurando.
Es muy curiosa esta manÃa del ministro, asà calificable porque no es la primera vez que pasa. A poco de asumir ocurrió lo mismo con la escultura de Caperucita Roja que ornamenta los bosques de Palermo âel Parque Tres de Febrero al que ese gran pensador, Cristian Ritondo, quiere ponerle Juan Manuel de Rosasâ que un buen dÃa desapareció. Como el vandalismo y los robos de arte público son comunes, se asumió que la pobre niña pasaba a adornar alguna quinta privada, lejos de ojos plebeyos. Pero no, Caperucita estaba ahà nomás en los talleres del MOA, en el mismo parque.
Curiosamente, Santilli le prohibió absolutamente a todo el mundo anunciar que la pieza estaba en los talleres, a salvo. No hubo manera de convencerlo de que era un desgaste inútil dejarse denunciar y criticar, cuando podrÃan hasta ganar puntos diciendo que estaban haciendo lo que se supone deben hacer. El ridÃculo llegó al punto de que algunos militantes del PRO fingieron que habÃan pasado por el MOA y habÃan visto a Caperucita siendo restaurada, lo que anunciaron por carta a La Nación y hasta con un llamado a este suplemento.
Otra manÃa incomprensible del ministro es su pasión por levantar adoquines. Santilli no es un hombre viejo, de los que pueden pensar que asfaltar es progreso, como se vendÃa en los sesenta y setenta, con lo que las interpretaciones de su enojo hacia las piedras quedarán para su analista. Pero como está explÃcitamente prohibido por ley remover los adoquinados, el ministerio sà está teniendo problemas legales. Los vecinos de San Telmo ya se hartaron de ver cuadrillas jugando a las escondidas, a ver si pueden levantar alguna cuadra antes del amparo. Los de Villa Crespo y AgronomÃa tuvieron que recurrir a la DefensorÃa del Pueblo para frenar asfaltos diversos. Y ahora los vecinos del Barrio Bonorino, en Flores, tuvieron que combatir para que no hicieran una ciclovÃa que implicaba levantar cuadras y cuadras de adoquinados en la banquina.
La situación es tal que Gerardo Gómez Coronado, el ombudsman adjunto, está coordinando vecinos y juntando antecedentes para iniciar una acción global que pare en seco este vandalismo urbano. Es que, además de querer asfaltar calles y hacer ciclovÃas, cunde la pasión por hacerles banquinas de cemento a calles adoquinadas, gasto perfectamente inútil. Otra que detectó Gómez Coronado son los planes para âreadoquinarâ, como ya se vio frente al cementerio de Recoleta. Esto es un verdadero peligro, porque primero hacen una capa impermeable de hormigón y luego recolocan las piedras encima. Como están arriba de un material durÃsimo, no pueden acomodarse ni hundirse adecuadamente, con lo que queda una superficie irregular, las piedras se salen enseguida y cuando llueve es como si fuera asfalto.
¿Hace falta realmente inventar estas obras para dar contratos? ¿No se puede poner a tanto amigo a construir o mantener algo que sirva para algo?
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