Sábado, 1 de junio de 2013

Una de las penas de ser argentino es visitar La Plata, la gran ciudad planificada del siglo XIX, la gran patriada de este país. La capital bonaerense no fue solamente la solución a un viejo y duro conflicto político, sino también una boutade arquitectónica, una ciudad de lujo y de rara belleza, pensada con lo más moderno del concepto urbanístico y puntuada por edificios públicos verdaderamente notables. La Plata tiene lugares como el Pasaje Dardo Rocha, el mejor Banco Nación de su época (el del increíble vitral) y el conjunto de edificios cívicos más sereno y en diálogo que supimos construir. Claro que toda esta armonía hay que buscarla ahora entre torres mal pensadas, mugre visual y cuadras enteras deformadas por edificios en altura. 2e2m5

Pero aun así, La Plata levanta el ánimo al ver lugares como el anfiteatro Martín Fierro, un teatro al aire libre en pleno Bosque, que recibe al visitante con un pórtico inspirado en el puente que hizo Campbell en Tsarkoie Selo y se transformó en un ícono del neoclacisismo más puro.

Quien traspase las arquerías se encuentra en una herradura con una columnata curva y asientos, como en un teatro griego que tiene cipreses añejos y todo. El edificio es tardío, porque fue erigido en 1949, con Domingo Mercante en el gobierno, para las temporadas de verano del Teatro Argentino. Pero nuevamente hay que adivinar todo esto, porque el Martín Fierro está tapado por los yuyos, con charcos de cañerías rotas, mugre y decadencia.

Los vecinos de la Asociación Vecinos en Defensa de Villa Elisa denunciaron que el anfiteatro lleva años de abandono, con lo que no se termina de creer la reciente promesa del Instituto Cultural platense de una inmediata reparación y puesta en valor. Los vecinos señalan que el Martín Fierro fue sede del Centro de Artes del Circo y la banda policial tocaba para escuelas en excursión, pero que ahora es imposible utilizarlo porque es un riesgo entrar. Es de esperar que se equivoquen esta vez y que las reparaciones se hagan y que sean un primer paso de mantener tesoros construidos que se maltratan con frivolidad.

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