âQuise matarlo al Mono de Kapanga. Eliminarlo.â La frase suena fuerte, especialmente porque quien la dice es MartÃn Fabio, el tipo que carga con el sobrenombre de Mono desde los 6 años y que lleva 12 al frente de Kapanga. âFue hace unos meses; vivà un par de situaciones personales medio pesadas, tuve una crisis y me afeité. Uso barba desde que salà de la colimba en el â89, entonces ésa fue mi forma de desintegrarme. ¿Sabés cuánto me duró? Cinco dÃas. No podÃa encarar la calle, me sentÃa desprotegido, desnudo. Al sexto dÃa querÃa subirme al micro de gira, hacer todo lo que quise hacer siempre. Me di cuenta de que el Mono de Kapanga es lo que me tocó ser. Y también lo que siempre soñé.â 49102v
Es raro el rostro serio en este tipo de 38 años a quien el rock argentino se acostumbró a ver con la sonrisa perenne, con esa natural chispa que contagia alegrÃa en cualquier festival, con un nulo sentido del ridÃculo que lo pone a salvo de cualquier ridiculez. Pero, sÃ, ante el NO el Mono se puso serio... por un rato. Porque no puede evitar que sus historias terminen en carcajadas propias y ajenas: es un personaje que se ganó el cariño de la gente con su humor atorrante y esa pinta de sobrino loco (o tÃo, ahora que está más grande) que es la oveja negra de cada familia, pero por jodón empedernido, no por mal bicho. âUn tocado por la varita: eso siento que soyâ, dice. âHay un porcentaje muy chiquito de gente que intenta algo en lo suyo y lo logra. En cada cuadra hay una banda, pero no hay muchos que viven de la música. Soy un agradecido a la vida de que me haya tocado esto.â
âEs loco, pero sÃ, lo pensé en los últimos tiempos, porque lo que más nos dice la gente es que le damos alegrÃa. Por ahà no nos dicen âgracias por las cancionesâ o âgracias por el mensajeâ, pero sà por la alegrÃa. O el comentario generalizado de que el show de Kapanga es una fiesta: un poco te lo empezás a creer. Ver la cara de felicidad de la gente en los conciertos no tiene precio. Con el correr de los años, empecé a conocer a muchos de los que nos siguen. Y no se cansan de repetir que nosotros les damos la alegrÃa. Tampoco hay que enroscarse mucho, como cuando algún pibe nos dice âustedes son lo mejor que me pasó en mi vidaâ. Está bien, son chicos, pero no me entra mucho en la cabeza todo eso. ¿Cómo puede ser que piensen que yo soy lo máximo? Hay cosas mucho más sencillas que también pueden darte alegrÃa, no sólo una banda de música. A mà Kapanga me da una gran parte de la felicidad de mi vida, pero también están mi familia, mis plantas, mi casa, mi auto... Está bueno ser parte de la vida de los que nos escuchan; pero eso, sólo una parte.
âTrato de patearla al lateral, porque si pensás en eso no podés vivir. Además, más allá de la alegrÃa, somos músicos, queremos que la gente sienta que tratamos de crecer, que aprendimos a tocar mejor, que no nos quedamos en lo mismo. Cada vez que nos subimos a un escenario tenemos la misma actitud, que pasa por el sentimiento de cada show. La primera vez nos subimos a tocar y no importaba si sonaba bien o mal, pero tratamos de mejorar. La actitud es la misma que al principio, porque salimos a disfrutar del show. Hemos hecho shows que para nosotros eran complicados porque estábamos con problemas, pero el espÃritu fue siempre el mismo. De todos modos, pasa algo mágico: cuando salÃs al escenario no importa lo que te haya pasado antes, sos vos y tus amigos tocando y la gente viéndote. No hay plata, no hay dolor de cintura, no hay problemas, no hay nada, se hace el show. Debemos estar cerca de los mil shows y canté en todos, nunca tiramos un show para atrás. No queremos parar porque no sabemos cuánto va a durar, cuántos escenarios más vamos a tener para subirnos a tocar. Para mÃ, un fin de semana que no tocamos es como si me descontaran un dÃa de vida.
âMucho. El Balde volvió con ataque de pánico de la gira por Puerto Rico en 2001, que fue muy difÃcil para nosotros, y después no fue a la que hicimos por Europa, donde Miguel (Luna Campos, guitarra) se rompió el brazo. Tuvimos algunos eventos que, al menos a mÃ, me marcaron el temple, me hicieron madurar todo lo que no habÃa madurado en 35 años. Se me acabó el eterno viaje de egresados: en tres años, la vida me golpeó. Y que haga un año que no toca el Balde... Hace 18 años que toco con él, la banda la ideé con él, la armé con él. Somos los fundadores, estamos juntos desde fines de los â80, y hoy subirme al escenario, mirar al costado y que no esté, no es nada fácil. Sigo disfrutando de subirme, pero no es un disfrute pleno. En buena medida, estoy en esto por culpa de él, porque él vino a buscarme.
âYo estaba haciendo la colimba en el â88, en Quilmes, y unos cabos cordobeses me habÃan regalado un casete de La Mona Jiménez, entonces un dÃa que habÃa salido de franco, medio en pedo, me subà a un escenario de un bar a cantar una canción de La Mona. El Balde tenÃa una banda, Eyelits A Go Go, y estaban en el mismo lugar. El se cagó de la risa con las pavadas que decÃa yo y me propuso armar una banda. Le contesté: âSÃ, bueno, llamame en la semanaâ, pensando que jamás iba a hacerlo, pero me llamó y yo ni me acordaba. Asà empezó esto.
âCreo que viene por la sangre. Mi abuelo era guitarrista y tenÃa un dúo, Fabio-DÃaz, que debutó en la radio en el año â38: le pagaron con un sanguchito y una copita de licor. Después, mi papá cantaba en los concursos de tango de los barrios. Supongo que la música me viene por ahÃ. Yo no tengo equipo de música en mi casa, apenas un grabadorcito para pasar CDs. Mis discos son los long plays que heredé de mi viejo, que tuvo una discoteca en los â80, y los que me regalaron las compañÃas o los artistas. Nue stra primera época nuestra fue en EMI, que tiene un gran catálogo: ahà pegué Beatles, Stones, Maiden... Si hasta hace dos años no podÃa agarrar la guitarra y tocar un La. Durante diez años pensé que era imposible...
âDebe estar inspirado en alguien como yo, porque para mà era asÃ. Hasta que le compré una criolla a mi hijo cuando cumplió cuatro años, se la di y me dijo: âTocame una canciónâ. Como no sabÃa tocar ninguna, me sentà tan pelotudo (se rÃe) que pensé que tenÃa que aprender al menos Zamba de mi esperanza para tocársela. Desde ese dÃa aprendà por lo menos como para acompañar las canciones que le gustan a él. Asà me acerqué más a la música. También me di cuenta de que sabiendo apoyar los dedos en un instrumento puedo componer más, porque soy el que menos compone en la banda. En estos últimos tres años, la vida me llevó para todos lados.
âTambién, un poco. Crece (Pop Art) es que nos vemos crecidos, que la infraestructura creció, la cantidad de público también, nuestros hijos crecen... Hoy fui a la reunión porque mi hijo entra a primer grado el año próximo, y para mà hace cinco minutos que le cambiaba los pañales. No sé si a mà me pasa la vida muy rápido o qué... Por ahà ahora estamos viendo todo lo que antes no tuvimos tiempo de mirar para atrás. Y nos vemos más grandes, más asentados, asimilando las cosas como adultos: nos dimos cuenta de que no somos chicos y que no podemos bajar los brazos, que hay que seguir, aunque a veces no tengamos ganas de subir al escenario.
âPorque no puedo vivir de otra forma. Me acostumbré mucho a vivir con esta gente, con este cÃrculo de 16 personas que viaja, entre las que está el Balde. Y tampoco es que ahora vamos a hacer canciones depresivas y a vestirnos de negro (risas).
âSiempre fui muy tranquilo... Bah, es como lo veo hoy. Sà sé que desde chiquito pensaba que iba a destacarme en algo artÃstico, porque siempre en la escuela me elegÃan para hacer de San MartÃn.
âSÃ, tengo fotos. Y tengo de cuando hice de negrito candombero en la iglesia, porque iba a una escuela con religión. Para Navidad hacÃan el pesebre viviente y me tocó hacer del negrito que le limpiaba el pesebre a Jesús. Me pintaron la jeta con un corcho... Pero no pensaba en la música, porque me acuerdo de que cuando nos hicieron como un test vocacional habÃa un área de música y una de deportes, y yo querÃa hacer deportes, la música ni me interesaba. Cuando nos tomaban la pruebita para ver si podÃas entonar, me tiré al bombo. El tipo iba cambiando de octavas con el piano y yo seguÃa cantando en la misma. Ahà podrÃa haberme acercado a la música, pero no. Mi primera banda fue en la secundaria, Los Electrones de Valencia: tuvimos un show debut y despedida. ¡Eramos un desastre! La cuestión era subirse y afrontar. Tocábamos Uno, dos, ultraviolento de Los Violadores, Sunday Bloody Sunday de U2 y dos temas nuestros. Fue en el â84, agarré el cambio de la dictadura a la democracia. La secundaria era estatal, pero Ãbamos con zapatos, saco y corbata. Fui de los primeros en ponerme pulóver con cuello cerrado e ir sin corbata. Me ligué las primeras cinco amonestaciones por ir sin corbata, después por ir en zapatillas. Pero los últimos años ya Ãbamos de guardapolvo, pero con corbata.
âSiempre clavé en 24 y media (risas). Todos los años. Me gustaba ir a la escuela porque lo pasaba bien, me divertÃa. Y todavÃa no me recibÃ, porque debo Contabilidad de 4º y de 5º. El que me mandó a examen me dijo que no iba a aprobarla nunca en mi vida. Fui como ocho veces a rendirlas, hasta que entré a la colimba. Incluso fui vestido de colimba, a ver si me la eximÃa otra profesora que habÃa. La mina me dijo: âMirá, voy a tomarte estas cinco cosas, estudiátelasâ. Pero yo caà el dÃa del examen sin haber agarrado una hoja, pensando que me iba a aprobar por lástima. Y no fui nunca más, asà que no tengo el tÃtulo secundario.
âNo, mi economÃa siempre fue la de disfrutar lo que tengo, si después te comen los gusanos... También, durante muchos años la vi pasar, y cuando se logra una estabilidad quiero disfrutarla. Si no tenés ambiciones desmedidas, te conformás con tener un lugar donde caerte muerto, un autito y que a tu familia no le falte nada, ya está. Me siento parte del común de la gente. A los 38 años ya cumplà los objetivos de cualquier persona...
âSÃ, burguesa: control remoto, pasarla bien, cuarto kilo de helado a la noche, de vez en cuando pedido a la rotiserÃa, irte de vacaciones quince dÃas a Santa Teresita...
âNo, al lado de donde voy yo, Santa Teresita es Las Vegas (risas). Voy a Aguas Verdes, un lugar súper tranquilo. PodrÃa irme a Brasil o a un spa, pero no lo siento asÃ, estoy tranquilo y cómodo con cosas más simples, con lo que serÃa el común de la gente. SÃ, me aburguesé un poco.
âClaro. Laburé en un bar, fui mozo, me pasaron cosas normales.
âY trabajé de extra en el segundo capÃtulo de La banda del Golden Rocket...
âSÃ, habÃa pegado onda con Diego Torres, que habÃa tenido una novia en Quilmes durante un tiempito. Cuando él tenÃa la banda La Marca Ãbamos a verlo, tenÃamos buena onda. Hasta el dÃa de hoy, lugar donde nos cruzamos, lo pasamos muy bien. Y cuando él empezó a hacer La banda..., un dÃa filmaban en un boliche de la Costanera y yo habÃa ido a ver la filmación. En un momento me preguntaron si querÃa hacer de extra y dije que sÃ. La escena era que él entraba medio de espaldas, me chocaba y me decÃa: â¿Qué hacés?â, y seguÃa. Yo no decÃa nada... ¡Esa fue mi chapa actoral! Me cargaron durante años. Pero peor es la de Maikel, que formó parte de la banda Duro Metal, la de Amigos son los amigos. Asà que somos dos los que tenemos dotes actorales... Pero, volviendo al tema, no sé qué me imaginaba. ¿Cantando? Si no tuve ninguna banda entre la de la secundaria y Kapanga y Los Yacarés en el â89...
âNo sé... Nosotros volvimos a juntarnos en el â95 y no mucho antes habÃa ido a la presentación de Tratar de estar mejor, de Diego Torres, donde me encontré con Alejandro Varela, que era el manager de Diego y que después fue presidente de EMI. Fuimos a cenar a un lugar y habÃa un piano, asà que me puse a cantar una canción de La Mona Jiménez. Varela se cagaba de risa y le dije: âVos sabés que si yo armo la banda que tenÃa, hacemos un desastreâ. Pero no tenÃa ni o con el Balde, no nos hablábamos hacÃa años. A la semana de eso llego a mi casa y mi mamá me habÃa dejado una notita: âTe llamó el Baldeâ. Yo tengo otro amigo al que le dicen asà y lo asocié con ese pibe, pero después mi vieja me dice: âNo, el que tocaba con vosâ. Entonces me puse nervioso: â¿Se habrá muerto alguien?â. Pero no, querÃa que armáramos de nuevo Kapanga. Yo estaba en otra, pero le dije que lo intentáramos. ¡Y acá estamos!
âLes propusimos a los otros dos chicos volver a armar la banda, a ver si querÃan participar, pero no quisieron. No tenÃamos guitarrista y nos empezó a hacer la mano Miguel, que era bajista y que querÃa tocar el bajo. Hoy todavÃa decimos que hace doce años que nos está haciendo la gamba. El ensayo fue en la casa de Maffia (Claudio, baterÃa), en la pieza donde hoy duermen sus hijas. Las canciones de la vieja época las sacábamos de un video que tenÃamos. Kapanga y Los Yacarés eran dieciséis canciones de La Mona Jiménez con baterÃa, guitarra eléctrica, guantes de cuero con tachas, vincha y pantalones camuflados (risas). Era algo muy loco, bizarrÃsimo en esa época. Pero la vida nos llevó por otros lados. Qué sé yo, hoy el baterista es contador.
â¡Es verdad! Pero, en serio, imaginate si yo ese dÃa no le respondÃa el llamado al Balde, por ahà no estarÃamos hablando.
â¡De una! El estaba en una agencia de representantes, le llevamos el material y firmamos contrato con la agencia, ahà empezamos a mover el disco. El disco lo grabamos en lo de AmÃlcar Gilabert, nos costó 8 mil pesos. El dÃa que empezamos a grabar abrimos las billeteras y entre todos juntábamos cinco pesos, asà que le dijimos: âChe, AmÃlcar, cuando se lo vendamos a alguien, te pagamosâ. Asà estuvimos un año y medio, con el disco terminado, hasta que firmamos con EMI.
âClaro, ése fue el detonante. Salió la ley Duhalde en el â97 y se nos cayeron dos shows que tenÃamos, una depresión total porque no era que tocábamos siempre. Nos fuimos re calientes y a los cinco minutos me llama el Balde: âHice una canción asÃâ, y me la cantó entera. Varela trajo al director de EMI a un show que armamos en dos dÃas, tocamos ese tema por primera vez, firmamos contrato y el lunes nos llamaron para que grabáramos un demo. ¡Y con ese demo mandaron a fabricar el disco! Esa canción nos abrió una puerta que estaba cerrada. Es que nuestra carrera siempre fue una cadena de hechos fortuitos.
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