Nueva Zelanda, 1996. Un grupete de amigos arman una banda mientras sueñan una y otra vez con los riffs asesinos de Jimmy Page y los alaridos guerreros de Roger Daltrey. Es que en Cambridge, una ciudad semi-rural de 11 mil habitantes, nacer músico es estar condenado al destierro: cinco casas de hospedajes, un par de bares y un montón de studs para caballos pura sangre conforman casi todo el inventario. v4f3n
Con algunos ensayos encima y aprovisionados de cervezas varias, los Trinkets se presentaban aquel año en el festival âLa batalla de las bandasâ, que servÃa como disparador para que un puñado de artistas salidos del evento llegaran a ser considerados por la escasa prensa local. Los Trinkets perdieron, pero dos inviernos más tarde se llevaron el primer premio, un guitarrista y un nuevo nombre: The Datsuns.
Inspirado en un emblemático auto nipón que formó parte de lo que alguna vez se llamó jap crap (porquerÃas japonesas), este cuarteto de la tierra de los All Blacks y el demonio de Tasmania halló en el violero Christian Livingstone la pieza que faltaba para cerrar el rompecabezas salvaje, crudo y vintage con el que estos âcaballeros del rock valvularâ han girado por más de treinta paÃses de todo el mundo.
â¿Ser músico en Cambridge? Es imposible para un músico vivir en una ciudad como Cambridgeâ, afirma a pura carcajada Livingstone. âPara nosotros hacer música era la única forma de entretenimiento que podÃamos tener; pero no para los demás sino para nosotros mismos. Por esos dÃas solÃamos ensayar en un viejo cine abandonado del pueblo, donde también se montaban obras de teatroâ, recuerda con humor.
Junto al cantante y bajista Dolf de Borst, al guitarrista Phil Buscke y al baterista Matt Osment âhoy reemplazado por Ben Coleâ, Christian eligió un camino más que difÃcil: abrirse paso en una escena tan postergada como fútil en la exportación de talentos musicales (al menos de esos que se cuelgan una Stratocaster al cuello y salen en la tapa de las revistas). Por eso, sin perder tiempo, decidieron que si no querÃan pasar el resto de sus vidas limpiando bosta de equino, debÃan mudarse a Londres. Allà es donde pasan las cosas. Entonces hicieron las valijas y viajaron a la capital de la vanguardia europea con sus Oxford planchados y su melena setentista al viento, dispuestos a sobrevivir con los yeites de cualquier atorrante de barrio.
âCuando llegamos a Londres por primera vez estuvimos durmiendo en el piso, en el departamento de mucha gente extraña, gente que no conocÃamos. Nos mantenÃamos vivos comiendo pan que comprábamos en un supermercado cercano. Luego, cuando las compañÃas se volvieron interesadas en la banda, organizábamos las reuniones con ellos en el horario de almuerzo o de cena, asà nos pagaban la comida y no tenÃamos que gastarâ, suelta con tono argento. âComo banda hemos vivido muchos años juntos, asà que cuando tuvimos un poco de plata empezamos a alquilar un departamento. Ahà sà tenÃamos amigos durmiendo en el piso todos los dÃas (risas). Creo que es parte del ciclo de vida del rock and roll.â Pero nada fue fácil. Con un demo en la mano y la calentura propia de adolescentes con sobrecarga de adrenalina, golpearon la puerta de distintos sellos, pero ninguno los tomó en serio.
Asà fue que, tomando el oxidado y querible postulado del punk, montaron su propia compañÃa discográfica: Hell Squad Records. âNo queremos formar parte del sistema mainstream del rock y no queremos componer canciones para la radio, ni vestir un look determinado. Queremos ser nosotros mismos. Además, nadie nos querÃa contratarâ, se sincera el guitarrista. De esa forma llegaron en 2001 a su demoledor debut homónimo; una feroz patada en los dientes con un borceguà con punta de acero. Y empezaron a llover los elogios de la prensa, de los fans y de los colegas, como Jack White, quien se impresionó tanto por la performance en vivo del grupo que los invitó a salir de gira por Estados Unidos en 2002 (algo que repetirÃan con Metallica en 2004).
Su rock garagero e hiperkinético los colocó lentamente en una posición casi única para un proyecto salido de Nueva Zelanda que conjugaba un sonido decididamente vintage y una actitud propia de los MC5 en una crisis de nervios. Condimentos que, para Livingstone, se encuentran en extinción: âLo que sucede es que las bandas de rock and roll siempre han estado alrededor de los centros de la moda y esas cosas, por lo que a veces su importancia se pierde. Aun si a vos no te gusta el rock and roll, siempre habrá chicos que estarán formando una banda de rock en un pequeño pueblo de algún lugar del mundo. El rock and roll es una enfermedad que jamás podrá ser curadaâ.
Para Outta Sight/Outta Mind, su segundo disco, subieron la apuesta y contrataron para la producción nada menos que a John Paul Jones, bajista histórico de Led Zeppelin, quien les enseñó algunos trucos del negocio y debió soportar su insistente demanda de anécdotas de Zepp. Para el guitarrista, fue una de las mejores experiencias que le tocó vivir. âFue realmente maravilloso trabajar con John. El es un gran músico y una persona súper agradable. Nos ayudó mucho a realizar todo el material y nos contó algunas historias increÃbles, además de... ¡zapar juntos canciones de Led Zeppelin!â, comenta despertando la envidia de más de uno.
Si bien el álbum no recibió las crÃticas esperadas, sirvió para aderezar un estado de gracia que los llevó a participar del Ozzfest junto a Marilyn Manson, Korn y Disturbed, entre otros. Un recuerdo agridulce que Christian se toma con humor neocelandés: âEl público nos trató tan mal que después de tocar querÃamos hacer remeras donde se leyera âLa banda más odiada del Ozzfestâ en el pecho, y âThe Datsunsâ en la espalda. Pero al final no las hicimosâ. Pero no todos los festivales fueron asÃ. âUna vez tocamos en el âRock and roll Boatâ, que se hace en Suecia. Eso fue totalmente loco. Eran unos 1300 suecos totalmente borrachos que se vuelven salvajes por veinticuatro horas arriba de un barco, que es el tiempo que dura el evento. La gente se desnudaba, bebÃa y bailaba rock and roll; estaban endemoniados. ¡Qué buenos tiempos aquéllos!â
Luego de girar sin parar por todo el planeta, los muchachos pensaron en 2005 que era momento de parar la pelota y dedicarse al próximo álbum. Con las ideas más claras editaron Smoke and Mirrors, su tercera producción, que los trae por primera vez a la Argentina y que estarán presentando en Buenos Aires en el ciclo âMusic is my Girlfriendâ.
Con la impronta de los viejos próceres de los â70 como santos benefactores y su rabia valvular intacta, la banda más visceral salida del paraÃso del kiwi hará su debut porteño en pocos dÃas. Inesperado, sÃ, hasta para los propios músicos: âHemos tenido la intención de hacer un tour por Sudamérica desde hace varios años, pero nunca tuvimos la oportunidad; por eso estamos muy excitados de tocar allÃâ, asegura Livingstone, y abre la expectativa: âVan a ver a una gran banda de rock and rollâ. Reserven sus asientos.
* The Datsuns se presentará el martes 8 de abril, junto a Los Lotus y The Tormentos en La Trastienda Club, Balcarce 460. A las 20.
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