Cuando sintió el impacto no supo qué pasaba. âUna piedraâ, pensó. Se arrodilló sobre el asfalto y miró hacia adelante. Quizá vio los ojos de su asesino. Quedó tendido allÃ, en la calle y entre balazos y piedras. La ayuda, la ambulancia y, al fin, la muerte. Y los llantos. El 20 de octubre de 2010, hace exactamente un año, fue asesinado Mariano Ferreyra, joven militante del Partido Obrero. El Jefe o Marianito, según quién lo evoque. Junto a él, cayeron heridos âaunque se levantarÃanâ Elsa RodrÃguez, Nelson Aguirre y Ariel Pintos. A un año de la emboscada artera y premeditada, los 10 imputados por el homicidio âincluido José Pedraza, lÃder de la Unión Ferroviariaâ aguardan por el juicio oral y público. 223m3a
A un año del crimen, lo recuerdan sus compañeros y habrá una marcha de Congreso a Plaza de Mayo, a las 17.30, para exigir que su muerte no quede impune. Mariano Ferreyra tenÃa 23 años y, como cualquiera, un grupo de amigos.
Además de ser un luchador, Mariano tenÃa la claridad como para correr si hacÃa falta. Según cuentan, âen una actividad contra la burocracia del Sindicato de Comercio (Armando Cavalieri, su titular) en el Wal-Mart, lo apretaron un par de patoteros. ¿Sabés qué hizo? Se fueâ. Mauro se rÃe. Es martes y estamos en el local de Avellaneda del Partido Obrero, en la calle Lebensohn, a pocas cuadras de la estación del tren. Mariano era el dirigente de la zona. El que toma la posta es Mauro, que conoció a Mariano en un asado: âEra en su casa y habÃa dos pedazos de carne, para 10 personas. Un desastre. Pegamos onda desde el principio. Era tÃmido, pero cálidoâ.
Otra vez las risas. âConocà a Mariano en el CBC en 2009. Fue raro porque costó romper el hielo, pero a los diez minutos sentà que lo conocÃa de toda la vida. Era asÃâ, cuenta Nicolás. Las formas se repiten con Federico, Luciano y Manu. Coinciden en la simpleza, la humildad y la calidez de su compañero. Elogian su militancia y, ante todo, su humor negro.
âCuando murió decidimos recordarlo a su forma. Aún lo lloramos, pero luchando por el juicio y castigo a los culpablesâ, explica Nicolás. Luciano insiste: âSu frase favorita era âQuien se arrodilla ante el hecho consumado es incapaz de afrontar el porvenirâ, de León Trotski. Nosotros no nos arrodillamosâ. La seriedad dura poco: âAl otro dÃa de su muerte, nos la pasábamos haciendo chistes de humor negro, como habrÃa hecho él. Pero habÃa compañeros que decÃan: âUh, qué mal les pegóââ. Otra vez risas.
Está húmedo y amenaza con llover. Adentro, cinco jóvenes discuten la próxima pintada, preparan afiches y confirman el festival de hoy en el CBC de Avellaneda, donde militara Mariano. Habrán bandas âChala Rasta, Zarpados en Zapada y otrosâ y exposiciones plásticas. Las risas se mezclan con gestos adustos. Aún son un grupo de amigos militantes que se juegan el cuerpo por âtransformar la realidad en defensa de los trabajadoresâ. Se quiebran, se recomponen y recuerdan a quien fuera su mentor. âUn maestroâ, como dicen.
Para Nicolás era âimpresionante la claridad con que analizaba la situación polÃtica y te la hacÃa verâ. Luciano, que recuerda largas noches a la espera de la actividad siguiente, cuenta que se âformó polÃticamenteâ con Mariano, a quien conoció en el secundario, âcuando explicó la burocracia sindical junto con la situación de la escuelaâ.
âEl la veÃaâ, repiten.
Con 23 años, Mariano era responsable polÃtico de la región. Por experiencia y capacidad, dirigÃa a compañeros que lo doblaban en edad. Para Mauro era porque âmilitaba desde los 15â. âHablando parecÃa un viejo de 50â, se rÃe Nicolás. Y agrega: âEra muy sabioâ. Las bromas derivan en anécdota. âCada vez que entraba al CBC le silbábamos la canción de El Padrinoâ, rÃen, porque a Mariano no le gustaba mucho su apodo. El Jefe, le decÃan. âEra jefe y maestro. Están los que leen la situación y te ayudan a desarrollarte. Ese era Marianoâ, cierra Mauro. Y deja paso al sentimiento de Nicolás que, desde sus ojos húmedos, destaca âla capacidad de preocuparse por cada unoâ, que tenÃa.
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