Más de cuarenta chicos y chicas se apiñaron en la Biblioteca Nacional para colorear estas páginas: âLa foto no nos deja mentirâ, como dirÃan algunos abuelos. Por la explanada iban llegando y saludándose exponentes de una movida legitimada por ellos mismos: los poetas de hoy. Ya no es preciso haber editado un libro para ser convocado a lecturas, tampoco ser curador para organizar un ciclo. El micrófono se abre en infinidad de eventos en Facebook, donde todos se conocen y cuyo ejercicio aglutina cada vez más a poetas ávidos de ser escuchados. En esta nueva modalidad de poesÃa oral no se cuestiona la calidad de los textos; todo lo que se reclama es una tarima para recitar, a veces más cerca del stand up que de la lÃrica. Pero siempre del lado de la magia de la palabra hablada, tal como se la concebÃa en la antigua Grecia, donde la poesÃa no estaba destinada a la lectura, sino a la representación. 5k714d
âEl inodoro me parece, de repente, un altar salvÃfico. Con dificultad me siento, pero me siento, como quien se sienta sobre una verdad y cago dos soretes enormes y amarillentos, que, por el ángulo en el que cayeron formaron una cruz perfecta, un crucifijo. Además como estoy indispuesta, desde atrás se ve venir una corriente como de humo sanguinolenta. Me digo: Qué lindo, qué bien. Dios está en todas partesâ, escribió Melina Varnvoglou en su muro de Facebook, provocando un debate: ¿este texto pertenece o no al género poético? Su autora asegura que es una poesÃa que âparodia la narratividad de la novelaâ, dice que le gusta esa definición. Surge asà otra pregunta: los escritos que se crean para declamarse en una lectura, ¿pertenecen al género de la poesÃa? âLa mayorÃa de las cosas que veo en vivo me parece de una pobreza muy fuerte. La poesÃa oral se convirtió en algo tan fácil, tan asequibleâ, dice Federico Fashbender, poeta y periodista con dos libros editados. Y asegura, parafraseando el disco de Los Auténticos Decadentes, que cualquiera no puede cantar. âNi siquiera es el descaro divertido del arte como un hecho: es estar muy poco preparado para algo que requiere de más seriedadâ, dice.
En 1985 nació el Slam, una competencia en formato de recital inspirada en las leyes del boxeo, cuyo jurado es el público y que se celebra a micrófono abierto, lo cual fortalecÃa la idea de que cualquiera podrÃa escribir. âEl Slam también puede ser un tipo de poesÃa. Es poesÃa oral interpretada. Muchos poetas que escriben Slam no publican sus trabajos porque no son completos sin la interpretación, es como leer una obra de teatroâ, cierra el concepto nuestro mataburros certificado, Wikipedia.
âYo creo que el Slam es una vanguardia poética y un movimiento literario que tiene lugar en todo el mundo y, como tal, todavÃa está descubriéndose y mutando. Basta comparar distintos slams para darse cuenta de que no en todos lados es lo mismo. La propuesta, al ser un juego, permite que se incorporen muchos elementos extraliterarios, por asà decirlo, porque todo valeâ, asevera Varnvoglou, participante de distintos slams de poesÃa oral, sin obra editada y quien dice estar recién comenzando con la escritura.
âPara mà hay cierta responsabilidad en ser autor, hay que estudiar, hay que encontrar voz y rol en el mundoâ, agrega Malén Denis, poeta que no comulga con la idea de pensar la poesÃa como un entretenimiento y autora del poemario Con una remera de Sonic Youth. âLo que pasa en el Slam es que la poesÃa se pierde, todo el mundo se pone en personaje, en hacer reÃr y me parece que no tiene valor literario. Creo que es una ridiculización inclusive de la poesÃa: se burlan de todo, no sé si está bueno hacerlo. Por eso no participo, no me gusta. Pero es mi opinión, capaz que soy re anticuada y tengo otra visión de la poesÃaâ, expone.
âAlto Woodstock de poetasâ, escribió uno en la cadena de mensajes que los llamaba a participar en la producción de la foto de tapa. Imagen que no es sólo una analogÃa de la escena de poesÃa oral, sino también su vivo reflejo. No se percibe quién es cada uno, teniendo en cuenta que muchos ni se enteraron de la producción y otros llegaron tarde. Son tantos que se pierden y a su vez forman grupos fraccionados dentro de grupos fraccionados. Mezclados están los que editaron libros y los que escriben en Word sentenciando palabras al viento; los que son leÃdos y los que son escuchados; los que eligen llevar el Paseo La Plaza a la tertulia y los que leen poesÃa; los que se presentan con nombre y apellido y los que tienen alias; los editores y los organizadores; los que se hacen llamar âartistasâ y los callados que ganan a fuerza de lirismo.
Esta invisibilidad en la escena se percibe a su vez en la pluralidad de voces que avasalló la poesÃa tal como se la conocÃa. Matizado con algo de stand up y un poco de ego, lo que importa es poner el cuerpo y recitar lo que fue escrito alguna vez. Esto es lo nuevo. Por más que les haga ruido a los poetas ortodoxos, que por supuesto no lo son, ya que ellos a su vez aggiornaron la poesÃa tal como se la conocÃa en las épocas de Gustavo Adolfo Bécquer e inclusive (más acá en el tiempo) en los de Pablo Neruda.
Pero hay algo más sobrevolando esta movida y es que sin obra no hay autor, como planteaba Michel Foucault. Es menester hablar del anonimato en el cual está sumida la poesÃa actual al no haber un referente generacional fuerte y trazar un paralelo con el entierro del literato. âLa noción de la muerte del autor me parece perjudicial, tiene que aparecer la mayor cantidad de voces lo más fuertes, definidas e individualizadas posibles para crear cosas que perduren, que puedan superar cualquier noción de moda o siquiera de movimiento. La opción de no editar es directamente egoÃstaâ, asume Fashbender.
Cuesta descifrar el valor literario en la poesÃa oral, tal vez su economÃa se devele con el tiempo. Pero no se puede negar que algo está cambiando y cada vez más chicos y más chicas se le animan a la pluma, aunque no traigan consigo el bagaje intelectual que tiempo atrás tuvo eso que se llamó poesÃa; ese sentimiento sublime, estético, vinculado con la palabra. Esta vez, en este round, ganan las ansias de ser escuchados.
Actualmente, hay más de veinte ciclos de poesÃa en funcionamiento en la Ciudad de Buenos Aires: 12 Poetas / 12 Apóstoles, El Imposible, Los Fantásticos, Os Picantes, todos los ciclos de Matienzo Lee, todos los ciclos de La Casita más copada de Villa Crespo, El Sucede, Slam de PoesÃa Oral, The Pibas & The Pibes Intense, Multiplicá, Más PoesÃa Menos PolicÃa, Las Puntas del Clavo, El Encanto de Once, Ciclos de lecturas en Naranja Verde, Delicias de Autor, Maldita Ginebra, Living Público, Otoño Antropético, Abasto Bristol, Los Mudos, Rockelin, Carne Argentina...
Muchas de las noches de los últimos meses fueron lluviosas. Algunas más terribles que otras. Pero eso no impidió a almas jóvenes movilizarse en pos de la palabra hablada. El evento anunciaba que la lectura serÃa en la Sala B del Emergente. También prometÃa exposición de fotos. MatÃas Reck, editor de Milena Caserola, oficia de anfitrión y presenta a los poetas que previamente fueron anotados en una lista. Los anuncia con sus nombres de pila. El primero en pasar es Marito: Mario Montenegro, organizador del ciclo 12 Poetas, 12 Apóstoles, quien comenzó en la poesÃa por casualidad, ya que con su banda Angustia Pública estaba más que conforme hasta que probó leer en público uno de sus poemas y, sin exagerar, el resultado fue similar a una ovación. Luego AgustÃn, Guido, Valentino, Juana.
En la sala A suena Deep Purple, un tema tras otro. La música se mete con todo en la sala de los poetas, algunos parecen no soportarlo. Es adecuado que Highway Star rompa la barrera del sonido y se quede de este lado. Quince minutos es el tiempo de cada uno para leer. Cada tanto interviene Reck. Esta vez, avisa que el sábado estarán aguantando en la Sala Alberdi en contraofensiva a la represión que sufrieron los compañeros que resistÃan la toma.
Luciendo una remera de Cat Power, toma la posta Juan Xiet, uno de los responsables de los ciclos de El Emergente. Dice que está bueno que todos escribamos y hagamos, aunque más no sea en nuestras casas. Lee San Telmo, que narra la partida de su casa materna, los bártulos obsoletos que trasladó y las señoras cucarachas con quienes se cruzó durante esa experiencia. âAguante Deep Purpleâ, agita Reck, que retoma la palabra y lee una descripción de la figura del poeta que alguien le alcanzó: âSon los faquires de la sintaxis / son el comodÃn de un mazo de cartasâ. â¡No somos nada!â grita uno del público, aportando una cualidad al inventario. Afuera todavÃa llueve mientras adentro se suceden los lectores, y cada tanto vuelve Reck que sigue delineando el perfil del poeta, adjudicándole, entre otras cosas, ser los ojos de los enfermos.
* Miércoles en Gallo 333. Desde la medianoche.
Guebara es un bar a la vieja usanza en un barrio Ãdem. Es una noche cacerolera; sin embargo en San Telmo hay silencio de misa. Suena Arcade Fire, la música esta vez no es funcional, sino identitaria. A dos bares de distancia se está llevando a cabo Los Mudos, el mÃtico ciclo de narrativa (que con el tiempo también incluyó poesÃa) organizado por Lucas âFunesâ Oliveira, agitador clave en la movida literaria. Fernando De Leonardis, periodista y escritor, programa estas veladas en Guebara y es quien da la patada inicial con Cadáveres, de Néstor Perlongher. De estricta remera de Massacre Palestina, De Leonardis lee esta suerte de cotidianidad dark donde se mezclan los vivos con los muertos, e inmediatamente presenta a Julia Sarachu, quien además de poeta, es traductora. Afuera se habla y se fuma. Adentro el respeto es condición sine que non, a pesar del rock y de la barra que expende birra a todo momento. Sarachu lee con firmeza su poesÃa que habla sobre cómo se le revuelven las tripas cuando los poetas burgueses hablan de los pobres. Nombra barrios porteños, calles y se mofa de cierta lectura que una vez presenció en el Congreso de La Nación.
Mariana Kruk la sucede. Lee poemas de su libro Migas, avisa que la mayorÃa serán de amor, aunque también elige homenajear al bar que nos convoca y define a Guebara como âun sucucho solo perceptible para fantasmas malheridosâ. Esta cronista le sigue a Kruk. En el rincón del cuadro de Federico Moura, leo poesÃas editadas en Full of Love y otras inéditas. Luego viene Sebastián MatÃas Oliveira, más conocido como Oli, tal es el nombre de su banda, y lee su TrilogÃa de la carne. Oli dice que vino sin prepararse: sin embargo, está peinado estupendamente y de impecable atuendo. âVoy a leer el texto menos rockero de todosâ, dice y sale con un cover de Pablo Neruda. âBásicamente pensamos que es un gil, pero dicen que los fascismos suelen entrar en acción borrando a los poetasâ, dice. Y lee Oda a Federico GarcÃa Lorca, sin micrófono y en un tono casi confidencial.
Seguidamente al último aplauso irrumpe Led Zeppelin con Black Dog y otros hits rockeros. El público comienza a hablar, se levanta, y lo que hasta hace un rato fue una velada literaria de las buenas, se convierte en una pista de baile rockera.
* Jueves en Guebara Bar, Humberto Primo 463. Desde las 19.
âVamos a pasar un corazón de mano en manoâ, dice El Equilibrio Cósmico, alter ego de Fabio Obregón, encargado de cantar, tocar los rios de percusión, la armónica y la guitarra criolla de la que cuelga un sahumerio Satya Sai Baba cuyo aporte de onda oriental es imprescindible. La idea es que colaboren con lo que puedan y lo metan en ese corazón de cartapesta.
Todo es âpoesibleâ en Abasto Bristol, el ciclo de poesÃa que organiza LucÃa Eisenchlos, locutora de radio y televisión que en los ratos libres se encarga de embellecer su vida con un poco de poesÃa. Nadie aporta una moneda al corazón. Una pena, ya que no se cobra entrada y el ciclo es uno de los más respetuosos con los poetas y los músicos. Hay buen sonido, una linda ambientación y todo se presta de manera amable a la escucha.
Este domingo hay cerca de veinte personas, âla noche menos convocanteâ, explica LucÃa. En la pared se proyecta un corto de Tales of Takes, seleccionado por Kit Sch, quien también pinta en vivo. Cuando Fabio deja de hacer sonar sus juguetes, suenan varios temas de Edith Piaf. Los poetas invitados son Fernando Bogado y la misma LucÃa, que entre un texto y otro habla con naturalidad, como si el escenario le fuera propio. LucÃa es graciosa y su calidez mantiene a los escuchas atentos. Explica su teorÃa de los ânovios hippiesâ que pululan en el under, teorÃa contrastada que le llevó dos años de trabajo de campo. âHoy que somos pocos y nos conocemos poco, vamos a decirlo: todos en algún momento se cogieron a alguien; yo me cogà a alguienâ, comienza su historia de (des)amor. Dice que en el under conoció muchos chabones inconstantes y después âse pegaron una desaparición en democracia, eran el Julio López del amorâ.
Bogado, âel hombre del verano, de piel olivaâ; según lo definió la presentadora, lee poesÃa desde sus ediciones, habla del barrio de San MartÃn, de Vicente Luy, de su perro blanco y de su generación. Abasto Bristol sucede con poca y buena oferta para disfrutar de este nuevo espacio de Almagro/Abasto y soñar con la playa en pleno ciclo lectivo. Lo bueno si breve...
* Domingos en Guardia Vieja 3777. Después de las 20.
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