En la sala de ensayo donde se junta la Orkesta Popular San Bomba hay una mandÃbula de burro con los dientes flojos, que castañetean casi de la misma forma que si a uno le dieran golpes rÃtmicos con un palo en el comedor. Ese esqueleto es un instrumento de percusión afro peruano, se llama quijada y forma parte del universo de la banda tanto como la música balcánica, Björk o Los Redondos. Con un repertorio de canciones propias de cumbia e influencias de un par de tribus urbanas y continentes, la orquesta que formó el violero MatÃas Jalil en 2008 desembarca en La Trastienda Club para presentar El conjuro, su segundo trabajo discográfico. 6t3uz
¿Qué hubiese pasado con una banda como la Orkesta Popular San Bomba en los â90, cuando estallaba la âhair cumbiaâ de la mano de cabelleras al viento como la de Ariel Pucheta (Ráfaga), rulos mojados como los de Alcides y platinados sedosos como los de Commanche? âNo hubiera pasado nadaâ, desacredita Jalil, muy consciente de la revalorización del género durante los últimos cinco años por parte de la clase media porteña, que empezó a consumir (y a ejecutar) la música que se tocaba en los salones de Colombia en los años â50, reversionada por orquestas jóvenes de acá.
A diferencia de otros grupos locales, San Bomba no se clava con las momias del pasado âtodos los respetos a Don Lucho Bermúdezâ sino que pone sus influencias al servicio de la cumbia. Si hasta la cantante, la peruana Tilsa Llerena, cantaba y componÃa en inglés, en una onda más Björk, hasta que se sumó a ellos. âCon nosotros le salió todo el latinajeâ, cuenta Jalil. Si pelaron una cumbia oscura, sumisa como un guiso cruel, cuando se metieron a hacer una versión bailantera de Salando las heridas, de Los Redondos. Si se animaron a incluir en la orquesta a un talentoso DJ de ritmos andinos, ChoqueManta. âNo soy un amante de la electrónica, pero creo que es un central en la música popular contemporánea, tanto como la guitarraâ, entiende Jalil.
El grupo toca cumbia con acordeones, guitarras (criollas y eléctricas), charango, cavaquiño, violines, viola, chelo, sección de vientos, voz y percusiones varias. Pero hay una base rockera de bajo y baterÃa. Y en el medio del barro, un tipo en las bandejas, con faso y rastas colgando, concentrado en tirar samples y hacer scratch. El resultado, a nivel musical y visual, es algo que no se ve todos los dÃas en escena.
Es cierto que en el primer trabajo discográfico, Sal de tu cuerpo, el repertorio tenÃa un salpicado de ritmos de Sudamérica. Esto es porque Jalil daba talleres de música latinoamericana (los sigue dando) y armó San Bomba con alumnos de su cosecha. La idea era formar una orquesta en la que cualquiera pudiera tocar y en la que los sonidos fuesen amigables para todos. En aquella muestra anual subieron cuarenta personas al escenario y tocaron un huayno. Con el tiempo, Jalil entendió que sumar demasiados géneros musicales de la región iba a terminar limando la propuesta. Para no perderse en tantos géneros, Jalil apuntó los cañones a lo que realmente le interesaba: la cumbia. âHoy compongo con una idea más clara; de hecho este disco es mucho más cumbiero, pero nos permitimos influencias de muchos palosâ, ite. La música balcánica aparece en canciones como La fuga, que chorrea guerreo melancólico y baile gitanillo a la Goran Bregovic.
La Orkesta Popular San Bomba cocina, al fin de cuentas, un guiso de cumbia al que le mete un poco de todo, sin perder identidad, aunque haya mil instrumentos en el escenario haciendo mil cosas. También demuestra que se puede tocar cumbia sin ponerla en ridÃculo como los rugbiers Agapornis. San Bomba tiene una señora patrona: la cumbia. Y si le mete un poco los cuernos, con un balcán polvoriento, un DJ y guiños ricoteros, es para hacerla más feliz.
* Viernes 24 en La Trastienda Club (Balcarce 460). A las 21.
© 2000-2022 pagina12-ar.informativomineiro.com|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.