Si Bruno DÃaz es Batman, Clark Kent es Superman y Diego de la Vega es el Zorro, entonces Gastón Gonçalvez, bajista de Los Pericos, es Fugazzetonga, el hombre que desafió a su propio estómago y se propuso catar todas las fugazzetas de Buenos Aires. Fanático de la pizza desde la cuna, estudió el paño como nadie y engulló porciones con rigurosidad de cientÃfico loco. Finalmente, elevó un informe que tiene fuerza de ley (y que le hizo ganar un par de enemigos, embanderados en sus propias causas pizzeriles): el top five de las mejores y peores fugazzetas de la ciudad. 2f571o
Además del proyecto de las fugazzetas y de su actividad con Los Pericos, Gonçalvez toca el bajo y el ukelele en un proyecto musical con tÃtulo gastronómico: Oliucanit, trÃo que compone con los ex Arbol MartÃn Millán (baterÃa) y Sebastián Bianchini (guitarra y voz). En septiembre sacan su primer disco y arrancan una gira por el interior. âNos gusta romper con la idea de una tÃpica banda arriba del escenario; preferimos vernos como un colectivo artÃstico, con una pata teatral y visual muy fuerteâ, explica Fugazzetonga. Oliucanit tiene una estética que remite al comic y a una suerte de circo ambulante. Siempre salen a tocar con antifaz y parecen superhéroes luchando por causas que ni ellos recuerdan, pero que en algún momento fueron importantes. âJugamos al misterio y la eleganciaâ, concluye Gonçalvez, que en los entretelones de sus bandas llevó al NO a una cata.
â¿No ves lo buena que es? La fugazzeta tiene que ser bien seca. Mirá, asÃ, como cuando éramos chicosâ, dice, mientras devora su porción sin mancharse, con deferencia de lord inglés. Por esa trituradora implacable pasaron camiones enteros de muzzarella y cebollas durante las últimas décadas, con lo cual el veredicto no puede estar demasiado pifiado. La pizzerÃa Nápoles, en Corrientes y Serrano, es una de las preferidas de Fugazzetonga, ya que ocupa el número uno en la escala del catador.
Quien ponga la palabra Fugazzetonga en Facebook encontrará la foto de un hombre con antifaz sobre un colchón de cebollas. El toque glamoroso es que este señor fuma un churro cubierto de chocolate. El lema de la página es sencillo, pero la pesquisa es ambiciosa: âLa búsqueda de la fugazzeta sagrada es mi misiónâ. En uno de los posts, un plato volador está abduciendo una porción de pizza; en otros, se leen las evaluaciones de Gastón sobre tal o cual pizzerÃa, y los foristas aportan datos o reclaman al catador que emita su juicio o se apersone para una degustación in situ.
Es que, para los que no lo sabÃan, el Mundo Pizza tiene más internas que el vestuario de Boca. Hay quienes defienden a capa y espada la pizzerÃa de su barrio y se enojan feo si alguien la critica. En esa, Fugazzetonga sabe ser lapidario: âLa fugazzeta cayó en el despropósito de la abundancia. Es lo que pasa si vas a La Mezzetta âemblema pizzero de Colegiales, en Alvarez Thomas al 1300â, que le ponen una tonelada de queso derretido. Ese lugar es la Franja de Gaza de las fugazzetasâ, declara. âHay un cambio de tendencia en la materia: ahora, poniéndole tanto queso, te la quieren dar en la peraâ, dice. Y traza un paralelismo: âUn flan de dulce de leche con dos kilos de dulce encima no es un flan, es una masacre de flanâ.
Este sibarita tiene alto pedigree de origen: no sólo merodeó decenas de pizzerÃas en Capital y conurbano sino que también sabe distinguir ciertos detalles invisibles al resto. Con sólo probar una porción, puede descubrir cuál es la marca del queso, y es capaz de distinguir que en El Imperio de la Pizza, el boliche al que va más seguido, cambiaron al maestro pizzero.
Para no dar más vueltas, éstos son los cinco locales que ocupan el cielo de Fugazzetonga: La Nápoles, El Palacio de la Pizza, El Imperio, El FortÃn y El Cuartito. Y esta es la trifecta del infierno cebollÃstico: AngelÃn, Burgio y Kentucky.
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