âColor humanoâ es una canción que sencillamente me vuelve loco. Por muchos y diferentes motivos: los climas que se van sucediendo, el trabajo de delicada orfebrerÃa que hizo el enorme Edelmiro Molinari en la composición musical y esa letra entre volada y filosófica que te deja un tendal de preguntas. Si a eso le sumamos el contexto histórico de qué pasaba con la música rock a nivel mundial y local y qué pasaba en nuestra sociedad, su relevancia es aún mayor. 2w328
Cierta vez, a los 17 o 18 años, hice uso de esa potestad adolescente de regalar a otra persona algo que en realidad compraba para mÃ: ese mes de septiembre mi madre para su cumpleaños recibió en vinilo el primer álbum de Almendra. Justifiqué esa compra basado en que ella siempre dijo que le gustaba mucho âMuchachaâ. De ese disco yo no conocÃa mucho más que ese tema y, con suerte, âAna no duermeâ. En aquellos años estaba saliendo de la fascinación adolescente que me habÃa generado Charly GarcÃa, desde el viaje fogonero de Sui Generis al tsunami popular de Yendo de la cama al living. Ya me habÃa vuelto loco con las otras bandas de GarcÃa (más con La Máquina de Hacer Pájaros que con Seru Giran) y con el audio sofisticado de Clics Modernos. Empezaba a fanatizarme con Sumo y con los Redondos de los dos primeros discos, pero recién le estaba entrando a Spinetta y eso sucedió con el disco que habÃa sacado en ese momento, que creo que fue Téster de violencia. Y también con Artaud. Creo que no estaba lo suficientemente maduro como para rendirme ante Almendra ni con el resto de su obra previa, asà como con Manal, Pappoâs Blues ni Aquelarre. Pero poco a poco ese disco del payaso me fue entrando. Y mucho. Obviamente, en mi primera mudanza de la casa paterna, me llevé todos los vinilos y aún conservo en mi poder ese disco.
Pasaron las décadas y con ellas las infinitas escuchadas de todo el material de Almendra (y de Pescado Rabioso, Invisible, Jade y Los Socios del Desierto dentro del exquisito universo de Luis Alberto, para no seguir enumerando todo el rico material de nuestro primer rock nacional). Llegó ese momento mágico que jamás imaginamos hasta unos pocos meses antes, esa fantasÃa que iba a cumplirse bajo el nombre de Las Bandas Eternas en el estadio de Vélez. Debo confesar que, dentro de la grilla de esa noche, yo tenÃa todas las fichas puestas en Invisible. Y por supuesto que no defraudaron, son el trÃo de rock perfecto: potentes, sutiles, creativos... unas bestias.
Pero de ningún modo esperaba que Almendra arrancara su set con âColor Humanoâ. Cuatro señores afiladÃsimos y tan irados y queridos y tocando ese tema ¡IncreÃble! ¿Justo ese tema? El juego de las guitarras entre ese rasgueo y la frase que se repite que hacÃan Luis y Edelmiro y esa voz empezando a cantar âbeso mares de algodónâ y yo... simplemente me desarmé. Estaba cansado, cagado de frÃo e hinchado las pelotas de todas esas horas parado. ¡Esos larguÃsimos intervalos entre formaciones! También estaba molesto porque no me habÃa gustado nada cómo sonó Pescado (¿¡cómo puede ser que ni David Lebón ni Bocón Frascino hayan aceptado agarrar el bajo!?).
Asà fue como Almendra me tomó por sorpresa, abriendo su show con ese tema y sin que pudiera controlarlo empecé a moquear y lagrimear de emoción como nunca me pasó siendo público de un concierto. Además, poco tiempo antes habÃamos hecho un show con Pez con Emilio del Guercio en el que hicimos juntos un tema de Almendra 2 y otro de Aquelarre, asà que me emocionó verlo con esa felicidad subido al escenario de Vélez. Lo que ocurrió en Liniers después del show de Almendra no logré retenerlo demasiado en la memoria. Volvà a mi casa en estado de gracia absoluta y agradecido por siempre de haber tenido la suerte de estar ahÃ. Y sin saber de qué color es un humano.
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