En la trilogÃa de El Padrino hay infinidad de escenas tremendas, pero una me viene a la cabeza automáticamente. Es notable, porque la de Coppola es una serie de pelÃculas extraordinarias sobre la mafia que va mucho más allá de donde llegan la mayorÃa de las pelÃculas sobre la mafia: El Padrino no solo retrata episodios especÃficos de la vida de los Estados Unidos en determinadas etapas del siglo XX, sino que a medida que la saga avanza se va afianzando en su retrato del poder de la mafia en relación con el poder polÃtico y el poder económico, haciendo intervenir cada vez más y más factores, y ahà está el episodio sobre Cuba y los negocios previos a la Revolución, y luego el vÃnculo con el Vaticano, y tiende tantas otras relaciones con el mundo que se vuelve sencillamente fascinante y épica. No por nada es para tantos el clásico de culto que es. 6r1n5s
Sin embargo, y a pesar de lo brillante y profunda que es en su retrato de todos estos temas, si tengo que elegir una escena, una sola, me quedo con ésa en la que Vito Corleone, el personaje de Brando, tiene que decidir cómo será el funeral para su hijo mayor, el que murió acribillado, el que interpretaba James Caan. Don Corleone le pide al dueño de la casa fúnebre que prepare un poco el cadáver, que lo arregle, que lo mejore, por las condiciones en que lo ha dejado la muerte. Cuando destapan el cuerpo, lo que vemos es la reacción de Corleone, su conmoción cuando se encuentra ante el espectáculo terrible de su hijo destrozado. Hasta ese momento, las escenas previas han sido del orden de lo corriente, de lo cotidiano; pero entonces Brando descarga sobre nosotros, con una fuerza enorme, esa expresión que dice todo. Con calma, con una gran economÃa gestual, nos hace llegar una sensación de una intensidad descomunal.
Cuando vi El Padrino en el cine por primera vez âno recuerdo en qué sala fue pero sà que fue poco después del estrenoâ muchos de los actores que dejaron su marca en la pelÃcula todavÃa no eran muy conocidos. Recién para cuando se estrenó El Padrino II, cuando se habÃan seguido consolidando en otras pelÃculas, uno podÃa ir al cine esperando ver a Pacino, a Duvall, que estaba increÃble, también a De Niro. Pero cuando se estrenó la primera, uno de los ganchos era Brando, por supuesto. Y para uno que, como yo, ya se estaba dedicando a la actuación, esto era un extra importante: Brando era muy importante para la época y para los actores de mi generación, pero no tanto por todo el mito de la escuela, del Actorâs Studio; al menos yo creo que eso siempre fue más una cuestión un poco marketinera: Brando era Brando y en esa escuela como en cualquier otra hubiera logrado esa impronta tan propia de él. Creo que hay muchas pelÃculas que prueban esto. Y también que el momento en que enfrenta el cadáver de su hijo pone en escena esa impronta de manera feroz: cualquiera que se dedique a la actuación sabe lo difÃcil que es transmitir tanta intensidad con tan poco como lo hace él ahÃ. Hay otros momentos de la pelÃcula y de la trilogÃa que son más conceptuales, o más importantes desde lo ideológico, pero desde lo artÃstico el que más me impacta, el más imborrable, es éste. El Padrino era entonces, para quienes estábamos en esto, tanto más que la experiencia de la pelÃcula; era directamente una clase magistral. Vi las dos siguientes pelÃculas en el cine, porque con pelÃculas asà no podÃa ser de otra manera: habÃa que ir a verlas en pantalla grande. Y luego las volvà a ver muchas veces cada una, porque lo elegÃa, o porque cada vez que aparecen en televisión no puedo con mi alma y tengo que entregarme a ellas de nuevo.
Raúl Rizzo estará interpretando la obra Juan Moreira, de Eduardo Gutiérrez, en el marco del ciclo Teatro en Radio, con dirección, adaptación, banda de sonido y coordinación general de Raúl Brambilla, los martes 2, 9, 16 y 23 de agosto, a las 19, en el Auditorio Gregorio De Laferrère de la sede de Argentores, Pacheco de Melo 1820. Gratis.
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