Durante las décadas del 60 y 70, el fotógrafo neoyorquino Arthur Tress âconocido por sus alegorÃas surrealistasâ se embarcó en la siniestra tarea de retratar el inabarcable e inquietante universo de las pesadillas. Pero no cualquier pesadilla, sino aquellas conjuradas por los niñitos de la época y su ciudad, quienes, consultados por el artista, dieron detallada descripción de los malestares que los perseguÃan en estado R.E.M. Al resultado en blanco y negro lo llamó Daymares, serie que anuda en las jóvenes psiquis para demostrar que, aunque inocentes, están signadas por terrorÃficas obsesiones. Derribados por caballitos de carrusel, sosteniendo hoz y martillo, maniatados por la efigie de un cuervo, asà recreó Tress los sueños de los chiquillos, persiguiendo una intención: âBuscaba imágenes mÃticas y arquetÃpicas, pesadillescas; lo que más tarde se convertirÃa en mi sello de fábricaâ. Y también agregó: âMostrar cómo la imaginación creativa de los chicos está traduciendo constantemente su existencia en sÃmbolos mágicos que expresan estados del sentir o del serâ. Adquiridas (en parte) por el Museo Getty a principios de este año, y vueltas virales en copiosos portales del globo desde las pasadas semanas, las fotografÃas âsumergidas en la poética onÃrica del terror primarioâ no hacen nada por aplacar miedos; en todo caso, se regodean en ellos. Enhorabuena. 4l2e31
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