En la vida nada es gratis. Una declaración poco conciliadora, pero bastante elocuente y esclarecedora ideológicamente, que podrÃa resumir las tensiones y el clima polÃtico que empezó a experimentar Chile a partir de 2011. La autorÃa corresponde al ex presidente Sebastián Piñera, en pleno auge de las movilizaciones ciudadanas por las demandas respecto de la educación pública que comenzaron a cristalizar un debate hasta ese momento bastante inédito en la agenda del paÃs trasandino. âEn la vida nada es gratisâ, dice Piñera en las noticias de la mañana, mirando a cámara del otro lado de la televisión. Esta escena, tal como se la vio desde una casa cualquiera hace tres años en pleno auge de la discusión, es una de las que inauguran El vals de los inútiles, la pelÃcula en coproducción con la Argentina sobre la experiencia de las manifestaciones sociales en Chile que tendrá estreno la próxima semana en Buenos Aires. A pesar de que parecen ser films más proyectados y desmenuzados puertas afuera, Chile posee una prolÃfica tradición en la producción de documentales. El vals de los inútiles es el primer largometraje del director chileno Edison Cajas y se estrena en un contexto de regeneración en la realización de pelÃculas con contenido polÃtico a cargo de directores jóvenes, y a la luz de los movimientos y demandas sociales que ha experimentado el paÃs los últimos años. La pelÃcula apuesta por un registro que dialoga entre lo público y lo privado, enunciando ciertas temáticas generacionales y exponiendo un clima de transformación polÃtica que atraviesa el paÃs, con eje en historias personales dentro de las multitudinarias manifestaciones estudiantiles en la lucha por la educación pública que pusieron a Chile en el ojo del mundo hace un par de años. 4d5tz
Se calcula que son 1800 millones de dólares los necesarios para costear la educación pública de Chile durante un año. Y son también 1800 las horas seguidas que cientos de estudiantes y padres estuvieron trotando por relevos alrededor del Palacio de La Moneda en lo que llamaron âMaratón por la educaciónâ, una de las formas de protesta ciudadana más rememorada y significativa de ese momento. Una imagen elocuente que sirvió como evento y punto de partida del documental, antes que nada desde el asombro y como necesario registro de este acontecimiento único desde el regreso a la democracia: el de la ciudadanÃa manifestándose masiva y públicamente por primera vez en veinte años. âSalimos a filmar esto que estaba pasando sin saber mucho para dónde iba, con la idea de tener registros, de compartirlo en un blog o incluso simplemente en YouTube, pero con la idea de que existiera. Nos parecÃa significativo esto de la maratón por la educación, y haciendo entrevistas ahà me encontré con los dos personajes que se transformarÃan en la pelÃcula. Me di cuenta de que finalmente ése era el tema: cómo dos generaciones se cruzaban. Evidenciar en la pelÃcula que esas generaciones en realidad siempre estuvieron unidas en un sistema que los habÃa invisibilizadoâ, aclara Cajas desde su oficina en Santiago de Chile, antes del estreno de su largometraje en Buenos Aires. A través de este acto maratónico como estandarte de la unión generacional y como único link entre ambos personajes, la pelÃcula construye un relato que excede la épica de las manifestaciones públicas y le concede un lugar a la cotidianidad más silenciosa e Ãntima de dos personajes que parecen ser actores secundarios y que, sin embargo, cristalizan temas públicos y generacionales. DarÃo, un callado adolescente que acaba de perder el año por las tomas en el liceo al que asiste, el más emblemático de Chile. Y Miguel Angel, un sereno profesor de tenis con un pasado de violencia como preso en dictadura.
âCreo que para que esta situación explotara fue determinante el hecho de que estuviese en el mando un gobierno de derecha, por primera vez después de la dictadura. Y por otro lado, o por esto mismo, que ya comenzaba a visibilizarse entre ese bálsamo de las tarjetas de crédito y los shoppings y el Santiago bonito, el tema del endeudamiento, del cobro excesivo, la idea de que un chico quedaba endeudado por veinte años si decidÃa ir a la universidad. Esa gente agarró una especie de valor, de salir a la calle como no lo hacÃan desde hace añosâ, dice el director. La tensión sostenida que mantuvieron los estudiantes durante el gobierno de Sebastián Piñera, pero que también alcanzaba a la seguidilla de gobiernos de izquierda que no incluyeron en su agenda la fiscalización del lucro descontrolado y la progresiva pérdida de calidad en la educación, pedÃa reevaluar un sistema educativo diseñado en plena dictadura militar y permitió desenmascarar una serie de irregularidades que tuvieron a empresarios y polÃticos dando explicaciones. No sólo se puso en la palestra el tema de la sectorización impenetrable, y la forma en que el sistema sólo da a quienes puedan pagar por él, sino los resquicios y la nula fiscalización que han permitido que el lucro empresarial opere prácticamente de forma legal, la educación a merced del mercado y los estudiantes en total desprotección: muchos de ellos se endeudan por años, o son becados por el Estado, en pos de tÃtulos que no los habilitan en universidades fraudulentas. La indignación de la generación que sale a marchar se ha posicionado como un malestar social generalizado, es la generación que en muchos casos resulta primera de sus familias en lograr asistir a la universidad; la proliferación de universidades privadas sin garantÃa de calidad, la facilidad en los créditos y endeudamiento, y la idea de estudiantes como consumidores, han ocasionado una grieta profunda. âEmpezamos a observar cómo los padres de los estudiantes y otros sectores de la sociedad se sumaban a estos pedidos, porque la protesta era muy válida. Y estos lÃderes naturales, Camila Vallejo o Giorgio Jackson, lograban que la gente quisiera salir a la calle. Los movilizabanâ, explica el director.
La ópera prima de Cajas opta por alejarse estéticamente del registro más clásico del documental y también del noticiario televisivo. Es evasivo con las entrevistas y las voces explicativas o en primera persona, por lo que materialmente el conflicto social forma parte siempre de un background que acompaña todas las acciones, pero se devela en dosis mesuradas, con algunos archivos de audios noticiosos y registros cercanos desde dentro de las protestas. âLa primera decisión era salirse del esquema del reportaje. Cada noche, durante el tiempo que duró la protesta, la televisión era una repetición constante del mismo tipo de imágenes. QuerÃamos retratar en la pelÃcula este ambiente y este clima de una forma poética: 200 mil personas marchando cada semana eran también historias chiquitas y particulares, retratos de esta generaciónâ, dice Cajas. Por eso lo que verdaderamente importa en este relato son DarÃo y Miguel Angel, que no son polÃticos, ni lÃderes estudiantiles, ni piezas clave dentro del conflicto, y que como único punto en común tienen su Ãmpetu por manifestarse en la maratón. Cada uno en su rutina taciturna y cotidiana. Uno, decidiendo apenas por su futuro y en un contexto donde tÃmidamente se ve obligado a familiarizarse con los procesos polÃticos de su paÃs: por primera vez en años, su colegio se pronuncia por una causa pública y permanece tomado siete meses. El otro, rememorando eventos violentos y dolorosos de su pasado a través del optimismo renovado de una nueva generación. âSomos la generación de los libresâ, se enuncia en uno de los audios que elige incluir el director. Se trata de un relato contemplativo y amoroso con los personajes, con una propuesta estética más cercana al control de los factores de la ficción que a la incertidumbre del documental. De pequeñas acciones acumulativas en que los conocemos desde su cotidianidad. Una breve conversación telefónica familiar, una tarde en la pileta, el primer dÃa de la toma en la escuela, una charla entre padre e hija. Una idea globalizante acerca de la forma en que los procesos sociales y polÃticos del paÃs afectan y moldean en lo privado las vidas de estas personas, y cómo es que ambas generaciones están atravesadas por un mismo tipo de violencia, fÃsica y simbólica, no sólo en los horrores de la dictadura como evento pasado sino en su fantasma dentro de las polÃticas neoliberales, la violencia institucional y la edificación de la idea del miedo como transgeneracional.
âPorque esos juegos al final / terminaron para otros con laureles y futuros / y dejaron a mis amigos pateando piedras.â âEl baile de los que sobranâ, el tema del grupo Los Prisioneros con el que culmina el documental y al cual debe una suerte de remix de su tÃtulo, fue una de las canciones emblema del Chile en dictadura y, en la crudeza de su relato sobre la experiencia de la educación sectorizada y la marginalidad, marcó a la generación de jóvenes de los â80. La música del grupo liderado por Jorge González, una banda que hizo de la elocuencia de la canción de protesta un fenómeno pop bailable, con letras de melancolÃa demoledora que abordaban el desencanto y la opresión polÃtica desde la cotidianidad de historias Ãntimas, es aun hoy una de las más escuchadas por los adolescentes, a pesar de que el grupo ya no existe desde hace años. Si bien esta elección en la pelÃcula puede resultar un poco sobrecargada o redundante en remarcar el discurso para un público chileno que la reconoce como himno, es bueno cavilar sobre la aterradora actualidad que la canción continúa teniendo y por la cual se convirtió nuevamente en himno caracterÃstico de las manifestaciones estudiantiles de los dos mil. El tÃtulo del documental, pervertido y actualizado por otra de las frases célebres de ese momento âla de un polÃtico de derecha que declaró: âLos que salen a marchar son una manga de inútiles subversivosââ, evidencia de entrada algo de este Ãmpetu por acoplar a generaciones que están unidas por un pasado quebrado, pero que se encuentran en una especie de regenerado optimismo.
âNo hay nada que celebrar.â Ese fue el mensaje que finalmente izaron en una bandera los estudiantes cuando lograron cumplir las 1800 horas trotando alrededor de La Moneda. Al final, Miguel Angel sigue jugando al tenis. Las clases se restablecen en la escuela de DarÃo. Y cómo contar la historia del héroe sabiendo que va a perder, las demandas de los estudiantes siguen vigentes, aunque el tema ya está instalado. âYo siento que eso es. Los que estábamos haciendo la pelÃcula, los estudiantes, los que corrÃan, la gente en la calle, todos sabÃamos que no iban a ganar, que iban a ganar los que ya estaban en el poder. Pero habÃa que retratar de alguna forma lo otro, lo que sà estaba pasando. Y ahora se está discutiendo en el Congreso por primera vez, se está legislando. Se está hablando. Es rescatable. Más allá de los logros prácticos, lo que creo que cambió en Chile fue nuestra forma tan silenciosa de vivir: ahora salimos a la calle. Esto en Chile no existÃa y empezó a pasar. Yo creo que de alguna forma igual ganamos.â
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