Un colchón de dos plazas levantado contra la pared para hacer espacio, una laptop de respuesta lenta, dos micrófonos de pie, pilas de cds de distinta procedencia, varios cables por el piso, guitarras sueltas y los platos sin lavar. Entrar hoy a la casa de Francisco Bochatón es ingresar a un mundo donde lo importante es la creación permanente: componer, grabar, interactuar con los seguidores en Facebook y, con eso, hacer otra canción. âTu silencioâ se llama el tema que acaba de escribir luego de una noche en vela con pedazos de letras escogidas de los comentarios de su muro. â¿DeberÃa haberlo grabado mejor? ¿o peor? ¿vos qué decÃs?â, inquiere, impaciente, todavÃa electrificado por la experiencia y el intercambio intenso con los fans. 6x1r
Bochatón sabe que lo que en ese mismo momento sube a la web está muy bueno (otra veces fue simplemente genial) pero no puede dejar de testear la aprobación del otro; un chantaje amistoso (¿qué otra cosa que no sea positiva se le puede decir a quien acaba de terminar una canción?) pero también una leve muestra de inseguridad que lo conecta directo con el Francisco verdaderamente vulnerable de principios de los noventa. Ese que irrumpió como un diamante arisco y sensible detrás de los Peligrosos Gorriones, la banda que âhoy es posible darse cuenta, no estaba tan claro entoncesâ tocó la gloria compositiva con tres discos rebosantes de vitalidad y rara belleza esquiva como Peligrosos Gorriones (1993), Fuga (1995) y Antiflash (1997); luego terminó separándose de apuro y sin que demasiados âni crÃtica ni públicoâ tomaran nota al filo de esa década; y ahora, tras reunirse con alegrÃa en 2009, por fin pudo sacar su primer de canciones nuevas en casi dos décadas.
âCostó mucho hacer Microbioâ, asevera Bochatón sobre el flamante nuevo álbum que no sólo activa la inevitable comparación musical (¿estarán a la altura de sus otros discos? ¿mantendrán el estilo? ¿se seguirá encontrando en esos temas nuevos a la banda que alguna vez supo hacerse querer tanto?) sino que también los pone de frente a las luces y sombras de su propio pasado. El de un grupo que podrÃa haber portado con satisfacción lo que tenÃan para dar (grandes canciones, un compositor principal realmente original, una banda maravillosa y potente en sÃ) pero que al fin de cuentas no pudo prevalecer. âEn algún punto, en los 90 estábamos abriendo un camino que no estaba antes, que no existÃa. No por nada nuestro primer tema se llamó âEscafandraââ, arriesga Bochatón. Y si bien en seguida aclara que no pretende hacer una metáfora con lo que acaba de decir, es inevitable hacerse la imagen de una banda prometedora que se sumerge con habilidad y destreza en el mar a veces borrascoso del rock nacional, pero que en un momento dado, y pese a su capacidad buceadora, se le vuelve imperioso regresar a la superficie para poder respirar. ¿Qué pasó y por qué pasó lo que pasó? ¿Cuáles de aquellas heridas y cuentas pendientes empezaron cerrarse ahora con la salida de Microbio? ¿Por qué demoraron tanto en concretarlo?
La noche que se separaron, los Peligrosos Gorriones tocaron cuatro temas nuevos. Uno detrás del otro. Las doscientas y pico de personas convocadas de apuro aquel 26 de febrero de 1999 en el Showcase de Haedo se miraron desconcertadas. ¿Qué significaban estas canciones ânuevasâ en una banda que ya no iba a existir más? ¿Qué clase de broma era esa? ¿Desde cuándo un grupo se despedÃa asÃ? Por supuesto, no se trataba de una broma (a diferencia de sus pares del llamado Nuevo Rock Argentino, los Gorriones no eran adeptos al gesto irónico ni a los juegos transgresores). Pero tampoco, claramente, de una despedida al uso corriente. De esas que cuentan con alguna campaña de prensa y se hacen sà o sà en Capital, lo mÃnimo para una banda que con apenas 22 años promedio habÃa sacado uno de los mejores discos de los 90 (el primero, homónimo, producido por Zeta Bosio y ganador del voto revelación en la encuesta anual del Suple SÃ). Y que a lo largo de esa década habÃa logrado ser original sin volverse frÃa o artificiosa (ahà están los trepidantes trabalenguas de âEscafandraâ y âBicho Reactorâ adoptados como himnos por una generación que se entendÃa alternativa), pero también llegar a niveles de intimidad y confesión sensible (âPor tres monedasâ, coreada como pocas veces aquella última noche era una muestra) que ni Los Brujos ni Babasónicos, sus pares más exitosos de aquella generación alternativa, habÃan podido alcanzar.
Desde el punto de vista de la actitud, con ese show perdido en un shopping del Oeste, los Peligrosos Gorriones se marchaban casi como habÃan venido: sin real conciencia de lo importantes que habÃan sido (y mucho menos de lo que serÃan de ahà en más) y desperdiciando en su caracterÃstica desaprensión y turbulencia interna otro momento para tener un adiós a su altura. âGracias y hasta nuncaâ, casi escupió Francisco al final del recital. Y a partir de ahà la apuesta pasó ser lo que podÃan llegar a dar Bochatón como solista (en el de moda y artesanal Ãndice Virgen de Sebastián Carreras y con Gustavo Cerati como padrino vampiro en las sombras) y Babasónicos como casi únicos sobrevivientes de aquella âcamada sónicaâ que le habÃa declarado la guerra al legado clásico del rock nacional (y ciertamente habÃan irritado a más de un dinosaurio) pero que hasta ese momento no habÃa podido alcanzar una real masividad. A los Gorriones se les habÃa pasado el cuarto de hora, era la opinión generalizada. Y para aquellos que estaban tristes, bueno, todavÃa quedaban los discos (nadie negaba que eran buenos) y, en todo caso, una añoranza que ya irÃa a declinar. âEvidentemente al principio hubo una liberación. Necesitaba experimentar como ser solistaâ, cuenta Bochatón.
Pero resulta que esa añoranza no sólo no declinó sino que conforme transcurrieron los años se volvió cada vez más fuerte de la mano de toda una generación sub-30 que prácticamente no habÃa nacido o recién arrancaba la escuela cuando los Peligrosos Gorriones transitaban su irregular ây por momentos caóticoâ paso por los escenarios under. Y que un buen dÃa descubrió sus discos (los tÃos y/o hermanos mayores hicieron lo suyo) y se volvió fan. No los soltó más. Y no es que fueran tantos (difÃcil que la memoria de los Gorriones se alimente de una verdadera multitud), pero sà los suficientes como para empezar a generar algo asà como una necesidad subterránea, comentario urgente en los videos de YouTube o en los shows del propio Bochatón solista, que sumado a la mención recurrente de bandas que los ubicaban como influencia principal o revelaban su iración (El Mató a un PolicÃa Motorizado es el ejemplo clásico, pero no es el único), hizo que de alguna manera la posibilidad cierta de verlos en acción otra vez se empezara vislumbrar.
âUn dÃa, ya separados, me encuentro de casualidad con Coda en La Plata y nos ponemos a charlar. En menos de cinco minutos dos grupos distintos de desconocidos se acercaron para preguntarnos si estábamos ahà hablando porque nos Ãbamos a juntar. Y no, nada que ver. No habÃa ni planes. Pero la coincidencia nos sorprendió. Tiempo atrás eso no hubiese pasadoâ. Coda es Guillermo Coda, el imprevisible riffero de la banda con pinta de glam-stone y habilidades nirvaneras a lo largo y ancho de la discografÃa Gorrión; y el que habla es el tecladista MartÃn âCuervoâ Karakachoff, protagonista certero en esos raptos veloces entre alocados y saltimbanquis de temas como âChavachaâ o âHigo turcoâ, y figura clave (al igual que Coda) en el sonido particular de la banda (completaban el cuadro, además de Bochatón en voz y bajo trepidante, el entrañable batero Rocky Velázquez, con su golpe seco y su simpática impronta más cercana al rock clásico que al alternativo). âSin saberlo, pasamos de una generación a otra. Nos mantuvimos vigentesâ, asegura Coda.
Alguno dirá: lo que pasó con Gorriones (el ansia para que volviesen) no es tan distinto al retro 90s que también se manifestó el último tiempo con el retorno de Los Brujos, Illya Kuryaki y hasta Suárez, pioneros noise de la segunda mitad de la década. Y es cierto. Pero ocurre que los Illya Kuryaki sà habÃan alcanzado la masividad con Chaco, âAbarajameâ y demás. Y que Los Brujos, si bien no tan exitosos, sin duda habÃan accedido a momentos intensos de reconocimiento como punta de lanza de aquella movida âsónicaâ que desfiló por los Obras del Dynamo de Soda Stereo y que tuvo en âKanishkaâ su primer grito generacional (y al âD-Generaciónâ babasónico su principal escolta). Los Gorriones, si bien ungidos como revelación en el â93 con su primer disco y con el video de âEscafandraâ trepando en el ranking de MTV, andaban a otro ritmo (de hecho no figuraron en aquellos Obras de Soda) y con evidente menos soltura para enfrentar las cámaras y encajar con el alto perfil irreverente que el Nuevo Rock Argentino demandaba.
âImaginate que subÃa a tocar Rocky con la remera de San Lorenzo y yo estaba felizâ, cuenta Bochatón para ilustrar la absoluta falta de un âvestuarioâ a la hora de presentarse en vivo, lo cual contrastaba notoriamente con la parafernalia de Los Brujos, la descuidada elegancia de Juana La Loca o el impacto hÃper colorinche de Babasónicos o Martes Menta. âPara nosotros la ropa no tenÃa importancia más allá de que obviamente lo que nos ponÃamos nos gustaba. Pero no lo pensábamos de manera estéticaâ, señala el Bocha, mientras que Coda completa: âAún hoy vamos a una sesión de fotos y cuando llegamos, nos miramos, y tal vez nos cagamos de risa de lo diferente que está cada uno. Al punto que por ahà a Francisco le gusta mi camisa o viceversa y las intercambiamos ahà mismoâ.
Pero no sólo arriba del escenario se marcaban las diferencias entre los Peligrosos Gorriones y el resto de la camada sónica. Al momento de tratar con la prensa (y más si habÃa una cámara encendida) el contraste no era menor: mientras el babasónico Adrián Dárgelos fascinaba a sus interlocutores prometiéndoles el oro y el moro (y de verdad daban ganas de contagiarse de su entusiasmo), Bochatón âsobre todo al principio, basta chequear en YouTube las tensas visitas a Much Musicâ no podÃa evitar mostrarse como un alicaÃdo gorrión apesadumbrado. Pura angustia Kurt Cobain y cero retórica marca Daniel Melero, el ideólogo y productor favorito del Nuevo Rock Argentino. âÃramos jodidos en las entrevistas. Muy tÃmidos. Sobre todo con las presentaciones en la teleâ, reconoce Coda y cuenta haberle pedido disculpas a más de un periodista años más tarde. âPara Fran las notas televisivas eran un infiernoâ, suma Cuervo.
¿Cuál era el problema? Más allá del impacto de una crianza marcada por una traumática separación de sus padres (âSiempre me importó la familia unida. Y cuando mis viejos se separaron yo tenÃa 15 años. Y bueno, tuve problemasâ, contó Bochatón en una entrevista realizada por Leila Guerriero en 1997), la vorágine del ascenso de la banda desde su lugar periférico en La Plata sin duda jugó un rol preponderante. âPensá que a nuestro primer show vinieron diez amigos, al segundo cien, y al tercero, a los dos meses, ya habÃa ochocientas personas. Yo tenÃa 19 años y cuando cumplà 21 estaba grabando el primer disco en un estudio hiper profesional como Panda. Y está bien: yo sé que también hubo gente que empezó a grabar a los 16. Pero no es común. Nos pasaron muchas cosas en poco tiempoâ, relata el cantante. Y Coda agrega: âNos afectó la repercusión inesperada del primer disco. Y la presión de tener que mantenerlaâ.
Producido por el Soda Stereo Zeta Bosio (que acaba de sacar una biografÃa donde extrañamente apenas nombra la banda al pasar), el primer disco gorrión tenÃa temazos de alta rotación como el ya citado âEscafandraâ o âBicho Reactorâ, clásicos posteriores de cuña grunge como âSiempre acampaâ y âUn ardiente besoâ, poéticos remansos como âNuestros piesâ o âLa mordidaâ; aceleres y contrapuntos despabilantes como âCachavachaâ y âHonda congoja y pesarâ; y, a lo largo y ancho del disco, esas cataratas de imágenes que remitÃan por un lado a Oliverio Girondo (influencia inédita en el rock argentino) y por el otro a esa destreza casi medium que tenÃa y tiene Bochatón para enhebrar palabras y darles sentidos musicales al dÃa de hoy.
Escuchando la naturalidad de tus temas da la impresión que simplemente âte bajanâ y las plasmás en un papel.
âSÃ. Es asÃ. Me pasa que necesito cantar y escribir inmediatamente la canción para después grabarla y aprendérmela de memoria. Porque si no, a los diez minutos, ya no me acuerdo nada. Como si fuera de otra persona. Me ha pasado tener que entrar a YouTube para ver cómo es un tema mÃo porque no tengo la menor idea.
Fuga, el siguiente disco, era tan bueno como el anterior. O al menos eso se piensa ahora. Porque en el momento la crÃtica lo recibió con poco entusiasmo. âPara muchos fue una decepciónâ, cuenta el batero Rocky Velázquez. âCreo que muchos esperaban una especie de âEscafandra 2â y en cambio recibieron un disco más oscuro. Otra cosa. Lo curioso es que hoy es incluso más querido por la gente que el primeroâ. Con la producción de la propia banda, el aliento ejecutivo de Gustavo Gauvry de Del Cielito Records, y temas hoy infaltables en cualquier show de la banda como âDespués de todoâ o âContinuo sustoâ, Fuga planteaba un quiebre ya desde la tapa: una hornalla encendida en primer plano con un fondo negrÃsimo. âSoy el manicomio gris, soy el velatorio en sÃ. Te doy una porción de mÃ. Te doy de mi materia gris, el grisâ, se desgañitaba Bochatón en âManicomio grisâ y no era casual: la transición de la irrupción inesperada del primer disco a un presente que para muchos en el ambiente habÃa sido una desilusión no habÃa sido fácil, especialmente para él. Entre medio y en un rapto que duró unas pocas semanas, el cantante reemplazó a sus compañeros y se probó asà mismo qué tan bueno podÃa ser con otros músicos. âAl poco tiempo terminé tocándole el timbre a Coda y pidiéndole perdón. âNo sé cómo decirteâ, le empecé a decir. Y él me miró como diciendo: âFácil, decime: quiero volver a tocar con vos. Y listoâ. Desde esa vez nunca más use la palabra âecharâ en una bandaâ.
Antiflash, tercer y último disco de estudio hasta la salida del flamante Microbio, fue grabado y editado dos años después. Ya en BMG. Y con la situación interna bastante más deteriorada. Pese a ser un disco con grandes canciones (âMi propio Brujoâ, la nirvanera âMe extingoâ, las favoritas de los fans âPor tres monedasâ y âViento Castelarâ, la hermosa âSalvajeâ) adolecÃa de cierto concepto de conjunto y también de un cambio de contexto: el Nuevo Rock Argentino ya habÃa dejado de ser âlo nuevoâ y tanto los sellos como el público y la crÃtica empezaron a mirar para otro lado. âAl tiempo era una distorsión de comunicación. No solo entre nosotros sino también con BMG que no ayudaba porque estaban más preocupados por lanzar a Enrique Iglesias en la región que por otra cosa. Recuerdo ir al sello y que justo llegáramos con Palo Pandolfo discutiendo a los gritos y que a los minutos seamos nosotros los que estuviésemos discutiendoâ, señala entre risas el cantante. Y si bien habÃa planes de grabar un cuarto disco, de nuevo con producción de Zeta Bosio (y temas nuevos como âAnidanâ o âResortes eléctricosâ, ambos todavÃa inéditos), en su cabeza empezó a pesar cada vez más lo de probarse a sà mismo como solista. âEra insostenible. Un dÃa fui y les dije a los chicos: âListo, me voy de la bandaââ.
¿Por qué?
âPorque ya ni ensayábamos ni hablábamos. Aunque después también pasé mucho tiempo sintiéndome mal. No podÃa ni salir a hacer las compras al súper.
Lo siguiente es historia bastante conocida: Bochatón concretó una nutrida carrera solista que, al igual que con los Gorriones, entremezcló maravillosos discos como Cazuela (â99) o Hasta decir palabra (â02) con diversos niveles de repercusión; y que contó al principio con un interesante vÃnculo artÃstico con Cerati que redundó en el ex Soda participando activamente en el EP PÃntame los labios (00) y recibiendo la letra de Francisco para su hit âPaseo inmoralâ, incluido en Bocanada. âFueron muy lindos esos momentos compartidos con Gustavo. Recuerdo lo entusiasmado que estaba con Cazuela y lo mucho que le habÃa gustado âHojas de alcaucilâ. Me decÃa que era el tema pop más perfecto que habÃa escuchadoâ.
Para los otros gorriones, en tanto, la separación significó tener que rearmar a la fuerza sus vidas, tanto a nivel musical (producciones y proyectos electrónicos en el caso de Cuervo; grabaciones artesanales y la banda Miles en el de Coda; y un breve paso por Estelares y luego ya un sólido proyecto con la muy buena banda Pájaros a cargo de Rocky) como en el plano más estricto humano. âYo estuve mucho tiempo mal, sin querer saber nada de la banda, y sé que el resto de los muchachos tambiénâ, refiere Coda. A Bochatón no le pasaba algo muy distinto. En sus shows âSiempre acampaâ o âPor tres monedasâ eran momentos recurrentes (âMis bandas me las pedÃan siempreâ, cuenta) pero no mucho más. En lo posible, evitaba cualquier tipo de cita al grupo. Y cuando en las entrevistas se le indagaba por una posible reunión, rechazaba de plano cualquier posibilidad. Y era sincero: realmente estaba comprometido con su presente. Prendido a fuego, como siempre, con sus canciones.
Pero entonces, sobre el filo de los años 2000, pasó algo: Bochatón empezó a soñar con el grupo. Después de muchÃsimos años de tener nulo o casi nulo o con sus compañeros, se le empezaron a aparecer en sueños. Todos juntos. âPoco antes de concretar la vuelta soñé que nos Ãbamos a ver tocar. Que un productor me decÃa: â¿Vamos a ver a los Gorriones?â. âDaleâ, le decÃa yo. Y entonces Ãbamos a un anfiteatro, se levantaba el telón y ahà estábamos tocando de nuevoâ. El sueño, cuenta, terminaba con ellos cuatro encontrándose en las tarimas después del show y con él comentándoles lo bueno que habÃa estado. ââ¡Y claro!â, me respondÃan ellos, ¿qué te pensabas?ââ, cuenta ahora y se rÃe con la ocurrencia. âRecuerdo que me desperté muy emocionadoâ.
Lo que vino después fue el encuentro real y verÃdico, en la casa de Rocky, con la excusa de comer una pizzas y ver unos videos inéditos de la primera época. âFrancisco tenÃa ganas de juntarnos pero guardaba alguna reserva por Coda, con quien no se habÃa vuelto a ver desde aquel recital en el Showcase de Haedoâ, cuenta Cuervo. âFueron once años sin siquiera vernos la caras, nada. Pero llego al portón de la casa y a través de las rejas veo que viene abrirme y simplemente nos sonreÃmos y nos abrazamosâ, sostiene Bochatón. Y completa Coda: âRecuerdo que cuando llegó Francisco fue una alegrÃa y una quÃmica inmediata. Nada de reproches. Ya habÃa pasado mucha agua bajo el puente âyo por ejemplo me habÃa hecho padre de dos hijasâ y ya para el 2005 se me habÃa ido cualquier resentimiento para con Franâ.
Aquella misma noche, en lo de Rocky, los cuatro gorriones se pusieron en ronda y se regalaron un mini recital de cajón peruano, guitarra acústica y flauta dulce (berretÃn no tan conocido del Cuervo). âNo pudimos resistir a la tentación. Y ahà me di cuenta de que pasaba algo porque nos salieron de una, sin errores. Yo, que me habÃa olvidado por completo de cómo tocar esos temas, recordé las notas en un instanteâ, subraya Bochatón. Y asÃ, al poco tiempo, repitieron la experiencia presentando de manera sorpresa en dos fechas conjuntas de sus respectivas bandas o proyectos solistas (una en La Plata y otra en Capital) y notaron que la vibración fue la misma, que la banda estaba viva. Peligrosos Gorriones habÃa vuelto. âAyudó mucho que tocáramos los temas y notáramos que nos seguÃan gustando, que no habÃan envejecido para nadaâ, explica Coda. âPor ahà alguna banda le pasa que le avergüenza volver a ciertas canciones porque tal vez ya las ven como adolescentes. Pero a nosotros nos sucede lo contrarioâ, remarca.
El retorno oficial se concretó a fines del 2009 con la presentación en el festival de cine musical In-Edit (âEl golpe que recibà fue letal (...) Sonaron compactos, espontáneos y sobre todo urgentesâ, reseñó el escritor Fabián Casas, que nunca los habÃa visto o escuchado antes). Y desde entonces, con algunos paréntesis, no pararon: giraron varias veces por el paÃs, registraron un mini documental para la señal Encuentro (para la excelente serie Insurgentes), editaron su primer disco en vivo en 2014 (que incluÃa el inédito âFlorerÃaâ) y ahora, finalmente, tras siete años de espera (casi lo mismos que estuvieron juntos en la etapa anterior), el excelente y muy a la altura Microbio. ¿Por qué tanto tiempo para entregar estos temas nuevos?
Por un lado cada uno mantuvo los espacios de sus proyectos solistas. âRocky no dejó de tocar con Pájaros y Francisco sacó La vuelta entera. Y a nosotros no nos generó para nada de drama esperarlo y bancarloâ, explica Coda. Por el otro, y al mismo tiempo, hubo una necesaria y lenta readaptación musical. âTenÃamos que volver a ensamblarnos. Cuando tocábamos los temas viejos fluÃa muy bien. Y asà estuvimos bastante tiempo hasta que un dÃa les dije: âBuenÃsimo muchachos, ¿pero qué vamos a hacer? Porque sino, nos juntamos a comer asados, y todo bienâ, rememora Bochatón. Y ahà fue cuando sucedió el click: Bochatón empezó a traer temas nuevos y... Coda también. âTenÃa como treintaâ, elogia Francisco. âLe dije: vamos a incluirlos y los vas cantar vosâ. âPara mà fue muy importante su aprobación, al punto de que un momento se copó y ya querÃa producirme un disco solistaâ, señala Coda entre risas.
Pero más allá de lo musical, no hay duda de que entre aquella banda de los 90 y la actual operó también un cambio a nivel humano. âAhora no existe llevarnos malâ, señala Cuervo. Cualquier inconveniente que hay lo resolvemos relajándonos o con humorâ, coinciden Bochatón y Coda. Y completa el tecladista: âCon Francisco tenemos una telepatÃa tremenda. Como de los cuatro somos los únicos que vivimos en Buenos Aires por ahà lo llamo y le digo âacá estoy en tal restaurante, ¿venÃs?â Y a los minutos estamos cenando juntosâ. Coda, que también conoce a Bochatón desde adolescentes, agrega: âMi mujer, que fue seguidora de Gorriones además de mi novia en los noventa, me dijo cuando rearmamos la banda: â¿Qué pasó? ¿volvió la alegrÃa a casa?â, de lo contento que estaba. Sin saberlo, extrañé mucho a los chicos el tiempo que estuvimos separadosâ.
¿Hay Peligrosos Gorriones más allá de Microbio?
Bochatón: â¿Estás loco? Con lo que nos costó llegar hasta acá, no hay forma que largue esta banda. Nos reÃmos mucho cuando estamos juntos. Por ahà no nos vemos por semanas pero nos hablamos por el grupo de Whatsapp y es como si ya hubiésemos ensayado.
Coda: âEn los diez años sin vernos hicimos terapia de grupo sin hacerla. Aprendimos que cada uno tiene su carácter. Y hoy por hoy sé que, por más que no tengamos éxito o ya no nos acordemos los temas, nunca voy a dejar de tocar con ellos.
Cuervo: âLos ensayos por ahà son un griterÃo, pero arranca Rocky y listo, nos ponemos de acuerdo.
Rocky: âPara mà Francisco, Coda y Cuervo son mis hermanos. Y eso siempre estará por arriba de todo.
© 2000-2022 pagina12-ar.informativomineiro.com|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.