Un vaso de cerámica con chicha, una pipa de piedra para fumar semillas y una caña hueca para inhalar el polvo de cebil. El chamán estaba listo para comenzar la ceremonia y con ella, su propia transformación. A medida que su sangre se teñÃa con las plantas sagradas, en su piel empezaban a aparecer las formas escamadas de las serpientes y los lagartos, las manchas de los pumas y las fauces de los yacarés. En este proceso de metamorfosis, los curacas chamanes adquirÃan las capacidades de cada uno de esos animales sagrados: ver en la oscuridad, volverse invisibles al mimetizarse con el medio, fuerza y agilidad extremas y el poder de contar en su propio cuerpo con las armas más poderosas, garras, colmillos y veneno, como los jaguares, los pumas, las serpientes y los yacarés, totems presentes en las piezas de la cultura andina. 1z733r
En la muestra Las formas de lo sagrado: Arte precolombino del Noroeste Argentino se exponen piezas de esta cultura de una riqueza plástica y una sensibilidad asombrosas. La curadora MarÃa Alba Bovisio nos guÃa para no perdernos en la complejidad y el misterio de una cultura tan profunda como enigmática, dada por la lejanÃa, la falta de fuentes y de conocimiento sobre los orÃgenes precisos de los objetos. Cuatro salas dividen las piezas, objetos rituales, en las que sigue viva la cosmovisión andina precolombina a través de sus piezas: los objetos de prestigio, las formas de piedra de los ancestros, la transformación chamánica y la veneración a la cabeza. Todas desembocan en el mismo lugar, el culto a los wakas, entidades sagradas, y a los ancestros, origen de la comunidad en las culturas agro alfareras del noroeste argentino (siglos V a.C. y XI d.C.) donde los chamanes son los representantes de esos cuerpos muertos con espÃritus vivos. Como las serpientes y los sapos, que al morir conservan su piel intacta, no se pudren.
Los materiales que manejan âpiedras, cerámica, hierroâ son prácticamente indestructibles y cargan con significados y usos que empoderan a quienes los utilizan. Los elementos son para ellos una señal de riqueza, pero no hay riqueza material independiente de la espiritual. Como en la cultura precolombina de México, en la que mientras los soldados famélicos de Hernán Cortés buscaban desesperados oro, Moctezuma les advirtió, que nada valÃa el oro respecto de un puñado de jades. No lo entendieron, y no les importó. El jade expresaba el culto a la fertilidad. Pero creÃan en universos diferentes y construÃan sus paraÃsos e infiernos a imagen y semejanza.
El objeto de bronce que abre la muestra, Placa, con cabeza de pájaro y cuerpo humano que incluye serpientes, cÃrculos y cruces que se repiten en sus dos lados, dando cuenta de una geometrÃa sagrada, es uno de los llamados objetos de prestigio, que pertenecÃan a los chamanes, expresando su vinculación con el fundador del grupo. Como los Suplicantes, manifestaciones antropomorfas de los ancestros, que en una actitud de sumisión con sus cuellos partidos para irar el cosmos fue inmortalizada en piedra.
âA lo largo de toda la historia andina prehispánica, la piedra, el metal y el textil estaban asociados a la producción de bienes de prestigio y a la comunicación de mensajes religiosos. Metalurgistas, talladores y tejedores deben de haber gozado de un importante reconocimiento social por su labor, que suponÃa el manejo de poderosos saberes tecnológicos, cosmogónicos y cosmológicosâ, explica MarÃa Alba Bovisio.
Todo lo que nace, puede renacer. Eso creÃan en la cultura andina. La muerte era un cambio de estado que ponÃa en valor al espÃritu que ya habÃa vivido, que tenÃa más experiencia. Los ancestros, origen y fundamento del clan, wakas (entidades sagradas) estaban presentes en la vida diaria de la comunidad, evocados a través de Figuras antropomorfas, piezas de piedra, en las que la persona cobra el cuerpo de un feto, un marciano, un animal y un humano. Eran leÃdas en el mundo andino como encarnaciones, como âdobleâ del ancestro, en una relación de continuidad e identidad y no de sustitución. En las piezas exhibidas se puede observar que los rostros responden a la misma tipologÃa: bocas y ojos redondos y nariz y cejas continuas generalmente en forma de T. TipologÃa iconográfica que se podrÃa identificar con el ârostro del ancestroâ no como individualidad, sino como concepto: âespacio-tiempo donde nace y renace la vidaâ, aclara la curadora.
Las pipas y los vasos de cerámica para chicha son obras-puente para la transformación chamánica, que con sus pieles de jaguares, sus colas de caimanes y cabezas de pumas llevaban a cabo el ritual de transformación. El cuerpo acompañaba el viaje y la metamorfosis.
Sapos de otro pozo, mejor abstenerse. Mirar la Figura del sacrificador, con sus pocos centÃmetros y un arma incorporada como parte de su cuerpo genera un miedo instantáneo. Especie de playmobil pero de piedra, eliminaba al enemigo sin pudores y no habÃa allà suplicantes que perdonen. Muchos se han preguntado si los sacrificadores decapitaban o si tan sólo mataban, porque llama la atención la cantidad de cabezas humanas cercenadas o removidas post mortem. En la sala dedicada al tema, Cabeza trofeo o culto a la cabeza, se pueden ver piezas que utilizaban los indios para colocar dentro de los cráneos vacÃos, que es âresultado de un proceso que implicó quitar los tejidos blandos, coser los labios y, a veces, los párpados con espinas, atar la mandÃbula inferior, rellenar las mejillas con fibra de algodón o vegetal y perforar el hueso frontal para pasar una cuerda de transporte. Se han hallado también en las zonas costeras peruanas, en el altiplano boliviano y en el Noroeste Argentino âcráneos trofeoâ. En ambos casos, el contexto serÃa el de la práctica de la decapitación ritual de enemigos de alto rango apresados en combates. La captura y posesión de su cabeza traerÃa beneficios asociados no solo a su poseedor, sino a toda su comunidad de pertenencia. Sin embargo, en muchos casos no hay evidencias de decapitación, pero sà de remoción de la cabeza y de su posterior colocación como ofrenda en espacios rituales y/o funerariosâ, explica Bovisio.
Piedra, arcilla, hueso y madera, las piezas se alzan como altares en sà mismos, testimonios arqueológicos y rituales âque persistieron a siglos de saqueos y huaquerosâ oportunidad para ver de cerca las tecnologÃas de cultura de la aldea, que incluÃan a las plantas y a toda la naturaleza como fuente de sanación y que consideraban a los objetos instrumentos para el viaje permanente, el de ida y el de vuelta.
Las formas de lo sagrado: Arte precolombino del Noroeste Argentino se puede ver hasta el 30 de octubre en La AbadÃa. Centro de Arte y Estudios Latinoamericanos, Gorostiaga 1908, de martes a domingo de 12 a 20. Entrada: $50; entrada libre y gratuita los dÃas miércoles.
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