¿Cuánta música puede salir de un Continente? Kevin Johansen se hacÃa esa pregunta cada vez que de adolescente agarraba un misterioso casete que su madre habÃa comprado en San Francisco, California, y se lo hacÃa escuchar a sus amigos en Colegiales, Buenos Aires. âSe llamaba Black Music of South America y le dábamos play toda la tarde. No podÃamos creer toda esa música saliendo del radiograbadorâ, cuenta Kevin que hace poco se le ocurrió rastrear el paradero de ese Maxell negro y lo descubrió en Amazon y YouTube. âVolver a escucharlo después de tantos años fue muy movilizadorâ, dice y no puede evitar ponerse a canturrear âEl arrullo de San Antonioâ, proto cumbia colombiana de evidente raÃz afro que podrÃa figurar entre los disparadores de esa ansia panamericana que siempre tuvo la música de Kevin (un mestizaje que desde sus elementos negros podÃa partir de Sudamérica y pasar por el Caribe pero que lejos de detenerse en México avanzaba sobre el Estados Unidos más profundo). Y que Mis Américas vol. ½, su nuevo disco, el sexto de estudio, vino a reconfirmar desde su tÃtulo y portada: un retrato a tres cuartos del Zurdo Enrique Roizner, legendario baterista de los The Nada âbanda que lo acompaña desde sus iniciosâ, que con el truco de pedirle que se suelte el pelo y sonrÃa a cámara, quedó asemejado a uno de esos pieles rojas sabios de las pelÃculas. Un perfecto integrante de los pueblos originarios, pero del Norte. 2k3nk
â¿Viste? Un piel roja totalâ, coincide Kevin, todavÃa irado con el resultado de la foto que grafica bien lo que el disco lleva adentro: una colección de canciones grabadas en tres de las principales ciudades del Continente (Nueva York, RÃo de Janeiro, Buenos Aires) y que no ahorra âcomo es su costumbreâ en ingredientes y condimentos musicales diversos. En Mis Américas hay folk, hay rap (en la voz de Miss Bolivia), hay canción pop. Pero también hay bachata, aires brasileros y de bolero, y hasta una zambaguala (cruza de baguala y zamba) con el aporte de Ricardo Mollo. Trece temas en total. Una cifra âexiguaâ si se compara con la cosecha de anteriores discos, casi todos orillando la veintena. âVolvà a ser amigo de la sÃntesis como en mi primer álbum, que también tenÃa trece cancionesâ, señala.
âDespués, siempre incluà muchos más temas en los discos. Por eso digo que más que artista de culto fui un artista âde ocultoâ, porque arranqué a sacar discos de más grande y durante muchos años me la pasé componiendo en las sombras. El asunto es que cuando vino la buena, el impulso fue querer poner todoâ, explica Johansen, que tratándose de un músico al que nunca le faltaron ideas (los juegos de palabras y la cruza de géneros es una constante de su carrera; âSoy un cantante des-generadoâ, bromea desde que se dio a conocer a principios de los dos mil con temas como âGuacamoleâ o âDown with my babyâ) por momentos corrió serio riesgo de dejar poco espacio para la asimilación de su creatividad. âEs cierto que soy prolÃfico, pero más que nada a nivel ideas. Por ahà aparece un tÃtulo, una idea o una lÃnea melódica, como fue el caso de âLa Bach-chataâ ahora, y tal vez me lleva varios años terminarla. O no. Por ahà la resuelvo en el mismo tiempo que tardo en escucharla. Nunca se sabeâ.
Pareciera que tenés cierto perfeccionismo pero también un humor que lo equilibra...
âSÃ, pero... el humor puede ser tortuoso también. Y autoflagelante. Esa ironÃa que nunca termina. Además yo no soy amigo de la perfección. A mà la perfección me saca las ganas. En ese sentido soy al revés, prefiero los accidentes. Robert Altman decÃa que en sus pelÃculas hay siete accidentes que habÃan hecho que fueran mejores. Y a mà me gusta eso. Por un lado tengo cierto control freak. Pero por otro lado me encanta que ocurran las sorpresas.
Cuando a principios de los dos mil Kevin Johansen se dio a conocer en el paÃs, su caso en seguida llamó la atención. Las notas hablaban de un estadounidense nacido en Alaska fruto de la relación de una argentina progresista y de un tÃpico gringo que habÃa sido confinado al frÃo polar por negarse a combatir en Vietnam. Su posterior paso por el under porteño de los ochenta con Instrucción CÃvica âgrupo de new wave inteligente que formó con compañeros de la Escuela del Sol y entregó hits fugaces como âObediencia debidaâ y âDe cama en camaââ para finalmente volver a Estados Unidos durante los noventa y convertirse en músico residente del mÃtico CBGB de Nueva York (cuna del punk-rock de este lado del Atlántico), no hizo más que acrecentar ese exotismo genuino. Que, igual, no usufructuó más de la cuenta: habÃa una obra en ciernes que lo respaldaba. Y que paulatinamente pudo ir desarrollando con discos bien o muy bien recibidos como The Nada (2000), Sur o no Sur (2003), City Zen (2005) o Logo (2007); todos exponentes de un multiculturalismo juguetón, adepto a los juegos de palabras y al cruce de géneros, que no curiosamente habÃa aprendido a cultivar en Nueva York.
âEstando ahà terminé de perderme, pero para bien. Estaba confundido a nivel existencial. CorrÃa el riesgo de no tener claro cuál era mi casa, cuál era mi lugar. Entonces me perdÃ, pero para volverme a encontrarâ, relata y subraya la importancia de Hilly Kristal, dueño del CBGB, a la hora de aceptarse como autor de canciones. âMe decÃa que si tenÃa que hacer un tango en inglés que lo hiciera, que no tuviera complejos si eso era lo que me salÃa naturalmente. Y asà empecé a encontrar mi estiloâ. La ciudad, claro, también tuvo que ver. âVi los muchos lazos que unÃan a Buenos Aires con Nueva York: los adoquines, los puertos, las inmigraciones europeas, las inmigraciones internas, el creerse los cosmopolitas de América, la intensa mezcolanza étnica y racial. También sus zonas lúmpenes y su underground contra-cultural, sus guetos. Acá tenés los coreanos, los peruanos, los bolivianos y allá los dominicanos, los puertorriqueños, los italianosâ.
Un juego de espejos a varias puntas que âdesde la ya comentada tapa con el Zurdo Roizner hasta el material musical en sÃ, decididamente panamericanoâ está expresado con especial énfasis en Mis Américas. âYa desde el momento en que vino MatÃas Cella, el productor del disco, y me preguntó si me quedaban amigos de mis años en Nueva York, le dije que sà y terminamos grabando con ellos, el camino quedó bastante claro. Lo mismo cuando después me propuso darle una onda más percusiva a algunos temas con Arnaldo Antunes y el productor Kassin, en RÃo de Janeiro. O al final, cuando ya con los The Nada en Buenos Aires, terminamos sumando al resto de los invitados. Por eso creo que tiene esa cosa rutera el disco, de mucho viaje continental. Es lo que pasó mientras lo grabábamosâ.
Los invitados locales son en sà mismos una puerta de entrada esa mestizaje âdes-generadoâ, ya que además de los mencionados (Mollo, Miss Bolivia) dan la nota Pity Ãlvarez (que aporta aura y estilo en un pegadizo tema folk lógicamente llamado âFolkieâ), Cachorro López (que mete cadencia rÃtmica en âTiene algo (interesting little thing)â, balada romántica a puro fluir de pedal steel); Lito Vitale (lÃneas de piano en la zambaguala que cierre el disco) y los hijos de Kevin (Miranda, Kim y Tom) que suman voces en varios momentos. âNo hubo una lÃnea trazada para cada participaciónâ, aclara. âSiempre me desagradaron las invitaciones forzadas porque suelen notarse en el resultado final y pierden la graciaâ. Y pone como ejemplo de lo contrario la participación de sus hijos: âEllos siempre andan rondando por el living cuando estoy con las canciones nuevas. Por eso, cuando no les gusta, me sacan carpiendoâ, rÃe con ganas. âPero cuando sà les gusta se quedan tarareando. Entonces asà la transición al estudio es muy corta. Fluye naturalmenteâ.
¿Y con el Pity cómo fue?
âHace tiempo andaba con ganas de invitarlo. Y el tema que tenÃamos para él resultó ideal porque abordaba uno de los temas que más le interesan que es el fuego; el otro son las hormigas. Justo ese dÃa estaba en zona y en seguida accedió a venir. Grabó su parte con mucha naturalidad, sin usar los auriculares, y después prendió una cámara y me empezó a entrevistar en tercera persona. ¡Ja! La pasamos muy bien. Tiene una mezcla de rock y ternura que es muy especial. Como me dijo una vez sobre él el Pelado Cordera: es de los que ofician misa. Tiene un aura particular.
Pero sin duda el tándem Palito Ortega - Marcos Mundstock (Les Luthiers), que aporta peso especÃfico y connotaciones múltiples a âLa Bach-Chata (HabladurÃas)â, concentra la atención del disco en las primeras escuchas. Y por más de un motivo. En principio, por practicar un género que erizó a más de un guardián del buen gusto en tiempos de fuerte inmigración dominicana y estadios de River colmados por Romeo Santos, el rey de la bachata. âMe encanta cuando se denosta un género porque si repasás la historia, podés notar que ese rechazo terminó después dando marcha atrás y reivindicando lo que antes criticaba. Pasó con el tango, el jazz, el son cubano, el samba. Y pasa ahora con el reggaetón y a la bachata, dos ritmos que conozco muy bien de mis años en Nueva York, de hecho en mi primer disco estaba âSo lazy, bachongaâ, mitad bachata mitad milonga. Y que obviamente no tienen la culpa de lo que se les acusaâ, desestima. Y reflexiona: âEl porteño medio suele manejar una cantidad importante de data que a veces lo vuelve superficial. Nos termina convirtiendo en nabos. Me incluyo: nos perdemos cosas por prejuiciososâ.
Por otro lado, la inclusión en un mismo plano de ambas figuras (Mundstock con un monólogo propio y Palito parafraseando âLa (in)felicidadâ) también se destaca porque desarma âpor anacrónicaâ esa dicotomÃa tan de los setenta que solÃa ubicarlos en veredas opuestas: de un lado, la música âcomercialâ de Palito; del otro, el consumo âcultoâ de Les Luthiers. ¿Cómo se vivÃa en la casa de Johansen? âYo disfrutaba de los dosâ, sostiene el autor de âCumbiera intelectualâ, el tema que Rabinovich, Mundstock, Puccio y cÃa tomaron como referencia para su cumbia epistemológica âDilema del amorâ. âA las pelis de Palito las veÃa los domingos en casa de los abuelos mientras que Les Luthiers estuvo entre las primeras cosas argentinas que escuché cuando llegué de San Francisco: mi vieja me llevó a verlos por primera vez a un teatro cuando tenÃa trece y de ahà no pararon de gustarmeâ.
Pero Kevin no se contentó con juntarlos en una canción: también les organizó un asado en su casa. âLos invité junto con el Zurdo, que dio la casualidad que habÃa compartido con Palito el mismo maestro de baterÃa, el reconocido jazzero Alberto Alcaláâ, dice Johansen, que aquella noche se limitó a escuchar en silencio el abundante ida y vuelta entre los tres (habÃa varias amistades célebres en común) y en mantener a punto las achuras. âSe la pasaron charlando de lo más bien. Fue constatar la humildad de los grandesâ, se regocija.
Para un cantante que tuvo una crianza âpost hippieâ en San Francisco y que luego, a instancias de su madre, se formó en el seno de una âclase media Mafaldaâ (âo sea: poco dinero, pero bastante cultura crÃticaâ, retrata), no es poca cosa el auténtico desprejuicio que desde siempre supo mostrar Kevin respecto a las manifestaciones más sencillas de lo popular, siendo él mismo âen el buen sentidoâ un autor sofisticado. âYo creo que es porque pertenezco a la generación post nuclear, que un poco trató de unir y juntar los pedacitos. En este caso, Palito y Mundstock. Siempre me acuerdo de lo que contó Cacho Castaña una vez: que se habÃan hecho muy amigos con Pappo, pero que cuando una dÃa le pidió de sacarse una foto juntos, él le dijo: â¿Estás loco? Ni en pedo me saco una foto con vosâ. Claro, para él era un quemo. En cambio, para mÃ, haber tenido ese encuentro en mi casa con Mundstock y Palito (más el Zurdo) fue una gran alegrÃa. Marcaron mi infancia y por eso les dediqué el discoâ.
Hace poco cumpliste cincuenta años. ¿Cómo ves este momento de tu recorrido artÃstico?
âComo un momento de plenitud. Encontré un sitio y un público que me interpreta, que entiende mis guiños y comparte mis gustos. Un público des-generado que fue creciendo y que aprecia la música en general, la variedad de estilos que propongo. No dejé de disfrutarlo cuando tocaba para veinte, tampoco lo hago ahora, que un poco llegó el momento de cosechar lo que sembré. En sentido, me agarra con las luces puestas y enfocado.
Kevin Johansen + The Nada presenta Mis Américas vol. ½ este viernes 23 y sábado 24 en el teatro Ãpera, Corrientes 860. A las 21.
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