Domingo, 14 de noviembre de 2004
Nota de Tapa 564k3r
La dama blanca x1m6j
Una de las mejores voces, mejores compositoras y mejores músicas de las últimas décadas, madre de toda una generación de cantantes mujeres e influencia sobre los nombres más insospechados del rock, Joni Mitchell, desde hace casi diez años permanece en silencio. Ahora, con la excusa de dos nuevas compilaciones en las que fue curadora de su propia retrospectiva, el músico inglés Elvis Costello consiguió hacerle esta entrevista imperdible. 5x566
Dos a quererse: Costello y Joni Mitchell en el hotel Bel-Air de Los Angeles poco antes de que les prohibieran fumar y decidieran fugarse y seguir la entrevista en un bar.
Por Elvis Costello
Hablábamos acerca de âThe Circle Gameâ, una canción que reapareció una y otra vez a lo largo de la carrera de Joni Mitchell. En un comienzo, habÃa sido grabada por otros artistas antes de que ella empezara a grabar sus propios discos; la versión de Joni salió en su tercer álbum, Ladies of the Canyon, cuando ella estaba alcanzando un éxito temprano pero casi universal. La letra, una meditación sobre el ciclo de la vida, debe parecer precoz para algunos, merced a su original tema: âDieciséis primaveras y dieciséis veranos pasaron ya / Las ruedas de carreta se convirtieron en ruedas de coches por la ciudad / Y le dicen: / Tomate tu tiempo, no pasará mucho / antes de que arrastres los pies y hagas girar más lento los cÃrculosâ.
La canción quedó investida después de una dolorosa resonancia, que sólo el tiempo pudo proveer, cuando ella la reinterpretó en su álbum orquestal del 2000, Travelogue. La compositora ya habÃa recorrido ese camino con anterioridad: âEscuché y vi la canción, interpretada por la voz de Mabel Mercer, que tenÃa más de setenta años y contaba con toda una experiencia de vida. Luego de su recital, fui detrás del escenario. Sin decirle que yo era la autora âera apenas una jovencitaâ le digo: âÃsa fue la mejor interpretación que escuché de esa canción. Sólo una persona mayor le podÃa infundir tanta vida...â. Pero fue algo ofensivo. Aprendà que una mujer nunca es una mujer mayorâ.
La risa de Joni nace con facilidad de esa voz que no borró su Saskatchewan natal, en Canadá, a pesar de la cantidad de años que pasó en California. Sus rasgos bien marcados encuadran una de las miradas más claras y penetrantes que uno puede encontrar. A riesgo de ofenderla como ella ofendió a Mabel Mercer, le cuento que en 1972, cuando yo tenÃa 17 años, nos escapamos del colegio con mi amigo Tony Tremarco y tomamos el tren de la mañana que iba de Liverpool a Manchester para hacer la cola temprano y conseguir buenas ubicaciones en el único show que ella iba a hacer en 40 millas a la redonda. Ese concierto fue extraordinario por la impresión indeleble que crean las reveladores canciones de Blue, por entonces su último álbum. El show duró tanto que cuatro de nosotros tuvimos que juntar hasta los últimos peniques para un gasto exorbitante: el taxi que nos llevó de vuelta a Liverpool porque nos habÃamos quedado a escuchar los bises y habÃamos perdido el último tren.
Menciono esto porque ésa era una época de mi vida en la que tenÃa que ahorrar dinero para poder comprarme un disco por mes, en el mejor de los casos. Mi papá me regaló el primer LP de Joni Mitchell y después fui anhelando por anticipado cada uno de los que siguieron: ahorraba el dinero y los compraba el mismo dÃa en que aparecÃan. Como tantas otras personas, experimentaba una curiosa e Ãntima conexión con sus temas, incluso si hablaban, mayormente, de cosas que estaban fuera de mi experiencia. La rareza de estas adquisiciones tenÃa un significado: pasaba muchas horas solo, escuchando en la oscuridad álbumes que, progresivamente, se volvÃan más emocional y musicalmente complejos, como Blue (1971), For the Roses (1972) y Court and Spark (1974).
En este perÃodo, Joni pasó de su hermosa y pura voz de soprano con la que canta en sus primeros discos a esos tonos más naturales de contralto âel tono vocal que abre la canción âBlueâ parece que fuese evocado por un cuernoâ, mientras que los sutiles acompañamientos instrumentales hechos por su guitarra única, de tonos abiertos, dan forma a las composiciones perfectamente trazadas de Court and Spark. Aunque a menudo se la describió como una âcantante folkâ, e integró esa tendencia del rockânâroll conocida como wooden music, a la que pertenecieron Crosby, Stills, Nash and Young, sus acompañantes más empáticos comenzaron a provenir del mundo del jazz. El éxito popular de Court and Spark y su hit, âHelp Meâ, fue continuado por el aún más ambicioso The Hissing of Summer Lawns (1975). La influencia del jazz en sus temas y en los arreglos se volvió más pronunciada. Losdensos y lÃricos retratos en tercera persona de personajes heridos, con los que nadie podÃa identificarse, caracterÃsticos de composiciones como âEdith and the Kingpinâ y âShades of Scarlet Conqueringâ, no fueron bien recibidos por algunos de sus oyentes más enternecidamente idealistas.
Comencé a tocar la guitarra en 1968, el año que se editó el primer disco de Joni Mitchell. Empecé a escribir canciones casi inmediatamente y, como la mayorÃa de los novatos, imitaba aquello que adoraba. Me acuerdo de que le dije al profesor de orientación vocacional del colegio que yo querÃa âescribir palabras y ponerles músicaâ, como creyendo que estaba inventando la rueda, y él, burlándose, me dijo, â¡Entonces querés ser una estrella de pop!â. Como tantos otros adolescentes, yo era probablemente demasiado serio y retraÃdo, pero aquello me pareció atendible y legÃtimo, y me fui a casa a escuchar durante horas y tratar de escribir como Joni (y también como Randy Newman y David Ackles). Esos álbumes probablemente eran tan reconfortantes como un libro. En el sentido de que en una primera escucha no se revelaban todos sus secretos.
Este proceso duró en mà hasta apenas después del lanzamiento del exquisito Hejira, en 1976, cuando me di cuenta de que el rockânâroll era lo mejor que yo podÃa intentar para que mis canciones fueran oÃdas, y comencé con mis primeras grabaciones. En un año habÃa ahorrado tanto que contaba con âingresos disponiblesâ para comprarme diez discos en un solo dÃa, pero ya nunca tuve el tiempo para concentrarme en un solo disco.
Sin embargo, continué adquiriendo cada LP de Joni, mientras ella expandió sus inquietudes con Don Juanâs Reckless Daughter, de 1977, un álbum que aún hoy tiene la capacidad de proveernos de placeres inéditos; colabora junto a Charles Mingus en uno de sus últimos proyectos, el álbum de 1979, Mingus; y gradualmente desplaza su atención artÃstica hacia el mundo exterior, a menudo dando con aquello que anhelaba hallar.
En los â80 y principios de los â90, me dio placer saber que una artista que yo iré tanto pensaba que valÃa la pena darle batalla a una época de opciones sónicas tan chillonas que yo la llamarÃa el equivalente áureo de estar atrapado en un restaurante chino que se jacta de meterle a todo picante. El paso de Asylum a Geffen Records no pareció ayudar mucho: la promoción de los discos de Joni se volvió mediocre y muy pobremente orientada. Una voz única que parecÃa a la vez universal y oportuna enfrentaba ahora una respuesta crÃtica impaciente y muy poco iluminada. Pero incluso entonces nos topábamos con canciones extraordinarias, como la hermosa pero atormentada âThe Beat of Black Wingsâ, una conversación con un soldado perturbado que vuelve a casa luego de otra locura militar de su paÃs, y aparece en Chalk Mark in a Rainstorm, de 1988.
Los últimos años vimos cómo las cosas se fueron poniendo en orden. El Grammy por Turbulent Indigo (1994) y otros premios parecieron menos un reconocimiento que un pedido de disculpas por el vergonzoso manejo comercial que tanto habÃa hecho por marginalizar su obra en el perÃodo inmediatamente anterior. Joni misma comenzó a reevaluar su catálogo de temas. Primero emprendió la regrabación orquestal de Travelogue. Luego colaboró con la realización de un âperfilâ, que salió en DVD y en televisión, titulado Joni Mitchell: Woman of Heart and Mind. La entrevista que acompaña esta filmación revela a alguien considerablemente más honesta y relajada que cualquiera de sus contemporáneos.
Nos juntamos en ocasión del lanzamiento en el mes de julio de The Beginning of Survival, una compilación que especÃficamente recopilaba temas de los discos editados por Geffen en los â80 y â90 y de los dos últimos álbumes de Reprise con material original, Turbulent Indigo y Taming the Tiger, de 1998. No un âgrandes éxitosâ, sino más bien una serie apasionada y profética de respuestas a un mundo al filo del abismo espiritual, moral, cultural y ambiental.A este lanzamiento siguió, en septiembre, Dreamland, una antologÃa (Rhino Records) que es tanto más valiosa por la insistencia de Joni en incluir su visión personal, y por cierto más equilibrada, de los contenidos que fueron descubiertos en las curiosas colecciones de Hits and Misses aparecidas en los â90 bajo el sello Reprise. El packaging de estos nuevos lanzamientos ofrece también un comentario pictórico vehiculizado por el espléndido uso que hace Joni de autorretratos pintados, grupos familiares y otros estudios pictóricos del natural o de memoria.
Conocà a Joni hace un par de años, gracias a mi esposa, Diana (Krall). Desde entonces, hablamos por teléfono en varias ocasiones y los tres hemos pasado unas pocas y relajadas noches cenando o jugando al pool en la casa de Joni, juegos de âdos contra unoâ en lo que la anfitriona nos destruyó siempre. Hoy vine con mi grabadora, una lista de preguntas y con algo de miedo. Mi desprecio por la industria mediática que asume la pose del conocimiento, pero en realidad carece de todo regocijo, y reduce mucho de la crÃtica musical a pueriles invocaciones de nombres, probablemente supera el de mi compañera. Estamos bien unidos en nuestro desdén por el cinismo de la desintegradora industria de la música. Lo que sigue son unos pocos momentos de la charla que mantuvimos en el Hotel Bel-Air, en Los Angeles, y que duró seis horas y media.
Elvis Costello: Me dijiste que vos te pensás como pintora antes que como música. Y ahora sos la curadora de tu propia retrospectiva.
Joni Mitchell: Cuando Rhino me llamó para hacer la compilación, yo estaba escuchando que, en sus coberturas de la guerra, las radios norteamericanas pasaban esas canciones nacidas en la guerra de Vietnam que eran, todas ellas, muy crÃticas con los soldados. Durante los â60, recuerdo que pensaba que esa percepción era inapropiada y, de hecho, eso me llevó a que tocara para los soldados en Fort Bragg, donde conocà a Killer Kyle (el soldado que luego cita en âThe Beat of Black Wingsâ), quien me dijo: âFui hasta allá a matar comunistas para la mayor gloria de Diosâ, y volvió quebrado, diciendo: âEsta es una guerra injustaâ. The Beginning of Survival fue una reacción a escuchar por radio mucha música de la época de la guerra de Vietnam que yo consideraba del todo inapropiada para los tópicos de hoy. Por otro lado, yo tenÃa esos temas de los â80 totalmente olvidados porque los ejecutivos no les dieron promoción en su momento. Los â80 fueron un perÃodo muy delicado de la cultura norteamericana, cuando la gente simplemente no querÃa ver. Esta es una nación que ha perdido la capacidad de autocrÃtica y que miente sobre sus libertades. Todo el mundo que conozco tiene déficit de atención y lo dicen con mucho orgullo. Y esas canciones trataban los tópicos que se discutÃan en la radio. Pero es una mala época para tener razón. The Beginning of Survival es mi mejor trabajo, pero no se ha convertido en participante activo en la cultura contemporánea. Esto no es música para avestruces. Rezo para que los norteamericanos no sean, en este momento, avestruces, porque si lo son vamos a estar en un problema terrible.
Comenzamos a hablar acerca del cambio gradual de Joni desde las canciones más personalmente reveladoras de sus inicios hasta la utilización de personajes y de crÃtica social en sus letras.
Costello: Si no estoy errado, âI Had a Kingâ es una tema acerca de la desilusión. Es la primera canción de tu primer álbum Song to a Seagull, de 1968. Pero orientaste las cosas de tal modo que lograste algo inusual: que una parte sustancial de tu público te acompañara a través de una complejidad progresivamente más emotiva, hasta arribar a Court and Spark, que fue un disco que se convirtió en hit. La vida sofisticada de la que hablás en âFree Man in Parisâ y en âPeopleâs Partiesâ no encaja exactamente en la experiencia de todo el mundo. DescribÃs una vida que noes muy compartida por tu audiencia y, sin embargo, aceptan tu versión de las cosas, y además funciona para el arte y para la música pop. Por otra parte, el público se identifica incluso con letras más personales en canciones tan desnudas como las que trae Blue.
Mitchell: En realidad ni pienso en el público. Trabajaba con mis experiencias y con mi propio gusto por el cambio y el progreso musicales. Si algo te obsesiona, lo mejor es hacerse cargo de esa obsesión y darle un uso, crear con o a partir de ella. Uno puede escribir una canción acerca de algún tipo de problema emocional que está atravesando, pero sólo será una buena canción una vez que haya atravesado la sensibilidad y llegue a la lucidez.
Costello: Los dos compusimos canciones para el film de Allison Anders, Grace of My Heart (1996), que trata sobre la carrera de una cantante y compositora ficcional de los años 60. Yo escribà âGod Give Me Strengthâ con Burt Bacharach, y vos escribiste âMan From Marsâ, que era para una escena en que el personaje principal debe grabar una canción luego del suicidio de su novio songwriter. Era raro verte revisitar el estilo de viejas composiciones. Sin embargo, esa canción parece algo más profundo que un simple ejemplo de Joni escribiendo una canción de Joni que data de 1972.
Mitchell: HabÃa una afirmación fuerte en esa pelÃcula: âEres una mujer; serás capaz de escribir cosas que los hombres no puedenâ. Ellos la quitaron, pero para mà era genial. Dije: âNunca nadie me dijo esoâ. (Risas.) El director querÃa que escribiera esa canción en respuesta al suicidio de ese muchacho. Y dije: âPuedo escribir un único tipo de canción, ya mismo: Odio el negocio. Si querés Odio el negocio, te puedo ofrecer un montón, pero no creo que pueda hacer otra cosaâ.
Pero entonces mi gato, Nietzsche, me volvió loca: meó al lado de mi oreja. Lo agarré de la punta de la cola y del cogote hasta tomarle las manos para que no pudiera arañarme, y dije: âOK, si te vas a portar como un animal, vas a poder vivir como un animalâ. Lo dejé afuera toda la noche, algo que nunca habÃa hecho. Bueno, herà sus sentimientos. Y la primera noche no volvió. Tampoco la segunda. Yo sólo tengo una foto de él de cachorro. Asà que lo dibujé y lo pinté, y fotografié lo que hice; al tercer dÃa tenÃa una impresión; lo convertà en lámina al quinto dÃa y los metà en todos los buzones cinco kilómetros a la redonda. Detrás de la imagen decÃa: â¿Han visto a mi Nietzsche?â, y mi número de teléfono. Como harÃa un actor del Actorâs Studio, por el dolor que me provocaba su ausencia escribà la canción âMan from Marsâ. Se nota en la mezcla de la canción: estuve afuera tratando de oÃrlo y mis oÃdos escuchaban lo que pasaba a cinco kilómetros de distancia. Fue la mezcla más profunda que hice en mi vida, con sutiles sonidos yendo y volviendo en la mezcla. Asà que terminé el tema. Me llevó 17 dÃas, y al dÃa 18 Nietzsche regresó.
Costello: Mencionaste algo acerca de la producción. Las canciones de The Beginning of Survival provienen de un tiempo en que parecÃa muy difÃcil grabar temas.
Mitchell: ¿Los â80? Fue un perÃodo en que todo se volvió extraordinariamente brillante. Yo creo que fue por la cocaÃna. TenÃa el brillo de las uñas que rechinaban al rasgar un pizarrón. No me gustaba eso. Sin embargo, las bases rÃtmicas me permitieron, correcta o equivocadamente, puntuar el ritmo. Algunos eran excéntricos, pero entonces los incluà en discos en vivo y en los simples. Incluso en el uso de programas, era algo realmente creativo.
Costello: âTax Freeâ (de Dog Eat Dog, 1985) y âThe Reoccurring Dreamâ (de Chalk Mark in a Rainstorm, 1988) son composiciones que se presentan bajo la forma de un collage sónico común en hip hop y en la música dance. Pero no creo que deba haber una visión ortodoxa respecto de estas técnicas o preocupaciones acerca de la autorÃa. Me obligaron a quitar una parte de laprimera composición de mi nuevo álbum The Delivery Man, porque Steve Nieve, el pianista de mi banda, citó un fragmento de âAméricaâ, de Leonard Bernstein, de un compás y medio de extensión. La compañÃa me quitó un diez por ciento del tema. Si uno aplicara esa misma lógica a la mayorÃa de los álbumes de jazz, se harÃa imposible editar un CD.
Mitchell: Si Charlie Parker estuviese vivo (alude a la composición de Charles Mingus, âGunslinging Birdâ)...
Costello: HabrÃa un montón de editores muertos. ¿Te sentiste alguna vez asÃ? Porque debe haber chicas que se querrán parecer a vos de modo ineficaz. ¿O ves esto con afecto?
Mitchell: Yo no lo veo para nada. Esta es otra razón de por qué hice este disco. Tiene canciones que grabé originalmente en un momento en que pensaban que me habÃa vuelto rancia: era mi momento para morir.
Costello: ¿Cuándo fue esto?
Mitchell: A mediados de los â80. Un dÃa prendo la radio y el presentador dice: âEstán todas estas muchachas nuevas y todas escuchan a Joni Mitchellâ. Y empezaron a pasar esas canciones con los primeros tres acordes que te aprendés en la guitarra, letras insÃpidas, cero profundidad, cero claridad, ninguna metáfora, nada, pésimo. Al final del show, el mismo presentador dice: âTodas esas chicas le están ganando a Joni en su propio terrenoâ.
Ahora nos enfrascamos en una conversación que nos lleva a la catástrofe ambiental, a J. Robert Oppenheimer, a San AgustÃn, al budismo, a la cultura nativa norteamericana y a las motivaciones conflictivas y sus consecuencias en la ayuda humanitaria, que inspiraron una canción de 1985 llamada âEtiopÃaâ. Desafortunadamente, es demasiado larga como para reproducirla aquà o incluso editarla sin imprimir distorsiones.
Costello: En un momento dijiste: âMe retiroâ.
Mitchell: Ajá.
Costello: Pero cuando Diana y yo nos juntamos con vos la última vez, nos interpretaste una hermosÃsima pieza musical.
Mitchell: Tengo una pieza musical, desde 1997, y no veo cómo ponerle letra. ¿En qué dirección ir en este mundo? Asà que no la grabé.
Costello: ¿Hacés música, te sentás a tocar el piano?
Mitchell: Cuando voy a British Columbia (donde Joni tiene una casa). Porque estoy en espacio muy pequeño, tengo un solo canal de televisión y la verdad que por ahora no estoy con ganas de escuchar mucha música. TodavÃa estoy haciendo las paces con la música. Escucho apenas, Debussy y Stravinsky y eso...
Costello: ¿Tocás música o improvisás?
Mitchell: Improviso; no puedo recordar nada que haya escrito.
Costello: ¿Tocás temas de otros? ¿Te sabés otros temas?
Mitchell: No sé nada.
Costello: ¿No conocés ninguna otra canción?
Mitchell: Nada.
Costello: ¿De nadie?
Mitchell: No. No conozco ni siquiera mis propias canciones.
Costello: Entonces cuando tenés que tocar, ¿te las tenés que estudiar de nuevo?
Mitchell: SÃ. Con la pintura no tenés que volver a hacerlo y pintar de nuevo lo mismo.
Costello: Cuando tocás e improvisás, ¿no tenés el impulso de capturar algo? Incluso del modo más casual, en el caso de que fueras visitada...
Mitchell: Trato de capturarlo [una nueva composición]. Por repetición. Es suficientemente fascinante tocarlo una y otra vez.
En este momento nos interrumpen y nos invitan a caminar a través del hotel, asà hacemos las fotos para la entrevista. La charla va de un tópico a otro y hablamos de la forma única en que los músicos convergen, sean bandas carnavalescas de Sudamérica, ese gran grupo de los tardÃos 50 âel Muddy Waters Chicagoâ, o la Duke Ellington Orchestra. Nos enteramos de que coincidimos en adorar al gran saxofonista Johnny Hodges. Cuando volvemos a la cafeterÃa, encontramos el lugar limpio y nos informan que el establecimiento no nos permite fumar durante la tarde. Esto implica una fuerte inhibición para Joni, entonces nos dirigimos a una deli cercana y concluimos la charla hablando de los misterios de las radios, de los sueños, y de los planes para el futuro.
Mitchell: Estaba esa ciudad montañosa en Rusia donde se escuchaba mi música porque la pasaba una emisora alemana. Recuerdo esto porque en Saskatchewan la música solÃa provenir de Texas. Bien tarde cuando terminaba la emisora local.
Costello: DebÃa ser una emisora poderosa como para llegar hasta allá.
Mitchell: Una antena enorme, y los sonidos aparecÃan y desaparecÃan. Asà que recibà una carta desde una comunidad montañosa en Rusia, en la frontera con China, y querÃan que hiciera allà un festival. Les habÃa llevado un mes y medio escuchar un disco entero mÃo, por la recepción que habÃa en las montañas. Y tenÃan que aguardar hasta que pasaban de nuevo una canción del disco. Recuerdo mi niñez, y lo precioso que era eso. TenÃas una parte de una canción, y pasabas la noche con la radio bajo las sábanas esperando que la pasaran de nuevo.
Costello: Ahora tenemos una situación de âdemasiadas opcionesâ.
Mitchell: Demasiadas pésimas opciones.
Costello: Tuve la misma experiencia a comienzos de los â70, escuchando Radio Luxemburgo en las primeras horas de la mañana, cuando la BBC se iba del aire. Nos decÃan: âHoy oiremos temas de Blueâ, pero como la señal venÃa de ultramar, el sonido oscilaba. Entonces debÃas esperar a que pasara un tema de Deep Purple o algo asà hasta que venÃa otro tema. Pero esto hacÃa que uno escuchara de veras.
Mitchell: Después habÃa un irlandés radioaficionado que pasaba música del siglo XX, y una vez me llama y me dice: âA ver qué te parece, ¿Gershwin o Ellington?â. Yo le dije: âEllingtonâ. Pero sin despreciar a Gershwin: Gershwin es la astilla y Ellington, el madero de donde sale.
Costello: Vos hablaste de que quisiste condensar la belleza de esa música junto a la libertad lÃrica que ofrece, digamos, Dylan. El aprendió de la poesÃa folk, del simbolismo, de la cultura beat, pero creó a partir de su propia imaginación nuevas posibilidades. Bueno, vos fuiste todavÃa más lejos. Y no hubo nada antes en tus letras que itiera este tipo de confidencialidad.
Mitchell: Creo que fue Stevie Wonder quien me dijo que me habÃa escuchado en una radio de Windsor (en Ontario) y que yo habÃa influido en algunas de sus canciones, empujándolo hacia una aventura armónica que no existÃa en mÃ. Ese es el tipo de influencia que me agrada. Y no tiene nada que ver con el plagio.
Costello: Hablas en términos musicales, ¿pero te das cuenta de que hubo una influencia en las letras, incluso un abuso de esa influencia?
Mitchell: No. Paul Simon empezó a acumular palabras, más de las que podÃan entrar en una canción, ¡y yo paré! (risas).
Costello: Mucho de tu trabajo en equipo ha sido con músicos de jazz, aquellos con un gran sentido pictórico, como Wayne Shorter, o alguien que complementa tus fraseos verbales como Jaco Pastorius, pero la pelÃcula Last Waltz fue reeditada recientemente y viene con un raro ejemplo: vos tocando con una banda cien por ciento roquera.
Mitchell: El disco que hice para Rhino âDreamlandâ es mayormente un disco de rockânâroll. Me sorprendà yo misma cuando lo escuché entero. ¡Guau! Allà habÃa más Chuck Berry de lo que yo misma creÃa.
Costello: ¿Y de dónde provino eso?
Mitchell: De mÃ. Buddy Holly y el primer rockânâroll no era más liviano que lo que yo toco.
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