Angelo Rizzuto querÃa que lo llamaran âLittle Angelâ, pero nadie le decÃa âLittle Angelâ porque siempre andaba solo. Entre 1952 y 1966, vivió en la ciudad de Nueva York, llena de gente que, como él, estaba aislada en ese mundo de altas geometrÃas. Nadie sospechaba que el fotógrafo que vivÃa en un cuarto de hotel de mala muerte era dueño de un edificio de tres pisos en el costoso Lado Este. Todas las tardes a las 2 en punto, dejaba el cuarto y tomaba la calle con su cámara. VolvÃa a casa con rollos que guardaban un desfile en negativo de mujeres impecables que sacaban a pasear su vida triste y enojada por las tiendas, chicos vestidos de señores que ocupaban altos cargos en un mundo inaccesible, tipos cansados que miraban a la lente como chicos. Cerraba cada secuencia con un autorretrato. Pasaba el resto del dÃa escribiendo cartas que lo pintaban como vÃctima de un complot entre judÃos y comunistas. Estaba loco y escribÃa con el cuidado de un paranoico obsesivo. 4n232q
HabÃa nacido en 1906 en Deadwood, Dakota del Sur. Su padre era un inmigrante siciliano que habÃa hecho fortuna en el negocio de la construcción y su muerte disparó sin escalas la mala suerte de Angelo. Little Angel entró en contienda legal con sus hermanos por la herencia, tuvo un intento de suicidio y lo internaron, vagó por el paÃs, tomó trabajos temporales y recaló en esa ciudad en que su locura pasaba más inadvertida. Allà armó su obra secreta hasta poco antes de su muerte, en 1967. Legó U$S 50.000 a la Biblioteca del Congreso, junto a 60.000 fotografÃas y la voluntad de su publicación póstuma en un libro. La Biblioteca imprimió un folleto sobre Angelo y destinó la mayor parte de sus fondos a comprar obra de fotógrafos famosos, como Diane Arbus.
Cuarenta años después, en diciembre del 2005, la editorial WW Norton&Company ha publicado Angelâs World, el libro soñado por Little Angel, con una colección de 98 fotos seleccionadas por el escritor Michael Lesy. Detrás de todo hombre misterioso hay otro que también tiene lo suyo. A pesar de no ser contemporáneos, Rizzuto encuentra en Lesy a un buen amigo. El ángel de Angelo.
Lesy entró en o con las fotos de Rizzuto en 1974, cuando era un recién graduado que ya habÃa publicado su tesis en un libro, Wisconsin Death Trip âWDT para los amigosâ que fue objeto de culto inmediato. Las fotos de Angelo prendieron en su vena narrativa. Pasó mucho tiempo hasta que Lesy publicara el libro de Angelo. Su trayectoria de autor, investigador y profesor justifica esa espera de más de treinta años.
WDT le ganó el elogio de muchos y la condena de varios. Es su primer trabajo con las fotos y la muerte, que son el hilo conductor de su lectura de la historia de los Estados Unidos. En WDT, Lesy combina fotografÃas oficiales y caseras de 1890 del pueblo Black River Falls con titulares, registros de manicomios, citas literarias, publicidades, chismes e historia locales. Dicen que âno es un libro de historia ni una novela ni un perfil psicológico, sino una combinación de todoâ. En el prólogo Lesy lo define âmás como un ejercicio de alquimia que como un ejercicio de historiaâ. Los ingredientes de su alquimia son las fotos y textos que cuentan la manera en que capitalismo y calvinismo urdieron la vida rural en una red de sangre, incomunicación y muerte. Echa mano de ampliaciones de detalles. No enumera las páginas y el libro se parece a un álbum familiar âcifrado como todo lo que pasa en las familiasâ. Dicen que en vez de describir el sueño americano Lesy se empeña en describir su pesadilla. A lo mejor es porque sabe que Norteamérica es una mezcla de ambos. A WDT le siguieron otros libros. Dreamland cuenta, en 208 fotos del archivo de una compañÃa de tarjetas postales, cómo era un dÃa en la vida de EE.UU. a principios del siglo XX. Rascacielos embrionarios, calles atestadas junto a caminos de tierra; la ciudad y los mineros y los cowboys. Los parecidos y las diferencias entre esa época y la actual hacen balance en la cabeza de quien se sienta a mirar Dreamland. La calma aparente de las fotos produce una inquietud que cobra peso si se las mira en detalle.
A WDT y Dreamland se sumaron otros libros âReal Life, Bearing Witness, Time Frames, Rescuesâ reveladores y a contramano del establishment. En The Forbidden Zone (La zona prohibida), Lesy habla con personas que tratan con la muerte en el trabajo. âHay una zona prohibida en el mapa de la cultura norteamericana del siglo XX. Un lugar que todos conocen, pero al que nadie quiere entrar. Es la zona del Hades Americano. Todos sabemos que vamos a morir y asà como tememos deseamos saber. Algunos para prepararnos; otros, para descubrir la manera, si no de evitarlo, de elegir, al menos, el lugar y el momento. Otros quieren conocerlo con la imaginación y volver como Lázaro a contarlo. Los best sellers aclamados por la crÃtica hablan de psicópatas asesinos; los programas de tele están llenos de crÃmenes, pero a cada muerte le sigue un comercial que, como antÃdoto, promete salud, felicidad y libertad. Gente que hace cola en los cines para pagar y ver espectáculos homicidas que les recuerdan que están vivos. Lo verdadero está oculto. Las fotos se cortan y las filmaciones se editan. Lo que aparece es sólo un atisbo fuera de contexto. Hoy, en vez de contemplar la muerte, miramos la violencia, en vez de contemplar la quietud, saltamos de una epifanÃa violenta a la que sigue. La muerte como parte real de la vida se ha convertido en algo tan raro que cuando pasa entre nosotros resuena como un aplauso en una sala vacÃa. Las ficciones que vivimos hambrean nuestros anhelos.â Lesy visita a un detective que le asegura que todos somos asesinos y también va a un frigorÃfico en donde, incitado por matarife y circunstancias, mata a un novillo. El hecho de que no le cueste nada lo asombra hasta pasmarlo âes que siempre se pensó como una vÃctima eventual pero nunca como un participanteâ.
WDT, Dreamland, The Forbidden Zone, Long Time Coming (donde las fotos sacadas por Walker Evans y Dorothea Lange para la Farm Security istration recuerdan una lectura de Faulkner) son los pasos de Lesy en su carrera para contar la historia de EE.UU. desde una perspectiva diferente.
Lesy no se olvidó de la obra de Rizzuto. Entrevistó a sus parientes y vecinos para contar su biografÃa y se quedó con 98 fotos de las miles tomadas por Angelo. Sus colegas le decÃan que Rizzuto era un idiota y él era un charlatán. Estaba acostumbrado. âLa mitad de la gente cree que soy un imbécil; la otra mitad piensa que camino sobre el agua, y nunca sé del todo bien con qué mitad estoy hablando.â Para él los medios de comunicación fallan en el intento de traer el pasado al presente, pero los archivos fotográficos âtienen un potencial ilimitado, son una cosa enorme, tan grande a su manera como el Parque Nacional Yellowstoneâ. Las fotos que contienen son memoria incuestionable, aunque a veces muestren cosas que no siempre quieren verse. âSon propiedad común de los ciudadanos de Estados Unidos. Nos pertenecen. Son nosotros.â
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