El 1º de febrero de 1995, el guitarrista y letrista de Manic Street Preachers, Richey Edwards, se fue del hotel londinense donde descansaba para partir a una gira promocional por Estados Unidos a primera hora de la mañana. Hasta donde la huida pudo reconstruirse, dejó el auto junto al puente sobre el rÃo Severn que cruza hacia Gales âhabÃa pasado un tiempo allÃ, viviendo en el coche, escuchando discos y mirando fotos de su familiaâ. Nunca más se lo vio, tampoco fue encontrado su cuerpo si es que su vida terminó en esos dÃas o después. En cualquier caso, en noviembre del año pasado se cumplió el plazo que la ley británica establece para considerar a una persona desaparecida legalmente muerte. Y la frÃa norma le dio a sus compañeros de grupo âJames Dean Bradfield, Nicky Wire, Sean Mooreâ el permiso para usar el objeto que entre los fans tenÃa carácter de mito: el cuaderno de letras y collages con Bugs Bunny en la tapa que Edwards dejó como herencia y recuerdo, con el implÃcito deseo de que esas palabras fueran usadas para canciones. 413y1p
Pero claro, el momento de al fin usar las letras era muy difÃcil de determinar. Algunas fueron incluidas en Everything Must Go, el disco de 1996 inmediatamente posterior a la desaparición; un disco eufórico, tan diferente del disco que antes de irse habÃa concebido Richey, el terrible The Holy Bible, el álbum más oscuro de los años â90 junto a In Utero de Nirvana, con sus imágenes de chicas anoréxicas que quieren âcaminar sobre la nieve y no dejar huellasâ, con canciones llamadas âEl intenso rumor del malâ (âThe Intense Humming Of Evilâ), o lÃneas como âes un chico, pero querés una chica arrancale la pija, hacele colitas, cogételo, llamalo Rita si querésâ). Años después, sus compañeros se asombran del poder lÃrico y la ambición crÃtica de Richey âcada vez más ausente del rock, hasta niveles patéticosâ y le comentan a New Musical Express: âEl pendejo no querÃa ser nada más que un letrista, ¿no? Iba por el Pulitzer. No querÃa que se lo comparara con ningún letrista. QuerÃa ser J. G. Ballardâ.
Le dicen âpendejoâ porque Richey Edwards tenÃa 27 años cuando desapareció, y ellos, ahora, ya tienen más de 40.
El disco nuevo, con letras exclusivamente de Edwards, todas sacadas del mÃtico cuaderno âhay que recordar que fueron concebidas en la era anterior a la omnipresencia digital, y fueron redactadas en una máquina de escribir Olivetti, y a manoâ se llama Journal For Plague Lovers y está teniendo crÃticas muy elogiosas incluso en medios que, presumiblemente, habrÃan estado afilado los dientes para destrozar a los hombres maduros que invocan al fantasma del hermoso joven desaparecido lleno de talento para revitalizarles la carrera. El New Musical Express, por ejemplo, escribe: âEn los próximos años, esta década estará caracterizada como una época de ofuscación e ironÃa, barata y cobarde. En el reino del rock alternativo los Manic Street Preachers van a ser valorados como notables por haber balanceado con éxito la sinceridad y la inteligencia, sin importar qué valor tengan esos commodities en particular hoy dÃa. Journal For Plague Lovers es un disco impresionante por sà mismo, y no, no es The Holy Bible. Pero, ¿salen discos como ése ahora?â
Una buena pregunta. Otra es por qué justo este momento para desempolvar el cuaderno. ¿Se trató sólo de la muerte legal del autor? Los Manics dicen que no. âCreo que Send Away The Tigers âel disco que editaron hace dos años, y con el que recuperaron el éxito comercialâ fue una gran ayudaâ, dice Nicky Wire. âNo digo que sea el disco más abarcativo alguna vez hecho, pero nos hizo sentir jóvenes de nuevo, y nos ayudó a reingresar, digamos, al medio. Por eso podemos lanzar este proyecto: porque nuestro disco anterior llegó al Nº 1, y no sentimos que ésta sea una forma de intentar la resurrección de nuestra carreraâ. Bradfield agrega: âTambién necesitábamos sentir un cierre, una distancia entre nosotros y la desaparición de Richey. TenÃamos que entender las letras, tenÃamos que dejar que el polvo se asentara de manera natural. Y creo que existÃa la responsabilidad de saber que podÃamos hacer una música que estuviera a la altura de las letras. Ahora podemos hacerlaâ.
Las letras son mucho más serenas y resignadas que las de The Holy Bible, aquel juicio vitriólico a los tiempos modernos. La banda tampoco exagera el gesto: el productor es Steve Albini, que a Richey le gustaba âes el productor de In Uteroâ pero no se sumergen en oscuridades, y hay punk vital, momentos acústicos, riffs feroces, melodÃas muy lindas. Se acomodan a barbaridades como âsi un hombre casado se coge a un católico/ Y su esposa se muere sin saberlo/ ¿Eso lo hace un infiel?â (âJackie Collins Existential Question Timeâ), a sentencias muy Edwards como âCuanto más veo, menos grito/ La lamparita siempre está encendida/ Lastimaduras en mis manos al intentar desenterrar mis uñas/ El jean Levi siempre fue más fuerte que Uziâ (âPeeled Applesâ) o âEl silencio no es sacrificio/ La crucifixión es la vida fácilâ (âDoors Closing Slowlyâ), a historias de amor enfermo como âElla pensó que la carne quemada iba a gustarle a su amante/ Para mantener el amor vivo y la lujuria a un lado/ El amor la sumergió en un baño de lavandinaâ (âShe Bathed Herself In a Bath Of Bleachâ) o a una tristeza infinita en una canción que puede ser leÃda como la nota suicida del autor, âTe amo, pero dejame ir/ Amo hasta al diablo aunque me haya hecho daño/ Por mantenerme más tiempo/ Estoy muy cansado/ Y me encantarÃa ir a dormir y despertarme felizâ (âWilliamâs Last Wordsâ).
Journal For Plague Lovers no tendrá simples. El arte de tapa lo diseñó la joven pintora inglesa Jenny Saville, que también habÃa prestado una de sus pinturas para The Holy Bible (el trÃptico de una mujer obesa en ropa interior llamado Strategy-South Face/ Front Face/ North Face). En este caso, la pintura es Stare (2005), el rostro de una niña andrógina, que podrÃa o no estar herido y ensangrentado, una niña que se parece mucho a Richey. La tapa acaba de ser prohibida en todas las cadenas de supermercados de Inglaterra: los dueños decidieron que podÃa ser demasiado fuerte para algunos consumidores. Pero no hay nada ofensivo en esa hermosa pintura de Saville. Sólo hay verdad y un retrato muy valeroso del dolor.
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