(Desde Barcelona) t1r5x
En el principio fue la frase: âDeben ser gigantesâ, le dice Don Quijote a Sancho antes de cargar contra manchegos molinos de viento. Después fue el tÃtulo de una muy buena y curiosa pelÃcula de 1971 con George C. Scott y Johanne Woodward en la que el primero era un millonario londinense y contemporáneo convencido de ser Sherlock Holmes y la segunda su terapeuta que, de pronto watsonificada, acababa creyéndole. Y, por fin, hace casi treinta años, nombre de dueto en banda amado por sus seguidores, respetados por la crÃtica, y âcontra todo pronóstico, como un equivalente sónico de los Hermanos Coenâexpertos en el arte de caminar sobre la fina lÃnea que separa a lo cult de lo cool, al mainstream de lo indie, a lo pop de lo popular. El secreto a voces y melodÃas âcomo queda más que claro pero, aún asà imposible de clarificar del todoâvuelve a hacerse evidente en Us, su álbum número catorce y algo asà como un retorno a sus raras raÃces de planta carnÃvora a la vez que vegetariana. ¿Cuál es el secreto en cuestión? Fácil y difÃcil: parecerse única y exclusivamente a una banda que sólo se parece a sà misma y se llama They Might Be Giants.
Muchos âme incluyoâdescubrieron a los Juanes, a los nativos de Lincoln, Massachussets pero hijos adoptivos de Brooklyn Johns Flansburg y Linnell a través de tres video-clips inolvidables: el histérico e hiperkinético âDonât Let Startâ, esa bizarra canción de amor en llamas para alguien en el otro extremo del planeta llamada âAna Ngâ, y aquella otra que sólo puede definirse como una suerte de éxtasis mÃstico que es âBirdhouse in Your Soulâ, recientemente rescatada para una publicidad de zapatillas. Una y otra y otra más salÃan del debut They Might Be Giants (1986), del magistral opus dos Lincoln (1988) y del tercer ojo de Flood (1990). Allà ây en el siguiente Apollo 18 (1992)âeste dúo dinámico con drum-machine parecÃa haber destilado el atletismo nerd de Buddy Holly con lo más freak de los Talking Heads para combinarlo con la duración de jingles lisérgicos refinados en sótanos de Madison Avenue y la torrencial poética en prosa de Thomas Pynchon. AsÃ, no demoraron en crecer a religión para connaisseurs (se recomienda mucho el documental Gigantic: A Tale of Two Johns de A. J. Schnack, del 2003, para apreciar la intensidad de la relación con sus fans) sin privarse de hacer bromas divinas: conciertos con la participación del público, un número de teléfono de Brooklyn (pago, sÃ, pero âgratis si llamas desde el trabajoâ) donde te cantaban tonadas exclusivas y, casi enseguida, el aprecio y respeto de las tropas del marketing de corporaciones multimillonarias.
Lo que molestó un poco a varios puristas y seguidores de la primera hora: a partir del muy meritorio John Henry (1994) y siguiendo en Factory Showroom (1996) y Mink Car (2001), la composición minimal del combo crecÃa a quinteto fijo y a canciones más convencionalmente raras que raramente convencionales. ¿O era al revés? ¿Importa? Lo cierto es que en algún momento, They Might Be Giants deciden que han estado componiendo para adultos infantiles y deciden ver que pasa âla modificación de la fórmula es mÃnima pero decisivaâsi se ponen a escribir para infantes adultos. El punto de inflexión es No! (2002) y es una obra maestra que los conduce directamente a grabar el tema de la serie Malcolm in the Middle (con el que ganan un Grammy) y una indispensable en todo hogar trilogÃa didáctica demencial para la Disney âHere Come the ABC (2005), Here Comes the 123s (2007, otro Grammy por lo que le dedicaron al número âSevenâ) y Here Comes Science (2009)-- con la que empiezan a colaborar asiduamente en diferentes proyectos. Además, musicalizan campaña para la Dunkinâ Donuts, colaboran con varios proyectos de Dave âMcSweeneyâsâ Eggers, rechazan sus canciones para la versión fÃlmica de la Coraline de Neil Gaiman por considerarlas âno lo suficientemente siniestrasâ y acuden a todo sitio donde se los necesite. En este contexto, los muy nobles The Spine (2004) y The Else (2007, co-producido por los Dust Brothers) podÃan llegar a parecer demasiado pulidos y profesionales y hasta previsibles en su falta de ortodoxia. Pero estaba claro que habÃa ganas de ser los que nunca dejaron de ser, pero de un modo más liviano y espasmódico y sorpresivo y primario. Una pista del retorno a las fuentes fue la edición limitada de Venue Songs (2005), recopilando cuarenta y seis canciones brevÃsimas grabadas en directo y dedicadas y tratando sobre todos y cada uno de los teatros y clubes donde tocaban. Ahora, Us âya desde su tÃtuloâinvita a la unión, a la reunión, a volver a empezar sin nunca haber terminado.
Revolver revolviendo volviendo.
Y la imagen de la cubierta es una elocuente definición de intenciones: un vehÃculo fúnebre convertido en uno de esos monster-trucks pisoteador de estadio con neumáticos anabólicos pintado de color rosa Warhol. Adentro, dieciocho tracks de rimas muy adultas y, sÃ, suficientemente siniestras girando alrededor de dos temas recurrentes: el fin del amor como muerte en vida y el fin de la vida como la muerte del amor. Los tÃtulos de las canciones son más que ilustrativos en ambos sentidos: la simon&garfunkeliana âOld Pine Boxâ (âLlamaron a tus conocidos pero declinaron la invitación / Llamaron al club de fans pero habÃan renunciado / Dejaste tu auto en un campo y varias preguntas detrás de ti / Tu mamá piensa que estás loco / Tú, vieja caja de pinoâ ), âWhen Will You Dieâ (âEres loca / Eres mala / Destruyes todo lo que tocas y eres una sociópata / Hay sólo una cosa que todos se preguntan / Y es cuándo morirás / Los escolares se quedarán en casa y todos los bancos cerrarán / Y cada años marcaremos la fecha a celebrar / Cuando morirásâ), âJudy is Your Viet Namâ (âJudy miente pero tú le crees / Ella es la tormenta antes de la calma / Judy es la gran engañadora / Judy es tu Viet Namâ), âProtagonistâ (âElla me robó mis sueños despiertos / Ella me robó mi guitarra de aireâ), la todavÃa ilusionada pero justo a punto de la desilusión âNever Knew Loveâ y el cierre de âYou Donât Like Meâ que puede, también, interpretarse como una oda a todos aquellos a los que nunca les gustó y jamás les gustará They Might Be Giants: âPuedo ver el futuro como si estuviese en el pasado / Nunca serás mi amiga / No te gusto / Sé lo que estás pensando / Y en tus pensamientos es obvio que no te gusto / Te gustan los cigarrillos, nadar en piscina, las papas fritas / Naves de guerra / gatos / Court TV / Te gustan los tÃteres de sombra, Woody Harrelson / Leer en la bañadera, Nirvana, y las gorras de béisbol / Pero no te gustoâ. Pero lo más interesante de Us es el retorno de un sonido económico. El sonido de sus principios que realza los recovecos de sus melodÃas y potencia el genio e ingenio de las letras. Y, entonces, un tercer grupo de temas que marca el triunfal retorno al que, en realidad, siempre ha sido El Tema de They Might Be Giants más allá de entusiasmos secundarios y pasajeros: la fiesta del lenguaje, la aventura de la composición, la manera en que un verso comulga con otro verso hasta alcanzar un estribillo en estado de graciosa gracia. En este sentido, apreciar con iración lo que ambos Johns hacen en âCloisonnéâ (donde se confiesa que âMi oficio está explotando / Es como si estuviese haciendo cloisonnéâ y luego un John se describe al dolor como una gota de lluvia a la que se le pide una historia y, por supuesto, la gota de lluvia, el otro John, en plan Pimpinela existencial-beckettiano, responde que no tiene ganas âde contar nada, misterâ), âCanajoharieâ (donde se le canta a todo lo que salió mal y se concluye con un âLlámame sentimental pero quiero regresar / Y conmemorar ese sitio con una placa históricaâ), âThree Might Be Duendeâ (saltando la soga de juegos de palabras como âNecrópolis Blownapart / Perdido en sus rimas) hasta llegar a ese prodigio de técnica y concepción que es âSpoiler Alertâ. AllÃ, uno de los John aparece escribiendo la lÃneas finales de un libro pero sin tener del todo claro aún el punto del adiós. âAquà llega la última página / Todo lo que necesito es un final / Próximo al final de la última página / Y el final de todo el libro / SÃ, qué hacer con todos estos flecos sueltos / DeberÃa cambiar el principio / Pero no deberÃa tipear mientras voy conduciendo / Mientras hago una llamada telefónica / Mientras busco algo en la guantera / Mientras voy escribiendo todo lo que está pasando / Van a quedarse tan impresionados / Cuando reciban lo que voy a descargar sobre ellos / Es como si tuviese un par extra de manos / Dos para escribir, dos para manejar, una para rascarme / Mi cabeza y otra para cubrir mis ojos / Lo que me ayudarÃa a que se me ocurra un final / SÃ, alguna especie de signo de puntuación / Alguna especie de / Alguna especie de / Problemas más adelante / Qué diablos / Qué diablosâ. Y lo más formidable de todo es que la voz de ese John âentre lÃneasâes invadida por la de otro John, cantando en contrapunto y narrando un accidente automovilÃstico que bien puede ser el final de la novela o del novelista. En cualquier caso, todo cierra con las palabras: âMe dejo ir / Me dejo irâ.
Lo que âen realidad, si se lo piensa un pocoâno deja de ser la mejor y más elemental manera de escuchar Us sin preocuparse si se trata de molinos o de gigantes. Lo importante es que They Might Be Giants son, siguen siendo, vuelve a ser. Dejarse ir yendo con ellos, entonces.
Lo que vendrá âestán advertidosâserá un álbum de música para los tÃteres que ambos Johns suelen manipular durante sus shows.
Otra fiestita después de este festivo funeral con resurrección incluida justo para soplar, en el supuestamente apocalÃptico apocalÃptico 2012, las velitas por tres décadas divirtiendo y divirtiéndose como grandes pequeños que nunca crecerán pero que apuntan y aciertan cada vez más alto.
Aquà vienen, de nuevo, los TMBG.
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