VenÃa de tocar el bajo eléctrico con bandas emblemáticas como Don Cornelio y La Zona y Los Visitantes, pero en uno de esos momentos que se suelen definir como âbisagraâ, Federico Ghazarossian mandó el instrumento que le habÃa dado notoriedad directo al estuche. Y ahà lo dejó, durmiendo una larga siesta de la que recién despertó con el desembarco de Acorazado Potemkin. âLo tenÃa colgado desde hacÃa ocho años. Me invitaban a tocar y siempre esquivaba el temaâ. Lo que hizo entonces fue cambiar las cuatro cuerdas conocidas por las exigencias propias del hermano mayor de la familia, el contrabajo. âCuando terminaron los â90, quedé medio quemado con Los Visitantes, peleado con el rock. Y me encerré a estudiar el contrabajo.â No sólo repasaba una y otra vez las grabaciones de los contrabajistas de las orquestas de tango, jazz y música clásica. âDurante el â99 y el 2000, fui todos los viernes a escuchar a la Sinfónica Nacional. Y también iba a ver tango en vivo.â 212t1z
¿Y para qué sirvió todo ese aprendizaje?
âEntre 2008 y 2009, hice más de 80 shows con una orquesta en el Piazzolla Tango, haciendo reemplazos. Y fue como jugar en la Primera A. Me tiraron las partituras y me encerré a estudiar. El primer dÃa fue un parto: no paraba de transpirar. Cuando enganché la onda, habÃa momentos que me sentÃa en la gloria. Los tipos no ensayan. El director dice un-dó-tré-cuá y hay que salir. HabÃa tres o cuatro parejas de baile, un cantante masculino y otra femenina. Un lugar para 120 personas, lleno. Cena-show para turistas, con la entrada a 100 dólares. Y eran 25 temas al hilo. Terminás uno, tirás la partitura y empezás el otro. No parás.
Un error debe costar caro.
âNo, los tangueros te rompen las bolas en la entrada y en la salida. En el medio podés hacer cualquiera. Pero si entraste mal, al final te llama el director: âMâhijo, venga para acá. ¿Qué le pasó en la entrada de âNostalgiaâ?â.
Federico alcanzó la mayorÃa de edad tocando en Don Cornelio y la Zona, en el under de los â80, un perÃodo a menudo mitificado que en su memoria aparece como una aventura sin fin. âCon la vuelta de la democracia apareció gente que movilizó las cosas. Y si ibas para Palermo te encontrabas a Luca Prodan en el Zero Bar. Fui a muchos shows de Sumo, ahà o a la Esquina del Sol. Era una apertura a todo lo nuevo: con muy poco se hacÃa mucho. Las bandas como Don Cornelio salÃamos a tocar con cualquier equipo, y por ahà antes subÃa alguien a hacer un numerito de teatro atrevido.â
¿Cómo viviste los â90, en comparación?
âEn los â90 la cosa se puso menos idealista. Además, después de los primeros años, estaba como en otro lado, con mis mambos. Trabajaba de otra cosa, diez horas por dÃa. Y estaba en medio de una vorágine. Tomé la decisión de no trabajar más con horario fijo en el â99, para dedicarme a la música. Y un año después, dejé la cocaÃna. Andaba como con una muda de ropa. Y estudiaba contrabajo todo el dÃa.
El instrumento también funcionó como nexo entre dos etapas de su carrera. En un ciclo de Los Visitantes en La Boca, los fundadores de Me Darás Mil Hijos lo escucharon tocar el contrabajo en seis temas y lo invitaron a sumarse a una formación todavÃa en pañales. Hoy la banda sigue en actividad, pero con algunos cambios. âLlegamos a ser doce o trece en vivo, ensayar era un quilombo. Ahora volvimos a los orÃgenes, al quinteto de sonido guitarrero. Mil Hijos era una banda que iba camino de la separación. Llegar hasta donde llegamos nos costó un montón.â
Si existiera algo similar a la ley de la gravedad rockera, entonces podrÃamos decir que esa fuerza inevitable atrajo a Ghazarossian nuevamente hacia el bajo eléctrico. Pero los hechos suelen ser menos metafóricos que azarosos: hace dos años y medio, Juan Pablo Fernández se estaba recuperando de un accidente en la mano. Por entonces el cantante y guitarrista, hermano del lÃder de Me Darás Mil Hijos, era un flamante ex Pequeña Orquesta Reincidentes. Ghazarossian lo encontró en ese estado y le propuso: âJuntémonos, asà por lo menos calentamos los dedosâ. A los dos o tres meses ya contaban con material suficiente como para ponerse manos a la obra. Sumaron como baterista a Luciano EsaÃn, de Valle de Muñecas y Motorama. âCuando vino Luciano, no me daban los dedos para el contrabajo. Un dÃa llevé el bajo eléctrico de casualidad y empezamos a tocar. Fue a partir de ahà que volvà a usarloâ, recuerda. Ese fue el origen del trÃo que, una vez que estuvo listo para zarpar, fue bautizado en honor al clásico de Eisenstein. Acorazado Potemkin se inscribe de algún modo en esa lÃnea difusa pero persistente de triángulos musicales inspirados e inspiradores, que alumbraron la escena subterránea más o menos reciente desde los ángulos más diversos, de San MartÃn Vampire a Flopa Manza Minimal, pasando por Entre RÃos. Tres músicos con experiencia, capacidad y personalidad como para generar un cuerpo de canciones que rompan moldes y abran huellas.
âDe la mezcla salen cosas buenas. Hay gente que dice que Juan tiene un estilo tanguero. Yo meto unas escalas que también pueden sonar tangueras. Luciano toca con una onda medio rockabilly. Lo que hacemos está cerca del rock, pero también tiene una impronta punk. Las letras de Juan cuentan unas historias... nos sorprendÃamos mientras las grabábamos.â Un ejemplo: ese mix de marchita militar e himno religioso titulado âLos muertosâ, que reza: âTodos tienen algo que envidiarle a los muertos/ No trabajan, no se cansan, no les duele más la panza/ No se olvidan, ni lastiman, y no tienen que ordenarâ.
Mugre, el disco, condensa, sintetiza y destila el torrente energético que Acorazado Potemkin suele desplegar en sus recitales. âTocamos bastante en vivo, y eso fue buenÃsimo. En el primer disco de Los Visitantes, Salud universal, la mayorÃa de los temas tenÃan dos años de sonar en bares de mala muerte y salas de ensayo. Cuando lo grabamos, la banda tenÃa un groove tremendo. Acá pasa lo mismoâ.
¿Qué tienen los graves para vos?
âPara mà son la sangre, el motor de la vida. Es lo interno, lo que no se ve, lo que te impulsa, lo que te mueve. Por eso en las bandas no se reconoce a los bajistas. Porque están atrás. La base es irreconocible. Todo el mundo conoce al cantante o al guitarrista: a la mayorÃa le gusta la melodÃa. Pero la selección del â86 también ganó el Mundial de México por tener un buen equipo. Maradona era un genio, pero habÃa una ecuación y una conciencia colectiva para que la cosa funcionara bien: dependÃa de todos, no sólo de él. Con una banda es lo mismo: podés tener a un buen 10 o a un buen arquero, pero el resultado siempre depende del equipo.
El viernes 28 de octubre en el Zaguán Sur, Moreno 2320, junto a Crema del Cielo y Manifiesto. El disco Mugre se puede descargar gratis en www.acorazadopotemkin.com.ar
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