En su inquietante librito Minima moralia, Theodor Adorno escribió que sin duda se podÃa hacer una pelÃcula artÃsticamente satisfactoria que cumpliese todas las limitaciones y condiciones impuestas por la Hays Office (el censor de Hollywood de entonces), pero sólo si no existÃa Hays Office. Siempre he entendido que esta brillante observación gnómica presupone las siguientes dos cosas: primera, que la virtud y el mérito pueden convertirse en lo opuesto si se exigen o imponen. Segunda, no es fiable ninguna descripción o definición de uno mismo. (Un funcionario del sindicato de transportes, a la pregunta durante una vista del Senado sobre si su sindicato era realmente poderoso, respondió reservada pero elegantemente diciendo que ser poderoso era un poco como ser elegante: âSi tienes que decir que lo eres, probablemente no lo eres.â) 4n2137
A lo largo de nuestra correspondencia, he sido totalmente incapaz de sacudirme de encima una ligera sensación de impostura. Si me defines como una autoridad sobre el radicalismo, quizá seas vÃctima de una ilusión; si acepto tu invitación sin más, puede que me esté ridiculizando. Un temprano tutor mÃo en el periodismo radical, el fallecido James Cameron, confesó un dÃa que cada vez que se dirigÃa a la máquina de escribir pensaba: âHoy es el dÃa en que van a descubrirmeâ. (HabÃa sido el gran cronista de la independencia de la India, y cuando murió era el único hombre que habÃa presenciado tres explosiones nucleares.) Cuando sufro esta mismÃsima aprensión, me consuela pensar que el Papa, la reina y el presidente despiertan todas las mañanas con un lacerante temor parecido. O que, si no es asÃ, merecen que se dude y se desconfÃe de ellos más aún, si fuera posible, de lo que yo ya dudo y desconfÃo de ellos.
O sea que no tengo perorata que hacer ni toque de clarÃn para cerrar estas páginas. CuÃdate de lo irracional, por seductor que sea. Rehúye al âtrascendenteâ y a todo aquel que te invite a subordinarte o aniquilarte. Recela de la compasión; prefiere la dignidad para ti mismo y para los demás. No tengas miedo de que te consideren arrogante o egoÃsta. Imagina a todos los expertos como si fuesen mamÃferos. Nunca seas un espectador de la iniquidad o la estupidez. Busca la discusión y la disputa por sà mismas; la tumba suministrará cantidad de tiempo para el silencio. Sospecha de tus propios motivos y de todas las excusas. No vivas para los demás más de lo que esperases que los otros vivieran para ti.
Te dejaré con unas pocas palabras de George Konrad, el disidente húngaro que conservó su integridad durante unos tiempos crepusculares, y que sobrevivió a sus perseguidores escribiendo AntipolÃtica y El perdedor, y muchos otros ensayos y ficciones lapidarios. (Cuando, tras la emancipación de su paÃs y su sociedad, fueron a ofrecerle la presidencia, dijo: âNo, graciasâ.) Escribió esto en 1987, cuando el amanecer parecÃa muy lejano:
Busca una vida vivida más que una carrera. Refúgiate en el buen gusto, La libertad vivida te compensará de unas cuantas pérdidas... Si no te gusta el estilo ajeno, cultiva el tuyo. Llega a conocer las mañas de la reproducción, sé tu propio editor incluso cuando conversas, y el placer del trabajo llenará tus dÃas.
Que asà sea contigo, y que conserves la pólvora seca para futuras batallas, y que sepas cuándo y cómo reconocerlas.
El ensayista, periodista y feroz polemista Christopher Hitchens murió el viernes pasado, a los 62 años, después de un cáncer sobre cuyo tratamiento él mismo escribió copiosa, conmovedora y agudamente, retomando uno de los grandes temas que habÃa abordado en sus últimos libros: la religión, la fe, el escepticismo y la figura de Dios. Antes, se habÃa dedicado con igual pasión y espÃritu confrontativo a la literatura y a la polÃtica. Estas lÃneas son el cierre del libro Cartas a un joven disidente (2001, edición en castellano por Anagrama), en el que alienta a futuras generaciones en el arte de la disidencia y la rebeldÃa intelectual, y que puede leerse como credo y legado.
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