A la pregunta eterna, irresoluble â¿De dónde sale la inspiración?â, él se limita a contestar, en unas pocas palabras: âHay que pagar el alquilerâ. 524f4q
El que habla es el hombre del bigote y los anteojos inconfundibles, al que hoy puede vérselo haciendo de bibliotecario, aislado del mundo por un tremendo par de auriculares, sin advertir que en el fondo, apenas unos metros detrás de él, El Hombre Araña y un lagarto mutante se surten a lo bestia. AsÃ, con el mejor de los cameos âde los que ha hecho hasta ahoraâ para las cada vez más millonarias pelÃculas basadas en los personajes de Marvel Comics, el legendario Stan Lee (Stanley Martin Lieber, Nueva York, 1922) vuelve a los cines, en El sorprendente Hombre Araña, relanzamiento de la saga del superhéroe de spandex azul y rojo con nuevos rostros, nuevo director y nuevo villano, apenas un par de meses después de que Los Vengadores empezara a romper todos los records de recaudación comercial en materia de paladines de la justicia y otros freaks. No por nada le dicen Stan âThe Manâ. No por nada los lectores de historietas reconocen su figura como si se tratara de la única celebridad del mundo del comic por fuera del gueto, o ¿cuántos reconocen a Jerry âSupermanâ Siegel y a Bob âBatmanâ Kane? Hoy sus creaciones son objeto de fanatismo para millones, y a través del cine están alcanzando la cima de su popularidad; aunque alguna vez se dedicó a todo esto, dice, para poder pagar el alquiler.
A los 89 años, Lee es el rostro de un negocio masivo de la industria cultural pop norteamericana, que goza de un momento particularmente alto, de una sobreabundancia de âproductosâ (dos films de Iron Man en pocos años y otra más en camino, un Thor y un Capitán América que también aguardan inminentes secuelas, dos caros intentos de dar con la fórmula para revivir al IncreÃble Hulk, un ligero par de aventuras de los 4 Fantásticos, una trilogÃa de X Men más una precuela y varios derivados), productos que por su cantidad y superposición bien podrÃan haber producido una saturación de monstruosidades digitales agotando pronto a su público, pero que, bien por el contrario, han incluso ayudado a revivir a una casa histórica de las historietas de superhéroes cuando se encontraba en bancarrota.
Como creador, junto a varios dibujantes âprincipalmente Jack Kirby y Steve Ditkoâ de decenas de mitos de colores chillones, Lee realizó un aporte hoy considerado fundamental al universo de las historietas de súper héroes, que consistió, justamente, en desarmar esos mitos, descontracturarlos, despojar a todos esos supertipos idealizados de las historietas de la posguerra del aura de infalibilidad que se habÃan forjado en la casa de enfrente, la DC Comics, la de Superman y tantos otros, invencibles y famosos.
Hay un momento epifánico en la historia de Lee, un momento en que empiezan a cobrar forma esos personajes que tienen superpoderes, sÃ, pero a los que busca darles un espesor más real, dotarlos de defectos y taras y traumas originarios. Ese momento podrÃa ser, entre otros, la salida de Fantastic Four #1, en 1961. âLo que realmente estaba buscando era la novedadâ, le cuenta Stan Lee a Radar en entrevista telefónica. âEscribà cientos de comics antes de escribir Los 4 Fantásticos para mi jefe. Mi jefe no tenÃa mucho respeto por los lectores. Siempre me decÃa: âNo te preocupes por el diálogo, o los personajes, o la caracterización; dame acción, pelea, eso es lo que vendeâ. QuerÃa que escribiéramos para lectores muy chicos, que usáramos en lo posible palabras de no más de dos sÃlabas, y lÃneas argumentales muy sencillas, porque creÃa que nadie recordarÃa de un mes al siguiente en qué habÃa quedado todo. A principios de los â60 yo ya llevaba 20 años en esto, y sentÃa que no habÃa futuro. Estaba harto, querÃa renunciar. Pero entonces mi mujer me dijo: âYa que no tenés más ganas de estar ahÃ, ¿por qué no escribÃs lo que siempre quisiste escribir y listo? Contá esa historia que creés que el mundo deberÃa leer. Lo peor que te puede pasar es que te echenâ.â Ahà fue, cuenta Lee âquien alguna vez fue un adolescente que vivÃa apretado en un departamento de dos ambientes en Manhattan junto a su hermano menor y sus padres, y soñaba con escribir La Gran Novela Americanaâ, âcuando apareció la idea de hacer una historieta de superhéroes donde cada uno de ellos tuviera bien definida su personalidad, que no fueran un mero punching ball. La gran aventura residió para mà siempre en la idea de preocuparte por alguien que está en una situación de peligro. Trataba de que mis historietas tuvieran argumentos realistas, por más que fueran superhéroes en mallaâ.
Por supuesto que no todos cuentan la historia de Marvel de la misma manera. Mientras que Lee se arroga la invención de la mayorÃa de sus personajes más icónicos, y dice que âhubiera sido muy difÃcil seguir vivo en un mundo que no querÃa lo que yo tenÃa para contarâ, Kirby recuerda las cosas de un modo algo distinto en una famosa entrevista con la revista especializada The Comics Journal, en 1990: âFue muy simple. Llegué a Marvel y estaban sacando los muebles, se estaban llevando los escritorios. Yo tenÃa una casa y una familia que mantener y de repente Marvel se caÃa a pedazos. Stan Lee estaba sentado en una silla llorando. No sabÃa qué hacer, y es lógico: era un niño que recién salÃa de la adolescencia. Le dije que dejara de lloriquear: âEntrá y decile a Martin Goodman, jefe de ambos, que deje todo donde está. Yo me voy a encargar de hacer comics que hagan plata. A mà se me ocurrieron los Fantastic Four, a mà se me ocurrió Thor. Lo que un comic necesitara para venderse, yo podÃa hacerlo. Era imposible para un tipo sin mentalidad de editor como Stan Lee pensar en conceptos nuevosâ.
En la intersección entre esas dos versiones de la historia del comic (sobre quién creó qué cosa, sobre qué participación autoral tuvieron los dibujantes en todo el asunto) hay una verdad no menos contundente: Lee siempre supo reconocerse a sà mismo menos como un visionario que como un mercenario de la industria del comic, en especial cuando habla de su trabajo previo a los superhéroes. âYo era el máximo mercenario. Quizás el mayor de todos los mercenarios dentro de una industria que era bastante mercenaria. EscribÃa lo que me pidieran, de la forma en que me lo pidieran. Guerra, romance, vaqueros, terror, humor; si me lo asignaban, lo hacÃa. Pero me harté.â
¿Cuál era su historieta favorita cuando a los 17 años entró a trabajar en Timely Comics, la compañÃa que años más tarde se convertirÃa en Marvel?
âEn aquel entonces, no habÃa tantos comics, o era difÃcil acceder a ellos: sólo tenÃa historias pulp, radioteatro o literatura decimonónica. Sólo podÃa ir al cine una vez al mes, por el costo de la entrada, pero podÃa leer todos los libros que quisiera, asà que hice mucho eso. Pero realmente no tengo una historia favorita. Es que hay tantas de ellas, tantÃsimas, amo las historias, incluso aquellas que hacen a mi vida. Amaba King Kong, por ejemplo, amo Mister Roberts de John Ford, amo Mi bella dama al punto que creo que es una de las mejores historias del mundo, y amo Spiderman, y amo las pelÃculas de Batman que hizo Christopher Nolan. Mi estrella de cine favorita fue, por mucho, Errol Flynn, por sus papeles heroicos, ya fuera como sheriff de Dodge City, o como Robin Hood, o como el capitán Blood. Por Flynn salÃa del cine con una sonrisa torcida como la de él y una espada imaginaria a mi lado, buscando niñitas pequeñas a las cuales salvar de los abusadores de turno. Ah, tenÃa tantas ganas de ser Errol Flynn.
Los superhéroes nacieron y volvieron a nacer otra vez como una moda, y asà lo asumieron sus autores, en un medio acostumbrado a los fenómenos fugaces. Uno de los méritos de Lee fue cuidar su nombre como una marca de cara a esa amenaza, la de que su arte se volviera un objeto biodegradable. âCuando escribÃa Spider-Man, o los 4 Fantásticos, o Hulk todo era más llanoâ, dice Lee. âLa idea de franquicia pertenecÃa a otros ámbitos. Mi mayor sueño era que los personajes pudieran verse una vez más, y eso en la medida en que implicara que nuestro trabajo tuviera continuidad. No defendÃamos un género sino de una forma de trabajo. Nuestra esperanza era poder pagar el alquiler, no crear personajes que siguieran vivos medio siglo después.â
HabÃa que parar la olla, es cierto, pero una vez zambullido de cabeza en su trabajo, Lee dio con esa clave sobre la que se han sostenido y perdurado sus creaciones hasta el dÃa de hoy y que les permitieron reconvertirse en multimillonarios fenómenos cinematográficos: les dio una psicologÃa y un anclaje âalgo distorsionado pero anclaje al finâ en el mundo real. âCreo que si los personajes no tuvieran defectos se volverÃan increÃblemente poco interesantes, si no pueden hacer las cosas mal y son perfectos en todo sentido...â, ha dicho Lee. âDeben ser realistas y tan empáticos como sea posible. Superman nunca tuvo una vulnerabilidad, y creo que ésa es una de las razones por las que El Hombre Araña siempre vendió más, porque tiene problemas familiares, laborales, financieros. Es un poco difÃcil preocuparte por Superman si sabés que nada puede lastimarlo. Finalmente tuvieron que inventar Kryptón y la kryptonita. Nadie se acordarÃa de Aquiles sin su talón.â
En su libro Stan Lee and The Rise and Fall of the American Comic Book, Tom Spurgeon y Jordan Raphael lo definen como âun hombre con partes iguales de P. T. Barnum y de Walt Disneyâ. En esa mezcla entre el espectáculo circense de ambiciones millonarias de Barnum y el universo infantil que âa duras penasâ esconde cierta tiranÃa empresarial, es donde Lee pone en tensión sus genuinos y fundacionales méritos como guionista: incorporó a las historietas de superhéroes un cotidiano realista y fantástico a la vez. O, como escribió otro estudioso del género, Peter Sanderson, âen los â60, cuando ya habÃa un nuevo público para las historietas que no consistÃa únicamente de niños pequeños, hizo que la Marvel se convirtiera, a su manera, en la contraparte de la Nouvelle Vague sa. Marvel estaba ensayando métodos pioneros de narrativa y caracterización, abordando temas más serios, sin dejar de atraer a los adolescentes y adultosâ.
Si la mención de la nueva ola de Godard y compañÃa parece un delirio, hay que decir que el delirio llegó bastante lejos. Dos anécdotas vinculan a Lee con el mundo del cine desde antes del boom actual. Apenas después de Terminator 2, Lee consiguió desviar la atención de James Cameron cuando el director quiso hacer un film sobre los X-Men. A mediados de los â90, Cameron quiso filmar Spider Man, y sólo cabe imaginarse lo desmesurado que hubiera sido el proyecto en sus manos de haberse concretado. Pero Lee tenÃa sus propios anhelos: la prueba existe, quedó registrada, en un telegrama enviado por él mismo, mediante el cual pretendió que nada menos que el tan Nouvelle Vague ¡Alan Resnais! dirigiera una pelÃcula de El Hombre Araña. âSiempre fui cinéfilo, y soñé con versiones de mis historietas dirigidas por tal o cual director o protagonizadas por tal actor. Siempre soñé con John Ford dirigiendo Hulk, por ejemploâ, dice Lee, âpero cuando inventé a los superhéroes no tenÃa ningún referente en mente. Salvo las ventas. Si no se vendÃa, eso hubiera querido decir que estaba equivocado. Que nuestras historias no sirven. Pero tenÃa razón, el mundo querÃa estas historias. TodavÃa las quiereâ.
En todo caso, y aunque DC le llevó inicialmente la delantera âponiendo al insospechadÃsimo, escasamente paladinesco Michael Keaton a hacer de Batmanâ, 50 años después de aquella revolución del realismo y el psicologismo que Lee habÃa insuflado a los personajes unidimensionales del comic, bastante de todo eso ha llegado con enorme éxito al cine, y el caso emblemático es la saga de El Hombre Araña, las tres primeras pelÃculas a cargo de Sam Raimi con otra estrella improbable âpor petiso, torpe, difÃcilmente material de galánâ en Tobey Maguire, dando vida a un personaje plagado de conflictos familiares y de sociabilidad, y ahora en su relanzamiento, con Marc Webb en la dirección y el inglés Andrew Garfield como un Peter Parker adolescente, cabizbajo, skater, matoneado por el âbullyâ del colegio, que se descuelga por los rascacielos neoyorquinos con su mochila escolar en la espalda y haciendo los mandados para la tÃa May. De todos sus súper héroes humanos, Spiderman siempre fue el que buscó sentirse más cercano a su público: âEn un primer momento se lo di a Jack Kirby para que lo ilustrara, pero Jack siempre hacÃa estos personajes tan heroicos, como el Capitán América, asà que le dije: ¿Sabés qué? Quiero que este tipo, Peter Parker, sea como un adolescente común. No quiero que se parezca a tu tÃpico héroe musculoso. Y creo que Jack estaba tan acostumbrado a dibujar ese tipo de personajes, asà que hizo un par de páginas, le dije: No, no está bien, olvÃdate, se lo paso a otro artista. Y a Jack no le importaba, tenÃa muchas otras cosas que hacer, y yo no tenÃa idea de que este guión se iba a convertir en algo tan grandeâ.
Pero hay más: el arrebato de realismo de Stan Lee lo ha llevado ya dos veces a incursionar en reality shows en busca de súper héroes verdaderos: primero fue en ¿Quién quiere ser un súper héroe?, y ahora como presentador de Súper Humanos, que puede verse por The History Channel, y en el que tipos capaces de acometer bizarradas inenarrables se convierten en objeto de estudio documental, rebautizados con nombres difÃciles de pasar por alto, como El Hombre Eléctrico, El Yunque Humano, Cara de Acero, o Súper MandÃbula.
¿Qué comics lee hoy?
âVoy a decir una verdad quizá decepcionante: no leo muchos otros comics. Nunca lo hice, ya que no tengo tiempo, y nunca lo tuve. Pero sà leà Watchmen, y me parece que es una serie maravillosa de historietas, una gran historia, aunque sigue siendo un cuento de hadas para adultos. Y creo que eso es lo que son los superhéroes. Estoy seguro de que hay cientos de comics de gran calidad ahà afuera, simplemente no tengo tiempo de sentarme a leerlos. Sigo haciendo cosas, no voy a retirarme y ponerme a jugar al golf. Leyenda o no, tengo que pagar el alquiler. E incluso cuando, bueno, la verdad es que ya no tengo que hacerlo, no puedo dejar de pensar que sÃ.
El sorprendente Hombre Araña está desde este jueves en los cines.
La serie Súper Humanos puede verse los sábados a las 21 (con repeticiones domingos a las 0 y 17) por The History Channel.
El documental Stan Lee: con gran poder se da el sábado 21 de julio a las 22 por The History Channel.
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