Silvina Ocampo le dijo una vez a MarÃa Moreno: âEscribo porque no me gusta hablar, para dejar un testimonio más de la vida o para luchar contra ese exceso de materia que acostumbra a rodearnosâ. âCornelia frente al espejoâ es uno de esos testimonios. Es, probablemente, uno de los más significativos, por muchas razones que pueden resumirse en un efecto: como Silvina Ocampo y como la vida, es imposible definirlo. En todo caso, es un testimonio de la vida según Silvina Ocampo, que creÃa que el mundo âcomo sus cuentosâ está lleno de señales. âCornelia frente al espejoâ es, además, una especie de legado de escritura, una poética. Silvina Ocampo también le dijo a MarÃa Moreno que la poesÃa y la prosa son tan distintas que se equilibran, âhasta podrÃan matarse por contumaciaâ, y tiempo después escribió este cuento que es puro diálogo, pero con acción contenida en las palabras, donde se revelan misterios sin agotar el misterio, que no es poesÃa ni prosa ni transacción de géneros: es un texto de Silvina Ocampo, Cornelia puntual frente al espejo a la hora de suicidarse, con fantasmas que llegan a la cita demasiado temprano o tarde. En el duelo entre prosa y poesÃa ahora aparece la pelÃcula de Daniel Rosenfeld. âLas fotografÃas son espejos de lo que fuimos, pero no de lo que somos ni de lo que seremosâ, dice Cornelia en el cuento, y en la pelÃcula de Rosenfeld la fotografÃa se pone en movimiento. El pasado, el presente y esa premonición que es el futuro entran en acción. Una sabÃa cómo era el mundo indefinible de Silvina Ocampo y ahora puede verlo. Se trata de un reconocimiento, de volver a un lugar antecedido, extrañamente, por la imaginación. Eugenia Capizzano es Cornelia, no hay duda. Como dirÃa el espejo, que invierte para confirmar: Cornelia es ella. Se nota desde el principio, no bien entra en la casa, cuando camina y se asombra, cuando se la ve hablar con el espejo y cuando una ya se convirtió en el revés del espejo y ve su cara del otro lado de la pantalla. La casa también es un personaje, que gana entidad silenciosa con el tiempo. Después de todo, es la casa de una pelÃcula basada en una historia de Silvina Ocampo, donde los objetos tienen una importancia vital, porque es como si vivieran. 1cm23
Comparar una pelÃcula con su libro matriz es un deporte injusto con el libro y la pelÃcula. Pero en este caso no se trata de comparar, es distinto. Algunas veces, y ésta es una, la pelÃcula se apodera, como los espejos del cuento, del alma del libro.
Quien leyó el cuento, va a reconocerlo y participar, al mismo tiempo, de una nueva lectura, como le pasa a Cornelia con la palabra âesmeraldaâ âque nombra una calle pero también se convierte en una piedra preciosa cuando la pronuncia una nena fantasmalâ. Quien no leyó el cuento de Silvina Ocampo y ve la pelÃcula empieza a leerlo. A esto se suma la lucidez para mostrar lo que no puede verse en el cuento, pero igual le pertenece y supone una lectura sutil entre renglones. También el hombre de Sbaraglia, que le da vida propia, complejidad y fuerza a un personaje notable, comprensible; el rescate del humor y la ironÃa, la elección de los collages de Max Ernst y la forma de mostrarlos; el traspaso de vida y muerte, conciencia y vida, belleza y peligro; la parte en que el juego de espejos llega a sus últimas consecuencias y el miedo âcomo dice el cuentoâ se vuelve original. âNosotros, los seres humanos, somos irreales como las imágenesâ, dice Cornelia, la imagen filmada de Cornelia frente al espejo, donde todo se refleja y las imágenes son reales, como humanos.
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