Casi todas las palabras que Esteban Insinger usa para referirse a su diario musical tienen que ver con lugares. âMi propio laberintoâ, dice; âun resguardo creativoâ; y hasta âuna pequeña cárcelâ. Desde el 4 de abril de 2009, todos los dÃas, domingos y feriados, enfermo o de vacaciones, Esteban compone, donde esté, una pieza para piano de un promedio de 3 minutos: la graba, masteriza, sube a Bandcamp y publica en Facebook y Twitter. El proceso recién concluye cuando la obra aparece en las redes sociales. Entonces Esteban se va a dormir o arranca bien el dÃa: âNo tengo horario; si lo hago a la mañana, me libero. Ultimamente lo estoy haciendo de noche. A veces me duermo y me levanto a la madrugada a componerâ. 634g
Esteban tiene 38 años. A los 12 le regalaron un órgano Casio, y al poco tiempo decidió que serÃa músico. Los antecedentes artÃsticos en la familia aparecieron después: se habla de tangueros, de violines y contrabajos que se regalaron, de alguna partitura de Pugliese perdida por ahÃ. Lo cierto es que en su casa no se escuchaba música; que al principio, Esteban intentaba reproducir en el órgano lo que escuchaba en la radio; y que cuando empezó a investigar, âya era Bach, Mozart, los clásicosâ. TenÃa 18 años y le habÃan comprado el primer piano.
No tuviste el antes y el después del rock.
âEs que nunca tuve rock. Yo descubro a los Beatles después de Bach. Cuando en la escuela escuchaban rock, yo estudiaba sonatas de Beethoven.
¿Y con quién compartÃas tu gusto por la música?
âCon nadie. TenÃa el piano en la habitación, los libros, una especie de mundo privado que sigo manteniendo.
Esteban, compositor freelance y profesor en un conservatorio, vive en un PH en Palermo con su mujer y su hija. Hoy su mundo privado es una habitación de paredes blancas a la que se llega por una escalera caracol muy angosta. El piano y los libros siguen ahÃ.
La idea del diario musical surgió en 2004, y uno de los motores fue el spam: responder con música a la inundación de mail basura. Pero hasta expandidas las redes sociales, Esteban no encontró una forma cómoda de distribución. Hoy el diario musical alcanza oyentes de distintas partes del mundo. Están los que lo siguen por rutinario placer y los que piden permiso para usar las piezas: âNo tengo un purismo con las obras, para mà es como materia primaâ. Por eso no tienen nombre, sólo fecha: âHay una despersonalización en eso, como si no las hiciera yoâ.
¿Te creen que componés todos los dÃas?
âNo tendrÃa sentido que fuera un archivo porque siempre me planteé el proyecto como rutina productiva, como ejercicio de oficio.
Esteban estudió piano con profesores particulares y en conservatorios. Es licenciado en composición con medios electroacústicos y, dentro de ese circuito, ganó concursos en Europa. Pero los laureles académicos no le resultan gran cosa: âSi no hay un público, si la música no está viva, ¿para qué sirve?â.
Uno de los principales objetivos del diario es expandir la música clásica hacia el público no especializado. AsÃ, mediante una producción abundante, enmarcada en un contexto, circulando por nuevos canales, âeste proyecto trata de atacar por muchos lados el tema de la construcción de un públicoâ.
¿Cómo trabajás?
âCuando empecé traté de olvidarme de todo lo que sabÃa, de la escala de valores de lo que está bien y lo que está mal. Ahora suelo partir de una idea muy estructurada: cómo combinar una textura continua en sobreagudo con música de una canción sa, por ejemplo. O parto de una idea contrapuntÃstica más básica. Son técnicas, no es inspiración.
Esteban y su amigo Andrés Claiman están inventando una máquina que reformule las composiciones del diario musical en piezas electrónicas: âComo una especie de réplica robótica de lo que generoâ, dice Esteban, que en el â93 ya experimentaba con sonidos hechos en computadora.
Te llevaste bien con la tecnologÃa de una.
âSÃ. Paralelamente a esa formación clasicona, siempre busqué incorporar otras herramientas para que mis ideas pudieran ejecutarse rápido. Y en ese proceso se abren mundos: la computadora es una especie de mundo infinito, es genial.
¿Cuándo quisiste empezar a tener un registro de tu trabajo?
âNo sé si hubo un momento particular, pero sà que fue post Beatles que entendà la grabación como un instrumento más. Que no es sólo el piano, es el equipo, la cinta.
También en 2009, Esteban y Fabián Kesler crearon Laptork, una orquesta de computadoras integrada por 2 directores y 8 músicos. Laptork es música electrónica sin beat, con texturas: âEs un producto raro, pero una experiencia sonora únicaâ.
¿Te dedicarÃas sólo a la música electrónica?
âHay algo en relación con la velocidad de la idea que a mà el instrumento me sigue dando y la computadora todavÃa no. Pero tampoco idealizo el universo clásico porque de alguna manera puse el pie en otra época, no me encerré en un entorno.
El 25 de octubre, en la Biblioteca Nacional, se podrá escuchar en vivo por primera vez una selección de diez piezas del diario musical de Esteban Insinger, que sólo interpretará la que componga ese dÃa. Las otras 9 estarán a cargo de los pianistas Adriana de los Santos, Ulises Conti y Daniel Miraglia, entre otros. La grabación del concierto se convertirá en el primer registro fÃsico del diario musical: âVenimos organizando el concierto hace 6 meses, para darles tiempo a los pianistas de elegir la canción y practicarlaâ, dice Esteban, que tuvo que apurar a algunos: âPará que recién voy por el 2010â, contestaban.
¿Te imaginás el fin del diario?
âYo creo que no lo voy a cortar, de alguna manera estoy preso en esto.
Y sólo vos tenés la llave para salir.
âY tampoco quiero salir. Porque es algo que construyo para mÃ, un archivo que se transforma en obra. El diario es como un vallado, te protege, vos no tenés que hacer nada más.
La selección de diez piezas del diario musical de Esteban Insinger podrá escucharse el jueves 25 de octubre, a las 19, en el Auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional (Agüero 2502). La entrada es libre y gratuita.
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