Desde RÃo de Janeiro 2f3j5t
âHoy, el acto de hacer algo totalmente fuera de lugar es extremadamente subversivo, y lo es aunque no se busque ese efecto de manera intencional. Es una especie de microrrevolución, que oscila entre el comportamiento de un troglodita y la fuerza destructiva de una bomba atómica. O un pedo atómico. Alan, mi personaje en ¿Qué paso ayer?, es eso, esa actitud grotesca, la ausencia de todo filtro. Ser un maleducado puede ser muy divertido, y me gusta la idea de alguien que no tiene idea de lo incorrecto que es lo que está haciendo. Alan representa un modo infantil, sinceramente inocente, pero punzante a la vez, de faltarle genuinamente el respeto a otro ser humano. O, por el radio de acción, a toda la humanidad.â
Alan no es otro que el Alan Garner de ¿Qué pasó ayer? Parte III, final de la saga resacosa con que el director Todd Philips logró lo impensado: que una comedia no apta para menores de 18 años devenga un fenómeno pop y multimillonario con producción de un estudio enorme como la Warner Bros. Y el que habla, el que atina a definir esta explosiva revolución de la comedia âen una entrevista exclusiva en RÃo de Janeiroâ, es el actor Zach Galifianakis. Para quienes aún no se hayan aprendido del todo bien el apellido, lo pueden identificar como el barbudo de la trilogÃa, quien se define a sà mismo como un âninja greco-estadounidenseâ, mientras juega con unas ojotas brasileñas que todavÃa tienen colgada la etiqueta del precio.
Desde el estreno de la primera ¿Qué pasó ayer?, hace cuatro años, al éxito global del tercer (y, según prometen, último) film, actualmente en cartel, varios de sus protagonistas pasaron de ser virtuales desconocidos a cotizadas megaestrellas: ahà está también Bradley Cooper, el âlindo de la manadaâ, nominado al Oscar como mejor actor este año por El lado luminoso de la vida. A Galifianakis, la explosión y expansión de la franquicia lo ha condenado a que se lo asocie exclusivamente con el humor salvaje de Alan Garner, el tipo que en esta tercera pelÃcula decapita a una jirafa y se encierra con sus headphones a escuchar a su Ãdolo Billy Joel mientras a sus espaldas su propio padre muere de un infarto, a causa de, por supuesto, demasiadas amarguras provocadas por este sociopático niño de 42 que se resiste a crecer y no se va de la casa.
Hay bastante de Alan en el verdadero Galifianakis. Hay en él, sostiene el director Todd Philips, âun sentido de la comedia casi digno de la esgrima, performático, cercano en intensidad a nombres más trágicos de la comedia americana, como Andy Kaufman o John Belushi. No es que Zach sea un demente, pero se sabe que, por ejemplo, solÃa hacer cosas tales como ir a las estaciones del subte y asustar a la gente amagando con arrojarse a las vÃas. Pero no es un chiflado: es una persona razonable, sabe dónde dar la estocada justa para que la estupidez no parezca un arte, para que parezca real, y sin embargo, funcione cinematográficamenteâ.
Si la ferocidad caricaturesca pero sincera de Galifianakis lo emparienta con ese linaje poco elegante de la comedia americana que encarnan Belushi y Kaufman, el actor insiste en asociarse con los hermanos Marx: âSolo que yo no me peino y ya no tiene sentido ser un arquitecto de las palabras como era Groucho. Hoy es mejor ser disruptivoâ. Galifianakis vendrÃa a ser el Buen Salvaje. Apenas después de estrenar la primera ¿Qué paso ayer? (2009), cuando su nombre empezó a sonar en los medios norteamericanos, los directores de la compañÃa Nike se le acercaron para ofrecerle protagonizar una de sus campañas publicitarias, a lo que Galifianakis les contestó con una pregunta: â¿TodavÃa siguen haciendo sus zapatillas nenes de siete años?â.
Hijo de un vendedor griego (su familia se mudó a EE.UU. cuando tenÃa tres años) y una mujer de raÃces escocesas e irlandesas, Galifianakis nació en 1969 y tuvo una infancia âfeliz y tÃmidaâ en Wilkesboro, Carolina del Norte. Tras terminar el colegio estudió Comunicación, y a principios de los â90 se mudó a Nueva York para estudiar actuación. Por esos años, cuando no tenÃa un peso, trabajó como mozo en el restaurante para drag queens Bennigan âpropiedad, presuntamente, de unos rebeldes kurdosâ, hizo varias âshitcomsâ (sic: despreciativa combinación de sitcom y shit: vale decir, sitcoms de mierda), y papeles menores en pelÃculas malas. Más cerca de su futuro como potencia cómica, formó parte de un programa humorÃstico llamado Dog Bites Man, que combinaba la entrevista sensiblera en exteriores con la violencia nacida de la incorrección. En ese segmento es donde Galifianakis considera que descubrió qué podÃa y qué no podÃa hacer en materia de humor. âMe pasó que en un momento entrevisté a un pastor de una de esas iglesias que uno cree que se dedican a estafar a la gente, y el tipo empezó a hablarme de manera brutalmente honesta sobre su pasado, y a contarme sobre la muerte de su hijo. Ahà entendà que podÃa haber un lÃmite en mÃ, no en el género. No podÃa reÃrme de él.â Es esa cualidad la que permite que su Alan funcione, es decir, lo que impide que su personaje se convierta meramente en un monstruo de cinismo y revulsión. Philips, quien entre las dos primeras partes de ¿Qué pasó ayer? lo convocó también para su road movie Todo un parto (Due Date, 2010, coprotagonizada por Robert Downey Jr.), dice que se trata de âun don natural, construido desde una inteligencia cómica entre superior e instintiva: tiene un mirada cálida, de animal herido, de niño asustado, que es completamente creÃble y eso, que logra traducir la no intención de hacer daño, permite que genere la estupidez que llevan a cabo sus personajesâ. Esa condición, dice Galifianakis, âes fundamental para el Alan de ¿Qué paso ayer?, pero no es nueva: viene de Jerry Lewis, de El Gordo y el Flaco, de Steve Martin. Pero es una figura que aparece en los vaivenes de la comedia y ahora volvió a aparecer. Me permite, esa condición, crear una tabla blanca, una forma de comedia más moldeable: puedo hacer absolutamente cualquier cosa y el personaje lo habilita. Lo que no quiere decir que sea sencilloâ.
HabÃa un poco de eso en su personaje de fondo en Locura de amor en Las Vegas (2008) y algo menos en el cientÃfico fumón de Fuerza G. Pero antes, en 2002, estuvo el vital show de entrevistas a estrellas de pacotilla que hizo para VH1, Late World With Zach, que hoy se puede ver en YouTube. El show, de formato clásico (y odiado por Galifianakis), no solo posee una joyita secreta (una nota de Galifianakis a Bradley Cooper antes de ¿Qué pasó ayer?) sino que sentó las bases para su actual hit en el canal de comedia online Funny or Die (regenteado por el director Adam McKay y el actor Will Ferrell): Between Two Ferns (âEntre dos helechosâ), una sagaz parodia del formato de entrevista-en-estudio, por el que pasaron todos, desde Jon Hamm (Don Draper, de Mad Men) a Jessica Chastain (la actriz nominada al Oscar por La noche más oscura), además de James Franco, Ferrell y otras figuras de la nueva comedia norteamericana.
El estreno de la primera ¿Qué pasó ayer? fue como un estallido. La segunda ¿Qué pasó ayer? âla que encuentra a los muchachos despertándose con resaca y amnesia y rapados en Bangkokâ no fue tan bien recibida por la crÃtica de su paÃs, pero fue indudablemente más zarpada, corriendo los lÃmites de lo polÃticamente correcto. Entre la primera âque hasta la llegada de Ted, el año pasado, fue âla comedia más taquillera de la historiaââ y la segunda ¿Qué pasó ayer?, Galifianakis se convirtió en una superestrella, o algo asÃ, pero, como ha dicho, no le gusta dejarse caer âen las trampas de la industriaâ.
âQuise hacer publicidades, pero no pude âdiceâ. Me parecÃa completamente ridÃculo que alguien me dijera âAhora decà el nombre de tal marcaâ. No lo digo sintiéndome superior a quienes lo hacen, sino que genuinamente se me hace marciano.â Entre los mitos del actor figura el dÃa en que le dijo que no a los Oscar: el mismo fin de semana en el cual se entregaba el premio de la Academia, pero la noche anterior, ya estaba comprometido para ser el anfitrión de Saturday Night Live, donde se peló la barba en vivo, asà que rechazó la invitación a Los Angeles. âHay toda una teorÃa respecto del lugar que ocupa la comedia en los Oscar, de cómo mi rol nunca recibe un nominación. Dios no lo permita. Esa discusión, entre actor cómico y serio, es ficticia: existe solo en la prensa, existe en los Oscar, pero no existe fuera de eso. Pero el dÃa que les empiecen a dar el Oscar a pelÃculas como las que hacemos, ese dÃa tendremos que hacer porno.â
Ser Alan cambió obviamente el rol de Galifianakis en la comedia, pero el actor rebate esa popularidad que lleva a que cada Halloween, cientos de personas anden por las calles disfrazados de Alan, cargando con un bebé en una mochila sobre el pecho como su personaje en la primera ¿Qué pasó ayer?. âObviamente no puedo odiar al personaje, amo todo lo que representa en mi vida; pero es sencillo entender lo que me asusta de esta popularidad masiva: ponerme cómodo, que la gente decodifique los mecanismos de mi comedia. No hay nada peor para un comediante que amoldarse y convertirse en el juguete del cual todos saben qué esperar. Los elogios a un comediante van en contra de todo lo que te llevaron a hacer comedia originalmente. A mà me pone nervioso caerle bien a la gente, que me saluden. Quiero que no tengan piedad, que sean ácidos. Pero, bueno, este personaje a veces no lo permite, genera candidez y fanatismo. En lo que a mà respecta, me siento estúpido cuando me tratan como a una estrella.â
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