La piel que habito está basada en el libro de Thierry Jonquet, Tarántula, pero lo has cambiado tanto que podrÃas decir que es algo enteramente nuevo. y111j
âHabÃa una situación que me interesaba del libro que es la de la venganza del doctor. Pero cuando empecé a hacer la adaptación, me di cuenta de que el cine exige, mucho más que la literatura, mostrar las cosas. La literatura tiene más elementos expresivos que el cine. El teatro o el libro te permiten pasar por alto algunas cosas que en el cine no se puede. Pasé diez años volviendo al guión, porque nunca me acababa de gustar. Ahora, todo lo esencial del guión es totalmente distinto del libro. Ni siquiera la secuencia que a mà me interesaba, la parte de la venganza de este hombre, se parece a la del libro: la venganza en la pelÃcula es una excusa para Ledgard, para seguir adelante con sus experimentos en transgénesis, para tener una cobaya con la cual experimentar. Entonces eso, incluso lo que me interesaba de la novela, también desaparece.
Tu hermano AgustÃn, que es productor de tus films, aparece acá acreditado como co-guionista.
âMi hermano realmente me ayuda en todo; no sólo es el productor de mis pelÃculas sino que, cuando empiezo a trabajar en un nuevo proyecto, él es el mejor archivista que existe. Tiene una memoria y una cabeza realmente privilegiadas, es una auténtica enciclopedia. Entonces, una vez que decidà âesto es algo que tampoco está en el libro y es esencial en la pelÃculaâ hacer que Ledgard estuviera investigando el cultivo de una nueva piel, al principio me sonó un poco a ciencia ficción. Pero entonces mi hermano me empezó a hablar de la transgénesis y los organismos genéticamente modificados. Fue él quien inventó todo este eje de la historia. Que es real, existe. De hecho, cuando estaba rodando nos enteramos de que ya habÃa un laboratorio en España, en Granada, que está cultivando piel artificial. Los avances en este campo desde el descubrimiento del genoma, hace 10 años, han sido increÃbles. De modo que cuando empezamos a trabajar en el guión, era un argumento de anticipación y cuando lo terminamos la ciencia ya iba muy por delante. Fue mi hermano quien me ha puesto en o con todo lo que tiene que ver con la ciencia. Fue una colaboración muy importante, asà que querÃa que estuviera presente en los créditos.
La actuación de Antonio Banderas ofrece un fuerte contraste, no sólo con lo que hizo en sus primeras pelÃculas contigo sino, también, con el galán de Hollywood.
âSÃ, han pasado 21 años. Además, los recursos que tenÃa y que funcionaban muy bien hace dos décadas, no son los mismos recursos que yo tenÃa que pedirle para un hombre de 50. Es un nuevo actor. No es una persona distinta a lo que fue, pero en 20 años ha hecho muchas cosas que cambiaron su técnica como actor. Entonces, eso para mà habrÃa sido un problema si Antonio no hubiera sido tan flexible como para ponerse en mis manos de nuevo. Me dijo: âPedro, me pongo en tus manos y haz lo que quierasâ. Y realmente hemos tenido una especie de aprendizaje, los dos, para adaptarnos el uno al otro, para adaptarnos a lo que requerÃa esta pelÃcula, a lo que requerÃa este personaje. Ha sido muy generoso y, afortunadamente, ese nuevo actor que venÃa de Hollywood se convirtió en la continuación natural del actor con el que trabajé.
Acá, Banderas está despojado de los manierismos de buena parte de su trabajo en inglés. Hay una frialdad en él que lo vuelve hermético, difÃcil de leer.
âMi trabajo fue, como has dicho, quitarle cosas. Vaciarlo de expresividad, que la cara estuviera vacÃa. Ese vacÃo es lo que resulta muy expresivo para un personaje de este tipo, en tanto expresa la ausencia absoluta de sentimientos, una cualidad que define al psicópata. Un psicópata es incapaz de ponerse en el lugar del otro. No es que goce de hacer un mal al otro sino que es incapaz de imaginar el dolor que inflige a otro ser humano. Le di como referencia una pelÃcula que no tiene nada que ver con la mÃa, salvo en sus actuaciones, como es El cÃrculo rojo, de Melville. PodrÃa haberle puesto cualquier otra de Melville, pero El cÃrculo rojo es una pelÃcula sobre hombres. Los actores âAlain Delon, André Bourvil, Gian Maria Volontéâ no hacen absolutamente nada con el rostro, y ese aspecto impasible se vuelve especialmente expresivo. Melville era un especialista en noir: nadie le ha sacado más partido al silencio y a ese tipo de rostro insondable. Creo que es una de las mejores interpretaciones de Alain Delon; en el film tiene ese aspecto inescrutable que yo querÃa para Antonio.
¿Escribiste el personaje de Ledgard pensando en él?
âNo. De casualidad, la primera vez que leà la novela estaba de viaje en Hollywood, asà que hablé con él y le conté del personaje. En un momento pensé que serÃa para él y para Penélope Cruz; pero luego, según iba escribiendo el personaje y éste iba cambiando, hubo momentos en los que el personaje era para él, y no la veÃa a Penélope en este tipo de personaje. Una vez que terminé el guión, sà pensé en Antonio, porque querÃa un hombre con presencia, que no fuera el malo tÃpico, ni un tÃo que te parece terrible no bien lo ves. QuerÃa que por fuera pareciera un caballero, que fuera guapo, que le sentara bien el smoking.
Hay un gran contraste entre la manera en que Banderas reprime sus emociones y el crudo carácter fÃsico de Roberto Alamo, que hace de Zeca, el Tigre.
âSÃ, fue esa cualidad fÃsica, absolutamente animal, la razón por la que lo llamé. Como el propio Antonio en Atame, Alamo tiene estas caracterÃsticas fÃsicas, animales, que resultan también a veces cómicas, a pesar de las barbaridades que puedan cometer. El hecho de que Zeca aparezca presentado como un auténtico animal le otorga una cosa cómica, pero nunca grotesca.
La piel y su materialidad son un tema recurrente en la pelÃcula: la piel marcada de Marilia (el personaje de Marisa Paredes, ama de llaves y algo más del doctor Ledgard), la piel luminosa de Vera (Elena Anaya), la transpiración sobre los rasgos bronceados de Ledgard, la marca de nacimiento de Zeca, el tatuaje de la cantante Concha Buika, la textura granulada de la piel en la fotografÃa de un periódico...
âLa piel es el mayor órgano que tenemos, el más extenso, el mayor; es lo que nos diferencia de los demás y lo que nos identifica; la frontera que hay entre el individuo y el resto. Yo creo además que por esta técnica, la transgénesis, va a cambiar el sentido de la humanidad. Porque aunque en este momento la bioética está muy alerta y no permite que se hagan este tipo de experimentos genéticos, estoy seguro de que en el mediano plazo no va a ser posible contener esa barrera. Y en el momento en que se desplieguen sus posibilidades, desde el momento en que la gente pueda determinar con qué caracterÃsticas van a nacer sus hijos, desaparecerán todas las religiones; la idea de la creación desaparece; la humanidad será otra. Cambiará la idea del ser humano como producto de la casualidad, desde el momento en que seamos producto de una selección. La pelÃcula no trata sobre eso pero... bueno, el tema está allÃ, flota como una nube sobre la historia. A la vez, está el tema de la identidad: Ledgard no consigue manipular la identidad de Vera, a pesar de todos los cambios a los que la somete.
Hay una idea muy linda en la pelÃcula, sobre la relación entre la creatividad y el alma, o el espÃritu.
âVera hace las cosas que le permiten sobrevivir. La creatividad le da los instrumentos para soportar la espera. Me gustaba la idea de que el arte proviniera de la única información que tiene Vera durante su encierro: un libro de Louise Bourgeois, al que se pone a copiar haciendo figuras como las de la artista. Eso, unido a la capacidad de meditar y de hacer yoga, se convirtió en su salvación. Muchas veces el arte tiene también esa capacidad: no es ya curativa sino realmente la mejor compañÃa posible para sobrevivir. Yo no pretendo que Vera sea una gran artista sino que la imitación de una obra de arte le sirva de bálsamo. Creo que es un hermoso modo de sobrevivir.
La primera vez que aparece Vera en la pelÃcula se parece un poco a una de las arañas de Bourgeois.
âHay muchos elementos que vinculan a la pelÃcula con la obra de Bourgeois. Ella vivió mucho tiempo y dejó una obra grande y diversa; es una pena que muriera el mismo año que rodamos la pelÃcula. Me hubiera gustado que la viera. Hay un dibujo que Vera copia en la pared de su habitación, que es un redondel dentro del cual hay mujer, dentro de la cual hay un hombre, dentro del cual hay un niño. Las edades y los géneros de su obra están mezclados, como expresión de la misma humanidad. Y también me emocionan los muñecos cosidos de Bourgeois: la costura te lleva inmediatamente a pensar en el cuerpo de Vera. Le pedà a Jean-Paul Gaultier un diseño en el que se vieran esas costuras, como si fueran cicatrices dentro de la propia prenda, que es ya la segunda piel de Vera.
No sólo se ve el trabajo de Bourgeois en la pelÃcula, también se ven en la pared libros de Alice Munro, Cormac McCarthy. ¿Tiene algún significado especial esto?
âSÃ. Por ejemplo, el libro que está leyendo Vera cuando él llega. El se queda mirándola porque ha bebido, está más suelto que de costumbre. Ella le pregunta: â¿Te gusta lo que ves?â. Y ése es el inicio del final; él hasta ahora no se ha dado cuenta de que la relación que tiene con la mujer es mucho más fuerte de lo que creÃa. En ese momento, Vera está leyendo un libro, un libro de otra sobreviviente: la bibliografÃa de Janet Frame, Un ángel en mi mesa, que fue muy bien llevada al cine por Jane Campion. Ella está leyendo ese libro, pero yo no lo muestro; lo pongo porque a mà me sirve, al personaje le sirve, para crear un universo. Prefiero que lea un libro real, pero no mostrarlo para no pecar de retórico ni de redundante.
QuerÃa hablarte un poco sobre el cine de terror como influencia, porque sé que has mencionado una relación entre tu pelÃcula y Los ojos sin rostro, de Georges Franju.
âHabÃa evidentemente algo de esa pelÃcula cuando escribà el guión; me acordé mucho de Los ojos sin rostro mientras escribÃa, aunque la habÃa visto de niño, hace mucho, mucho. En una ocasión, mientras estaba en Inglaterra completando la mezcla de una de mis pelÃculas de los â90 en Pinewood, repusieron la pelÃcula de Franju en un cine de Haymarket o cerca de Piccadilly, creo, y volvà a verla y volvió a gustarme mucho. Pero no es una pelÃcula muy gore, exceptuando esa parte en que le quitan la piel a una de las chicas que raptan, como si fuera una careta. Es un terror muy lÃrico, que es el que a mà más me gusta; tiene que ver siempre con el blanco y negro, es el terror de los años â60 para atrás. El cine de terror de los â60 para adelante me interesaba cuando yo era mucho más joven, hace 30 años. De hecho, a la hora de ponerme a hacer la pelÃcula, revisé todo lo que mi memoria cinematográfica habÃa retenido del cine de terror, sin prejuicios. Todo el terror de la Hammer, que en un momento me gustó y me divirtió mucho, pero que era lo opuesto a lo que yo querÃa ahora. El terror que se hace ahora, en los últimos 15 años, es el que menos me interesa. Asà que yo pensaba en Los ojos sin rostro, pero también en pelÃculas de terror fantástico como El hombre invisible, El hombre sin cara, El hombre menguante, El dÃa que paralizaron la Tierra. Un tipo de terror en blanco y negro que no era de darte sustos y que muchas veces eran casi pelÃculas de propaganda americanas. Hubo un momento en que incluso pensé en hacer La piel que habito en blanco y negro, que era el mejor modo de ir hacia atrás en la historia del cine. Blanco y negro y mudo, en el estilo de Fritz Lang y Murnau: contemplé esa posibilidad durante meses, pero me contuve porque no hubiera sido muy comercial. La pelÃcula participa, como ya es habitual en mÃ, de varios géneros; por lo tanto no querÃa seguir las reglas de ninguno de ellos, aunque haya momentos en que predomina el terror, y haya momentos en que es absolutamente noir y otros en que es un drama, y hay momentos cómicos y hay momentos de ciencia ficción. Mi trabajo como director y narrador es ensamblar todos estos géneros, y me la fui inventando dÃa a dÃa, afortunadamente muy bien acompañado por mi director de fotografÃa, que entendÃa muy bien lo que estábamos haciendo. Yo no hago pelÃculas a la manera de nadie, porque llevo ya 18 pelÃculas y creo que se distinguen muy bien, para bien o para mal, pero las referencias son muy importantes para hablar sobre ellas con el equipo. Quiero decir: el pelo lo quiero como fulanita en tal pelÃcula. No es lo mismo, pero sirven para marcar lÃneas. Para esta pelÃcula no encontraba referencias que se ajustaran a lo que yo querÃa. De la decoración me encargo yo, los muebles son mÃos, todos, porque si no están pues los compro, y los pongo; y los cuadros, pues me voy a galerÃas y miro cosas. En general yo utilizo mucho los cuadros para hablar de los personajes.
Te iba a preguntar por los cuadros que se ven en la casa, y que se asocian con el personaje de Banderas.
âEstán los cuadros de los cuerpos sin caras; ésos son realmente la representación gráfica de la transgénesis. Le di a Juan Gatti un montón de libros de ciencia de principios del siglo XX, para que la ilustración correspondiera con el modo de ilustrar los libros de ciencia de esa época. Pero hay un cuadro de John Baldessari que yo ahora me arrepiento de no haber usado más: estaba tan purista que no querÃa poner una imagen de más, asà que sólo se ve de refilón. Y están los desnudos de Tiziano como representación de la belleza, y que me acercan mucho a los desnudos de Vera. Y hay un cuadro que es directamente una copia de Lazarelli: el de la pareja con un cÃrculo tapándoles las caras. Tiene que ver con la idea de tratar de manipular la identidad, de borrarla. Los cuadros me ayudan a contar la historia; son un elemento no sólo expresivo: no sólo tienen que ver con el personaje sino conmigo como narrador.
En cierto modo, ésta es una de tus pelÃculas más polÃticas al hablar de la transgénesis, de la genética, y de cómo estamos tratando a la humanidad y toda la vida que tenemos alrededor. La pelÃcula parece también un comentario sobre nuestro mundo, una sociedad obsesionada por su aspecto, capaz de destrozar cualquier cosa para conseguir una perfección cosmética.
âSÃ, de hecho las primeras versiones del guión iban mucho más sobre eso. En una de las versiones, por ejemplo, se hablaba de modas de la cirugÃa estética, y estaba mucho más de moda la piel negra que la piel blanca. HabÃa mucha más demanda entonces y de hecho la mitad de la gente que aparecÃa tenÃa rasgos continentales, pero sin embargo eran negros. Hablaba de modas como quien habla pues de eso, de trajes. El doctor Ledgard decÃa en una entrevista en televisión: âAhora mismo podemos hacer la cara que queramos. Es muy importante que la gente conserve sus fotos o sus referencias, porque podemos producirlasâ. A lo que la entrevistadora le decÃa: âPero entonces esto es ya una dictadura, la dictadura de la bellezaâ. Y no es sólo la belleza, hablaba sobre la posibilidad de cambiarse la cara por la de un ser amado; habÃa un personaje que ponÃa la cara de su mujer para poder verla en el espejo cada vez que se cambiaba.
Buena parte de la pelÃcula transcurre en la casa y laboratorio de Ledgard, El Cigarral, en Toledo, que es también donde Buñuel filmó Tristana.
âLos cigarrales, que sólo hay en Toledo, son grandes casas de campo palaciegas donde hay muchas cigarras. Encontramos El Cigarral a 4 kilómetros de Toledo: el decorado era perfecto para la pelÃcula. Yo recordaba una imagen muy general, muy bonita, pero habÃa que buscarle una perspectiva. Entonces recordé un plano general de Tristana donde Luis Buñuel presentaba Toledo, y como conozco a mucha gente del equipo que trabajaba con él, pregunté dónde se puso la cámara para rodar este plano. Asà que no sólo homenajeo a Buñuel sino que hice exactamente el mismo plano que él hace en Tristana. Es un dato para cinéfilos, pero... bueno, tampoco es importante si uno lo conoce o no lo conoce, mientras que a mÃ, como la pelÃcula es una cosa viva, siempre es algo que me llena de significado cuando estoy haciéndolo.
En la conferencia de prensa de Cannes dijiste que el director es lo más parecido a jugar a ser Dios.
âYo creo que iro más la literatura que el cine, tal vez porque no tengo el talento para ser un gran novelista y tengo más capacidad para dirigir cine. Como director uno tiene el máximo poder, que es que un grupo de personas representen un mundo que tú has soñado y escrito. No el poder de que todo el mundo esté a tu servicio sino el poder de que como 100 personas estén allà para hacer realidad una fantasÃa tuya. Creo que eso es lo más parecido que hay a ser una divinidad.
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