Pablo Agri nació el mismo año en que su padre, Antonio, participaba del estreno de la ópera MarÃa de Buenos Aires, de Horacio Ferrer y Astor Piazzolla. Con el correr del tiempo, él también se convertirÃa en violinista siguiendo los pasos de su progenitor, músico rosarino que grabó su nombre entre los grandes del tango argentino. Y aunque la suya fue una formación clásica (de hecho, a los 24 años ya formaba parte de la Orquesta Sinfónica Nacional), no tardó en incursionar en el tango, donde va dejando su propia huella. Compositor, arreglador e intérprete, Pablo Agri también apuesta a la docencia como herramienta para seguir enriqueciendo a ese género que lo llevó a ser visto como un bicho raro pero que hoy crece con vigor. b674z
Luego de una jornada dedicada precisamente a compartir sus experiencias en una clase magistral junto a jóvenes músicos de la ciudad, el pasado jueves Agri dialogó con Rosario/12 para anticipar su presentación con la orquesta El Mejunje que conduce Mariano Asato, con la que esta noche, a las 21.30, actuará en el Teatro de Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza). Ese o con las nuevas camadas de artistas tangueros le permite a Agri hacer un análisis de una escena tanguera en crecimiento. "Lo que noto, y que también está pasando en Buenos Aires, es que hay mucha gente joven, de veintipico de años que se están formando, estudiando, que tocan muy bien, que están probando con distintos grupos --analizó--. Es un momento alentador para nuestra música, porque uno ve que se la hace no desde el lugar de buscar un recurso económico sino desde el amor al tango, de ir probando nuevas cosas. A nosotros nos encanta el tango y también hemos estado en su momento buscando nuestro propio lenguaje. Me encanta poder compartir y ayudar desde mi lugar a estos jóvenes".
Aún cuando su infancia estuvo estrechamente vinculada al género en el que brilló su padre, su experiencia artÃstica como joven tanguero fue en un contexto disÃmil, no sólo por la ausencia de la actual conectividad (ésa que permite establecer lazos y acceder a información) sino además por el propio marco de aceptación frente al género. "El bandoneonista que integra mi cuarteto tiene 28 años. Cuando él cumplió 24 festejó su cumpleaños en un boliche en Almagro, me invitó a tocar y tocamos tangos, algo que en mi época no se veÃa. Yo era un bicho raro", graficó.
Minutos antes del comienzo de uno de sus ensayos con El Mejunje ("Ahora acabo de entrar al ensayo y escucho que están tocando un tema mÃo. Es una emoción enorme escuchar éso, verlos laburando y perdiendo el tiempo con la música de uno"), Agri distinguió su vÃnculo con la ciudad: "Rosario es parte de mi historia, cuando éramos chicos muchÃsimas navidades y años nuevos la pasamos acá en la casa de mi abuelo, en Arroyito. Es un lugar muy especial, que me llena de recuerdos y donde tengo un montón de afectos. Para mà siempre es muy emocionante estar aquà en el lugar donde nació mi viejo, que se formó y armó sus grupos acá, y después se fue a Buenos Aires a tocar con Piazzolla. Rosario es parte de mi historia".
- Aún cuando tu formación como violinista es clásica, ¿descubrÃs en tu toque rasgos del toque de tu padre?
- Cuando uno se pone a componer siempre tiene miedo de que se parezca a un tema que ya tocó, que ya escuchó, ¡todo puede suceder! Creo que serÃa tonto decir que no tengo influencias del toque de mi viejo. La verdad que cada vez que lo escucho, que escucho una canción suya, me encanta su forma de tocar. Asà que seguramente algo debe haber. Uno siempre trata de buscar el camino propio, pero sÃ, yo nacà en el 68, que fue el año que Piazzolla estrenó la operita MarÃa de Buenos Aires, y mi viejo estaba ahà tocando. Asà que imaginate que en la cuna ya estaba escuchando esa música.
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