Ese dÃa Belén lxs invitó a jugar con colores. Ana se dispuso a pintar un árbol. Sobre la mesa gigante se desparramaban sin orden témperas, pinceles, lápices, crayones, fibras, papeles. Antes de entrar al aula, habÃa llevado a lxs niñxs a dar una vuelta por el patio de la escuela donde una profusión de árboles y arbustos ya revelaban su obscena libertad para teñirse de flores. Belén aprendÃa con ellxs, con lxs niñxs. Asà observó cómo Ana iba delineando su árbol de maneras extrañas: aparecÃa el tronco de un verde casi azul y las hojas marrones. Belén estuvo tentada de decirle a Ana que habÃa invertido los colores, que los árboles por lo general tenÃan las hojas verdes y las ramas castañas. Pero no lo hizo, sabÃa que lxs niñxs tenÃan una manera especial de observar el mundo y de traducirlo. Y esa traducción no pocas veces la dejaba con la boca abierta. Cuando Ana terminó su dibujo se lo mostró orgullosa a su maestra. HabÃa sobre la punta del árbol un animal extraño, especie de pájaro y gato emplumado, con unos ojos como manzanas. Belén le preguntó a Ana cómo se llamaba el animalito. Ana dijo señalando el centro de la mesa: Ah, no sé, pero hace un rato estaba parado ahà y me dijo que querÃa volver al árbol. 5z2xh
Hoy a la tarde se encontró con tres mujeres. En la plaza, como siempre. Las mujeres no querÃan ser madres. Una le contó que no sabÃa cómo habÃa pasado, que tuvo una relación pasajera y que no se cuidó, que qué mala suerte. Otra dijo que justo habÃa dejado de tomar las pastillas y no pensó que podÃa quedar embarazada, que otro hijo no. Otra, tÃmidamente y al final del encuentro, la separó y al oÃdo le susurró que no pudo detener a su marido, borracho, que ella no querÃa, y que no hubo forma de pararlo. Belén las escuchó, como siempre, acarició sus manos. Miró sus ojos, lugar donde se manifiestan las diferencias de una manera atroz. Y también lo que las unÃa, esa urgencia titilante por salir de un lugar en el que no deseaban estar.
El departamento estaba cálido. Abrir la puerta y dejar el bolso y los colores sobre el sofá, junto a las planillas y los folletos que siempre cargaba por las dudas -no fuera a ser que alguna mujer necesitara información sobre cómo abortar en el camino entre la escuela y su casa-, fue el paraÃso. A la mañana habÃa dejado encendido al mÃnimo el calefactor, en el sur el frÃo a veces es imposible. Grecia se acercó a saludarla con la cola en alto. Belén sintió su cuerpo peludo como si fuera un fueguito encendido restregarse en sus piernas. Se agachó y estiró la mano para acariciarle el cuello. La gata le respondió con un ronroneo sordo. Miró sus ojos, también miró sus ojos. En ese amarilloámbar vio las manzanas del animal que a la mañana habÃa pintado Ana y también vio los ojos de las mujeres que acompañaba a diario. Y se dijo que habÃa una mezcla de alivio y desesperación, que la vida tenÃa de los dos, que ella iba transitando el camino entre ambos con algunas pocas certezas y a veces le servÃan para darse cuenta de la belleza que implicaba acompañar a otrxs en sus decisiones y crecimientos. Después de todo ella era la primera en aprender acerca de la propia extrañeza, y mientras se preparaba un café caliente iba entendiendo que a veces sólo se desea habitar un árbol con los colores invertidos y lleno de manzanas como ojos o de ojos como manzanas.
© 2000-2022 pagina12-ar.informativomineiro.com|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.