Patricia Antelo tenÃa 17 años y Esteban Mariño, 18, en junio de 1976. Los dos eran militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios. En la mañana de ayer, contaron sus secuestros y torturas, pero sobre todo, se enfocaron en dar testimonio sobre aquellos ya no están. "Para mÃ, estar acá es un acto de fuerte contenido reparador, porque si bien en otros momentos tuve oportunidades de declarar, nunca pude poner el peso de lo subjetivo, de lo que a mà me habÃa significado haber padecido la tortura", dijo Antelo en el marco del juicio oral y público contra Ramón Genaro DÃaz Bessone y otros cinco imputados por delitos de lesa humanidad. Mariño, por su parte, recordó que José Rubén Lofiego lo obligó a participar -como "carnada" del operativo de secuestro de Eduardo Alberto Pérez, que continúa desaparecido. "Creà que lo llevaban al Servicio de Informaciones pero no fue asÃ. En todas las unidades penitenciarias en las que estuve pregunté si él habÃa pasado por allÃ. Sigue desaparecido, incluso se dijo que lo habÃan asesinado. Pero a él lo detuvieron vivo", dijo. Fue el único momento de su testimonio en el que se le quebró la voz. Casi al final, afirmó: "Una de las razones por las que soy testigo es la vida de Pérez". Cuando cada uno de los declarantes terminó, los aplausos inundaron la sala. Y la hora de los abrazos llegó a la salida de los Tribunales. 3x2b52
El llanto también invadió a Antelo cuando recordó la despedida de Ruth González, que fue sacada de la AlcaidÃa de Mujeres en octubre de 1976, y luego apareció muerta en la avenida de Circunvalación. Antelo rememoró la noche en que se llevaron a su compañera de pabellón, y las lágrimas la hicieron parar. Fue sólo un instante. Después, tomó un vaso de agua, y prosiguió. Sobre su propio secuestro, contó que fue el 23 de junio de 1976. "Ahà empieza todo lo que es una cuestión espantosa, horrorosa", rememoró. "Una cosa que tengo muy grabada es no sólo mi propia tortura, sino escuchar en forma permanente las torturas hacia otros. Los gritos, el olor nauseabundo, la sangre, el olor a carne quemada", dijo. Sobre la patota, recordó: "Era una cosa morbosa, no se detenÃan con nada. Me desmayaba, me hacÃan masajes cardÃacos, pero después volvÃan y seguÃan torturando".
Antelo no tuvo dudas: "Los que torturaban, me consta, eran Lofiego y (Mario Alfredo) Marcote". Contó que Marcote, acusado de privaciones ilegÃtimas de la libertad, torturas y asociación ilÃcita, iba a visitar a algunas detenidas cuando habÃan sido pasadas a "La Favela", otro sector del centro clandestino de detención, ubicado en el entrepiso. Allà les sacaba la venda y les daba sermones de supuesto contenido católico. Lofiego debe responder por homicidios al igual que DÃaz Bessone, a los que se suman los demás delitos. Los otros acusados son Ramón Rito Vergara, José Antonio Scortecchini y Ricardo Chomicki.
El defensor de Marcote, Germán Artola, formuló preguntas insidiosas sobre la forma en que la vÃctima habÃa podido reconocer a sus torturadores, ya que se encontraba vendada. El murmullo del público que colmó la sala de audiencias se hizo irrefrenable. El presidente del Tribunal, Jorge Venegas Echagüe, optó por indicarle al profesional que la pregunta habÃa sido "suficientemente" respondida.
Artola también insistió en saber si la vÃctima -que luego de pasar por el SI fue trasladada a la cárcel de Devoto habÃa sido condenada por la Justicia federal. "¿Yo estoy siendo juzgada? ¿Procede esa pregunta?", fue la reacción de la testigo. Venegas Echagüe le hizo lugar al interrogatorio del defensor, y Antelo retrucó: "Fui absuelta".
Antelo y Mariño contaron que habÃan compartido cautiverio en el SI, ya que cayeron más o menos al mismo tiempo. Mariño fue secuestrado en la noche del 21 al 22 de junio de 1976, cuando estaba por entrar a su casa. En el SI le pegaron y lo torturaron. Le preguntaban por Chomicki, a quien los represores consideraban un jefe de la UES. Mariño también mencionó a Lofiego, con el apodo de "Mengele". Apodado "El Gauchito" por amigos y compañeros, Mariño estudiaba en una escuela secundaria comercial de zona oeste. Un dÃa, en el SI, escuchó que eran maltratados compañeros suyos de la UES, de 13, 14 y 15 años. Se sacó la venda y les dijo a los represores que él era el responsable de la organización y sabÃa mucho más. A partir de entonces, durante una semana entera, recibió golpes de manera permanente, sin preguntas. Sólo castigo.
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