Las calles de tierra. Las casillas de chapa. Las zanjas estancadas. Las calles de barro, mucho barro, cuando llueve. Y los carros a caballo que entonces llenan de relieves los caminos. Poca luz, poca agua. Agua podrida. Los pibes que dejan de ir a la escuela. Los pibes que no consiguen trabajo. Los ni ni ni estudian ni trabajan serán llamados a partir de entonces. Los centros de salud que, por falta de insumos o personal, no alcanzan a cubrir las necesidades de los vecinos. Los comedores y centros comunitarios que se llenan de pequeños hermanos que van a buscar un poco de comida. Las changas: el cirujeo, la albañilerÃa cada tanto, y los más chiquitos vendiendo cosas en los lejanos pavimentos del centro. Asà se ven las periferias rosarinas, superando incluso los lÃmites de los barrios populares. Cerca de la parte del rÃo que no es turÃstica, sobre la Circunvalación, o de cara a los grandes descampados: más afuera que adentro de la ciudad. 2y4e5l
De esta manera describen la realidad las comunidades indÃgenas que viven en Rosario. Realidad que, cuando se trata de las clases bajas, es la misma sin distinguir procedencias. Es la pobreza, y en ella caben criollos y originarios. De a miles. Pero los pueblos originarios, en su totalidad, la padecen y por partida doble. No solo no tienen cubiertos sus derechos básicos, sino que también están viendo cómo se disuelve y pierde con el paso del tiempo la cultura originaria. Y ahà está, también por duplicada, la resistencia. Por acceder a las necesidades básicas y por mantener viva la cultura que tiene su más profunda raÃz en estas tierras.
Según el censo oficial del año 2014, son más de 6.500 los habitantes rosarinos que pertenecen a pueblos originarios. Aunque ellos aseguran que la cifra real está por duplicar a la oficial, es decir que hay población no censada. Durante la semana que termina, representantes de las veinte comunidades indÃgenas de la ciudad se movilizaron en distintas ocasiones para elevar demandas históricas. Agrupados en el Consejo de Coordinación y Participación de PolÃticas Públicas IndÃgenas de Rosario, buscan que se ponga en práctica la Ordenanza Municipal nº 9119, aprobada en 2013 como fruto de esta organización y que fue puntapié para la creación de la Dirección de Pueblos Originarios.
En los planes de esta semana, para el miércoles 26 estaba pactada una reunión con representantes del Ejecutivo municipal. Incluso esperaban reunirse con la intendenta Mónica Fein. Pero llegado el caso no hubo respuesta. Desde las comunidades, aseguran, fue por una nota publicada en el diario La Capital ese mismo dÃa. "Se ofendieron. Nos iba a recibir la intendenta y su gabinete pero a raÃz de la nota no nos recibieron", dijo a Rosario/12 Miguel Medina, referente de la comunidad qom "Lmac Na Alua" de la zona de TravesÃa y Juan José Paso. Fue entonces que ese mismo miércoles decidieron tomar la oficina de la Dirección de Derechos Humanos del municipio.
"De acá no nos vamos hasta que venga un representante del Ejecutivo municipal y diga que van a empezar a responder, porque hay muchas reuniones pero no hay acción concreta en los barrios", dijeron durante la toma. "Cinco siglos resistiendo, cinco siglos de coraje, manteniendo siempre la esencia", decÃa sobre la mesa de la oficina un escrito que posó junto a la Wiphala durante la toma. Cerca de la una de la madrugada del jueves se reunieron con el secretario General de la Municipalidad, Pablo Javkin, quien se comprometió a atender las demandas aunque la toma se extendió hasta las cuatro de la mañana. El martes 1º de noviembre habrá una conferencia de prensa a las 11 en ATE Rosario, y el próximo 15 de noviembre una nueva reunión con Javkin para planificar la puesta en marcha de las respuestas esperadas.
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