Volantes, fotos, grabaciones de audio, filmaciones, programas de TV, producción teórica, gráficos, fanzines; de todo esto se hace la historia de un movimiento. Cuando la militante española Gracia Trujillo contó la anécdota, se les encendió una luz: también ellas tenÃan en su poder un archivo documental que cabÃa en una valija y con el que podÃan dar cuenta del recorrido del activismo lésbico en la Argentina durante las últimas décadas. También, como Gracia, vieron en esos escasos papeles que habÃan sobrevivido al paso del tiempo y a la disolución de las agrupaciones un tesoro. Y lo empezaban a desenterrar justo cuando las cinco activistas âGabriela Adelstein (Buenos Aires), MarÃa Luisa Peralta (Buenos Aires), Valeria Flores (Neuquén), Fabiana Tron (Córdoba) y Canela Gavrila (La Plata)â volvÃan a encontrarse en la organización de los âdiálogos crÃticos del activismo lésbico, una propuesta que surgió después de que la presentación de Orgullo, el libro de Mabel Bellucci sobre Carlos Jáuregui, las convocara para debatir. Hasta hoy fueron tres esas reuniones. El cuarto encuentro será mañana cuando se presente oficialmente la materialización de este reencuentro y de y de estos diálogos: el archivo documental Potencia Tortillera (que tomó su nombre de una acción del grupo Fugitivas del Desierto), que estará disponible en formato de blog, y que promete concentrar las variadas manifestaciones de la historia del activismo lésbico argentino. 376t24
El archivo surge de la necesidad de generar una historia propia, que sostenga el diálogo entre generaciones y que despeje el agobio que significa creer que siempre hay que empezar de cero. âSi no somos capaces de escribir nuestra historia, lo único que queda es un activismo hegemónico que se adjudica todos los logros. Esto se da acá y en todos lados, porque es una cuestión humanaâ, dice Gabriela Aldestein. Según ella, ese activismo hegemónico tiene como interlocutor al Estado: a él se dirige y a él le reclama sus derechos. El otro, el que Potencia Tortillera recupera, tendrÃa como interlocutora a la sociedad: âEn este caso, la tarea es siempre más de base, un trabajo constante y a la vez difuso, no se trata de una leyâ.
âEl movimiento lésbico ha servido para realizar una cantidad de acciones polÃticas vinculadas a la realidad y a la necesidad de las lesbianas, a veces con cosas en común con las mujeres, a veces en común con gays y trans, y a veces especÃficasâ, explica MarÃa Luisa Peralta. En el origen de ese movimiento hay tres nombres: Teresa de Rito, Ilse Fuskova y Mónica Santino. En términos de visibilidad, las tres son reconocidas como las pioneras argentinas. Y mientras que Teresa de Rito no es considerada una referente polÃtica para muchas lesbianas, sà lo es Ilse Fuskova. Revisando el blog que sostiende al archivo, en la entrada que corresponde a 1990 se puede ver el escaneo de un texto de su autorÃa llamado âUna lesbiana del tercer mundo en San Franciscoâ, y más abajo un fragmento de aquel histórico almuerzo con Mirtha Legrand al que Fuskova fue invitada y que produjo una altÃsima resonancia en toda la sociedad. El nombre de Ilse muchas veces más recorre el archivo, igual que su publicación, Cuadernos de existencia lesbiana. A diferencia de Teresa de Rito, Fuskova formó parte de la militancia feminista y más tarde se integró al movimiento Glttbi que, desde mediados de los años â90, comenzó a organizar sus reuniones en Tasmania, el inolvidable bar gay lésbico trans del Pasaje Dellepiane. Aquellos debates fueron dando forma a esto que hoy llamamos la historia de un movimiento.
Mónica Santino, la más joven de las tres pioneras, fue vicepresidenta de la CHA y durante aquellos años tuvo una gran exposición mediática. MarÃa Luisa Peralta nos habla de las vicisitudes que hicieron que Santino se apartara: âElla quedó muy desgastada de tanta exposición, le costó mucho conseguir trabajo. Esto marca también las diferencias de edad y de clase. Ilse, cuando empezó a tener visibilidad, ya era abuela y pertenecÃa a una clase media holgada. Mónica, en cambio, era joven, de una clase más baja y además masculina. Para ella, la visibilidad tuvo otros costos. TenÃa muchos años de militancia en la CHA y también diferencias con Carlos Jáuregui y con aquellos que estaban cerca de él. Dejó el activismo al poco tiempo que salió la personerÃa de la CHA. Después, ella estuvo en el grupo fundador de Lesbianas a la Vista y se fue. También formó parte de Lesbianas a la Resistencia. Alrededor del â96 se replegóâ.
En los años â90, a contracorriente del auge neoliberal en la Argentina, ese momento en el que parecÃa haberse diluido el sentido de cualquier lucha, la polÃtica identitaria del movimiento se afianzó y se hizo, paradójicamente, mucho más fuerte y cerrada que ahora. Por entonces, la gente se unÃa especÃficamente por ser gay, lesbiana o travesti. La hostilidad del afuera hacÃa que las identidades se reforzaran y construyeran como una cuestión de resistencia, para poder pensarse y agruparse. âHoy hay una cantidad de gente pensando, leyendo, hablando en términos más laxos âdice MarÃa Luisaâ. Hoy existe la teorÃa queer. Hace quince años, no. Aquella identidad era una necesidad polÃtica, al punto de que habÃa una cantidad de compañeras feministas heterosexuales que para sumar al movimiento se definÃan como lesbianas polÃticas, aunque no lo fueran en la práctica.â
Fue en 1991 cuando se abrieron las puertas de aquella histórica casa de Maza 1490, en el barrio de Boedo: Las Lunas y las Otras. En ese espacio, donde no podÃan ingresar varones, se dictaban talleres, se daban charlas, se organizaban actividades artÃsticas y, sobre todo, las lesbianas se encontraban entre sà para organizarse, debatir y compartir lo que fuera. Las Lunas se definÃan como un grupo de lesbianas feministas separatistas y dejaron sus huellas imborrables en la historia del movimiento. Funcionaron hasta el año 2000.
En el archivo Potencia Tortillera, con fecha del 8 de marzo de 1993, se puede acceder a un documento firmado por ellas junto con Convocatoria Lesbiana, Mujeres de la CHA, GRAL, Mujeres de Sigla y lesbianas independientes, en el que se reclamaba âel derecho a las madres lesbianas a la tenencia de sus hijos/as; tratamientos psicoterapéuticos y ginecológicos no discriminatorios; inclusión de la sexualidad lesbiana en las campañas de prevención del sida; no discriminación a las lesbianas en el trabajo; inclusión de la orientación sexual en la ley antidiscriminación; contratos civiles entre parejas, licencia por enfermedad de la compañera y derecho de adopciónâ. Este es el primero de los documentos subidos al blog donde se formaliza un pedido reivindicatorio. âAhora se reivindica el matrimonio, pero en los â90 se reclamaba la unión civil u otro tipo de uniones libres. Se la elegÃa como alternativa preferida. En general, el movimiento Glttbi no tuvo siempre como meta el matrimonio. Y actualmente sigue habiendo un sector de lesbianas gays y trans que no lo reivindican. Nosotras hemos trabajado en todos estos años contra la lesbofobia, y seguimos haciendo el reclamo en relación con los temas de la salud. Las Lunas brindó atención ginecológica no discriminatoria en su lugar. Y tanto Lesbianas a la Vista como La Fulana y Espartiles, todas hemos hecho este reclamo. El de la salud es un asunto que siempre está pendienteâ, explica MarÃa Luisa.
Se autodefinÃan como lesbianas, pero ese nombre, Las Lunas y las Otras, no dejaba traslucir su identidad. Que las agrupaciones empezaran a llamarse públicamente âlesbianasâ serÃa el paso siguiente que darÃa el movimiento. Esto implicó algo más: independizarse de otras estructuras, como las de los grupos de mujeres feministas y los de homosexuales (como se autodenominaban los gays en esos años). Asà fue que a mediados de los â90 apareció en escena la legendaria agrupación Lesbianas a la Vista (que realizó acciones callejeras, produjo textos teóricos, contó con talleres y espacios de reflexión y ofreció a la comunidad lésbica distintos tipos de ayuda y de servicios). El grupo tuvo su sede en un antiguo departamento de San Telmo, sobre la calle Chacabuco. Pero ellas no fueron las únicas preocupadas en visibilizarse abiertamente. En aquel momento, Integración Lésbica, que se separó de Sigla; Amenaza Lésbica, el primer grupo que dirigió MarÃa Rachid; o Madres Lesbianas Feministas Autónomas, coordinado por Mónica Arroyo y Fabiana Tuñez, también decidieron no esconderse detrás de eufemismos.
El 8 de marzo de 2000, una cuestión profunda de visibilidad fue la que le hizo al movimiento dar un giro histórico: Lesbianas a la Vista se abrió de la organización de la marcha del DÃa de la Mujer cuando las feministas quisieron omitir la palabra lesbiana de los volantes de distribución. La agrupación se posicionó públicamente: de allà en más dejarÃan de autodenominarse mujeres y pasarÃan a ser lesbianas. Crearon entonces un extenso documento al que se puede acceder en una entrada del blog en el año 2000. Al comenzar dice: âUna vez más se hace explÃcita la decisión de invisibilizar a las lesbianas, ocultándonos bajo el más abarcador y menos especÃfico nombre de âmujeresâ. Se nos invita, eso sÃ, a participar de la organización, aportando ideas y trabajo. Pero sin nombrarnosâ. En ese mismo documento se busca clasificar las diferentes identidades dentro de las asumidas por las lesbianas, pero la variedad y cantidad redunda en la diversidad misma. Imposible abarcar este mapa identitario que con cada especificidad se aleja de la generalizante categorÃa de mujer. âNo me considero una mujer, pero uno de los prejuicios en contra de las lesbianas y el que sostiene la lesbofobia y está basado en la confusión de género, es que queremos ser hombres. Puede ser que algunas lesbianas quieran serlo, de hecho muchas personas a las cuales se les ha asignado el género de mujer al nacer viven algún tiempo como lesbiana antes de convertirse en transexuales de mujer a varón, pero la mayorÃa de nosotras no queremos ser hombres. Ahora bien, si no soy mujer, pero tampoco soy hombre, ¿qué soy? Yo me considero una persona transgenérica de mujer a lesbianaâ, dirÃa Fabiana Tron, una de las integrantes de Lesbianas a la Vista, en un texto de su autorÃa del año 2003 que fue incluido en el archivo.
Los documentos desperdigados hablan de las oscilaciones del movimiento lésbico, de su fragmentación en el tiempo. En todos estos años, este movimiento no se demostró andando sino yendo y viniendo, rompiendo y rearmando estructuras que resultaron provisorios lugares de acción. Pero el zigzagueante camino que dejó sus huecos y su falta de registro también obedeció a una mecánica propia que responde a las diferencias manifestadas y que fue matriz de modos muy diversos de hacer polÃtica. Según Gabriela Adelstein: âTodo grupo polÃtico tiene movimientos internos en función de las personalidades participantes y ha sido siempre muy difÃcil hacer cosas en conjunto. El activismo individual y el grupal son cosas completamente distintasâ. Para MarÃa Luisa Peralta: âExistieron y existen algunas lesbianas que no están en grupos, pero que han hecho cosas artÃsticas y teóricas por su cuenta. Está, por ejemplo, la académica que elige presentarse como lesbiana y militar desde ahÃ. También hay acciones que fueron hechas no por grupos militantes sino por mujeres que eventualmente se han reunido para realizar una determinada acción. Los grupos cumplen sus ciclos, cambian los intereses, y como nunca son demasiado numerosos, el peso de las relaciones personales es importanteâ. Pero esta militancia ha ido identificándose con diferentes grupos y reformulando sus discursos y sus alianzas. âHubo un momento de nuestra historia en el que todas encontraron lugar dentro del movimiento de mujeres y feminista âdice MarÃa Luisaâ. En otro, ese lugar fue con el movimiento Glttbi. Hoy hay muchos espacios; hay lesbianas visibles activando dentro de partidos polÃticos y ocupándose de temas que nos conciernen. Me parece que nuestro movimiento ha sido menos expulsivo que otros y que, pese a haber tenido conflictos, la gente siguió activando. Yo creo, además, que hubo una ampliación de los espacios para trabajar y un cambio de cómo nos pensamos.â
Ese punto, justamente, ese âcómo nos pensamosâ, quizá sea la lÃnea directriz que conecta los años pasados con la actualidad. El camino de evolución de ese pensamiento es la historia que esos papeles, fotos y demás documentos, perdidos o no, efectivamente han construido. En un sentido profundo, las diferentes formas de pensarnos a nosotras mismas, es aquello de lo cual el archivo nos viene a hablar. En los inicios del movimiento la única forma era pensarnos como mujeres que aman a mujeres. De esto es bastante ilustrativa una entrada al blog del año 1993, donde pueden leerse las conclusiones del Taller de Lesbianismo realizado en el 8º Encuentro nacional de mujeres en Tucumán. Allà se apunta una definición: âSe acordó que el lesbianismo es el amor entre mujeres (...), un movimiento polÃtico de reivindicación de los derechos de las mujeres que aman a otras mujeresâ.
âCreo que hoy hemos avanzado en pensar la cuestión de género, en confrontar las limitaciones de género que nos impone el patriarcado âcontinúa MarÃa Luisaâ. Hace unos años, cuando se pensaban como mujeres que aman a mujeres, no habÃa una cuestión muy amistosa con la transgeneridad. Esa relación también cambió y asà como fuimos pensando en un espacio como el que reclamaban las travestis de reivindicarse travestis, ni hombres ni mujeres, nosotras también nos pensamos como lesbianas, ni hombres ni mujeres. Se nos hace difÃcil pensarnos como un sub-Ãtem de la agenda de las mujeres.â También para Gabriela Adelstein el cambio de miradas sobre el sujeto polÃtico de las lesbianas pasó y pasa por un cambio de posición con respecto a la transgeneridad, y dice: âEn los últimos diálogos, poniendo el caso de la Pepa Gaitán, querÃamos hablar de las dificultades del movimiento de asumirlo como un lesbicidio. Porque en un punto ella no se identificaba como lesbiana sino como varón, asà se vivÃa, era más bien trans. Vaya si ha mutado nuestro modo de mirarnos. Aunque en el movimiento aún hay quien se mantiene en un esencialismo biologicista. Eso en una punta, y en la otra las jóvenes que corporalizan lo queer, que corporalizan un abandono de los estereotipos y las normasâ.
Resulta claro: en este caso tecnologÃa y visibilidad se dan la mano. Asà como hoy existe esta herramienta virtual que le permite a Potencia Tortillera llegar a cualquier parte, muchas mujeres hoy están dispuestas a poner su nombre, su cara, su obra, su palabra, en acciones grupales o aisladas ligadas al activismo. Esa es una de las razones por las cuales el material subido al blog es mucho más abundante hoy que en los primeros años, donde un volante, un texto mecanografiado, son casi las únicas pruebas de que el movimiento se empezaba a gestar. Pero además, en todos estos años de gente, las agrupaciones, incansables productoras de volantes, fotos, documentos, se fueron disgregando y el material precioso, perdiéndose de vista. Lo que queda es papel, y el papel se estropea. En un blog, en cambio, los recuerdos sobreviven a un café derramado, a una mudanza, a un libro que se presta. La primera entrada es tan sólo la narración de una fundación mÃtica, y dice: âEn agosto de 1971 se forma el Frente de Liberación Homosexual (FLH). El FLH llegó a integrar diez grupos: Nuestro Mundo, Eros, Profesionales, Safo (grupo de lesbianas), Bandera Negra (anarquistas), Emanuel (cristianos) y Católicos Homosexuales Argentinos, los más importantesâ. En 1973 aparece la tapa del primer número de Somos, y reza: âRevista del Frente de Liberación Homosexualâ (Buenos Aires, 1973), en la cual está el texto âLa mujer que se identifica mujerâ, una traducción de un texto de Lesbianas Radicales, grupo de lesbianas norteamericanas blancas. También hay una sección llamada âPasiones humanasâ, con un poema firmado por Elsaâ. Desde entonces se hace un silencio y las entradas que van de 1974 hasta 1984 están vacÃas. El inmenso paréntesis de los años difÃciles y de los horrorosos borró las huellas, pero se convoca a las lesbianas a que aporten su propio material para dibujarlas otra vez. âLa idea es reunir este material âdice MarÃa Luisaâ, recuperarlo, preservarlo, hacerlo público y dar una idea de todo lo que hemos hecho. No dar una idea de unidad sino justamente visibilizar las cosas distintas que hicimos, con opciones y alianzas polÃticas diversas, con modos de militancia distintos. Toda ésa es la riqueza de las lesbianas haciendo cosas.â
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