âEn el libro se documenta la existencia de una primera generación identitaria, anclada en medios obreros y marcada por la estructura sexo/género, lo que provocaba una escisión entre quienes cumplÃan su rol de género, como maricones y femmes (mujeres femeninas) y quienes lo alteraban, caso de maricas y bolleras. La segunda generación, alentada por la clase media, se estructura en torno del principio de orientación sexual, lo que sintetiza a bolleras y femmes bajo el principio del lesbianismo y a maricones y maricas bajo el de gays. La lesbiana hereda de la bollera su completa dedicación al homoerotismo y de la femme su adecuación al rol de género, al tiempo que el gay hereda del marica una vida de placeres exclusivamente homoeróticos mientras del maricón hereda el rol de género, incluso hasta el extremo (como los culturistas). El enorme crecimiento de la clase media a partir de la Segunda Guerra Mundial conllevó un predominio de esas clases y, con ello, el desplazamiento de la primera generación identitaria por la segunda. 1v5q5u
âEsa relación constituye, en realidad, un subapartado del conjunto sexualidad y clase. Tomemos un factor de primera importancia, la natalidad. Los estudios muestran que las damas (las mujeres de clase alta) alumbraban menos hijos que las obreras y que los primeros vivÃan más años que los segundos. Paralelamente, un homosexual con recursos disponÃa de medios para luchar contra la represión de los que carecÃa un obrero: el primero, de ser detenido en una redada, intentaba sobornar a los policÃas y, si esto no funcionaba y era sometido a juicio, entonces contrataba abogados. La diferencia conllevaba que, como muestran los archivos, el grueso de los homosexuales enviados a prisión fuesen de clase humilde mientras los adinerados apenas eran sancionados.
âEl libro analiza la sociedad desde criterios materialistas y, en concreto, marxistas. Desde esa perspectiva, la vivencia del homoerotismo depende del momento histórico y la clase social; asÃ, la sodomÃa renacentista se desarrolla desde patrones diferentes a la homosexualidad del siglo XIX, aunque ambas puedan estudiarse desde un sustrato común: el homoerotismo. Cada modo de producción tiene una ley demográfica especÃfica y, por lo tanto, una polÃtica de los placeres; la posición del individuo frente a las dinámicas que proceden de estos campos constituye el factor clave para comprender sus apuestas vitales.
âExiste segregación por cuestiones de edad, capacidad y género, entre otras. Ahora bien, si cambiamos de clase a la persona, la segregación se transforma: un varón afeminado de clase baja no sufrÃa el mismo proceso de marginalización que otro de clase baja. Igual sucede con inmigrantes ricos y pobres; los factores negativos ligados a la inmigración siempre se asocian con los segundos. Por lo tanto, la clase social constituye un factor de primer orden para entender la vida de un individuo.
âEl feminismo trabajó las cuestiones de clase hasta los años â70. Luego, con la crisis del discurso moderno, estos análisis desaparecieron del panorama cultural para dejar paso a formas de posmodernidad, como la deconstrucción o el análisis lacaniano. Por lo tanto, el abandono u olvido feminista guarda relación con un movimiento de espectro más amplio (la posmodernidad) que, siguiendo a Fredric Jameson, aún no sabemos si constituye el fin del proyecto moderno o una crisis de carácter temporal, aunque me inclino por lo segundo. En mi opinión, la crisis actual que asuela el Hemisferio Norte conllevará un replanteamiento de los sistemas de análisis social y, en esa medida, resulta factible recuperar los análisis de clase.
âLos poderes públicos apenas se conmueven ante los afectos, pero actúan ante los comportamientos porque éstos repercuten en el espacio público. De nuevo, el tema de la natalidad es paradigmático: el hecho de que los varones dedicaran su cuerpo a la reproducción (y a cuidar y mantener luego de sus descendientes) o a placeres estériles constituÃa un factor de primera importancia en siglos âque han sido la mayorÃaâ, donde las autoridades intentaban elevar la natalidad con todos los medios a su disposición. Frente a ello, el hecho de que dos mujeres o dos varones se amasen espiritualmente apenas perturbaba las relaciones sociales.
âAnte un paÃs como la Argentina, con menor clase media que en Europa y Estados Unidos, el hecho de que los grupos de homosexuales hayan buscado la unión de identidades homoeróticas en proyectos comunes (matrimonio igualitario, ley de identidad de género) constituye una muestra de sensatez y un acierto polÃtico. Es probable que en este paÃs la segunda generación identitaria no hubiera tenido fuerza para conseguir esos derechos por sà sola, además de constituir una injusticia el olvido de la primera generación cuando sus elementos (entre quienes se puede incluir a las travestis) aún se encuentran vigentes. De ahà el nombre de los grupos: Glttbi. La diversidad sexual constituye la suma de todas estas fuerzas.
âSupongo que se trata de un proceso ineludible, como todo lo que guarda relación con las apuestas de las clases media y alta: una vez que desaparece la represión, puesto que sus integrantes disponen de recursos, surgen empresas âfundadas o no por homosexualesâ que se proponen satisfacer sus demandas. Si la clase media hubiera apostado por identidades diferentes a las de lesbiana y gay, el mercado también estarÃa atento a ofrecerles productos y servicios especializados.
âEs mayor el peligro de que el campo teórico de las luchas desaparezca por falta de medios y sostén de quienes trabajamos de espaldas a la universidad. Aunque la institucionalización conlleva un riesgo de domesticación, existen formas de luchar contra una asimilación acrÃtica, mientras la falta de apoyo conlleva una precariedad que, a menudo, se traduce en irrelevancia polÃtica.
* Docentes e investigadores de la Facultad de Periodismo y Comunicación/UNLP.
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