Hace un mes, desde la fiscalÃa dieron por cerradas las lÃneas que llevaban hacia el interior de la fuerza, y se concentraron en analizar las relaciones de la vÃctima. âEn esos ambientes âexplicó un criminólogo que sigue la causa de cercaâ se es más frágil que en otros. Los gays son propensos a que los maten asÃ.â La frase âel equivalente al prejuicio que sugiere que una mujer de minifalda es candidata a ser violadaâ no sólo queda en el terreno de la retórica. También tiene consecuencias prácticas: se pone en tela de juicio a las vÃctimas y a su entorno, apuntando a hacerlos responsables de los crÃmenes en su contra. 6o4b4w
El martes pasado, Gaby âel viudo de Octavioâ sintió que alguien golpeaba la puerta de su departamento. Preguntó quién era y del otro lado respondió una voz gruesa, casi marcial:
âPolicÃa. Es un allanamiento. Abra o rompemos la puerta.
Unos dÃas antes habÃa presentado un escrito en Tribunales para ser querellante. Al momento de morir, él y Octavio pensaban casarse luego de más de una década de convivencia. El asesinato fue para Gaby como si le hubiesen arrancado una parte de su vida. Estuvo casi tres meses para animarse a guardar las cosas de Octavio en cajas, para desarmar el placard y convertir la casa que compartieron en el hogar de un hombre solo.
La policÃa llegó para revolverlo todo, para desarmar cada una de esas cajas y desparramar su contenido por el suelo.
âEstamos buscando el arma reglamentaria y el chip del teléfono de Octavio Romero âdijo uno de los policÃas cuando Gaby abrió la puerta.
Después del asesinato, el arma reglamentaria nunca apareció. Una de las hipótesis es que Octavio âque no solÃa andar con ella encimaâ la habÃa dejado guardada en la guarderÃa o en su locker en el Edificio Guardacostas, luego de una práctica de tiro obligatoria. Eso nunca se pudo comprobar: desde la Prefectura abrieron el cofre y le dieron parte de su contenido a la madre de Octavio antes de que lo allanaran. Cuando la Justicia revisó el lugar, ya estaba vacÃo y el trámite fue una formalidad. La llegada de la policÃa a la casa de Gaby cuatro meses después del crimen parecÃa tener el mismo carácter, aunque otro contenido. Los allanamientos fueron cuatro y simultáneos: además del lugar donde vivÃa la pareja, el juez Ramos Padilla ordenó revisar las casas de la madre, del padre y de un ex novio de Gaby. En todas buscaban lo mismo. En la casa materna lo hicieron con mayor brutalidad: uno de los oficiales de la Bonaerense se entretuvo desparramando con pocos modales la colección de carteras que la mujer cuidaba con recelo y prolijidad.
âYo veo tantos indicios de que la Prefectura tiene algo que ver âdijo uno de los familiares de Gaby dos dÃas después del operativo en una entrevista con la fiscal Estela Andrades de Seguraâ. No sé por qué pierden el tiempo en nosotros.
âTenÃamos muchos testimonios que indicaban que el arma y el chip del teléfono podÃan estar en la casa de Gabriel o en la de alguno de sus familiares âle respondió la funcionaria judicial.
¿De dónde son esos testimonios? La fiscal no quiso aclararlo, pero tampoco es difÃcil adivinar: incluso en el grupo de Facebook donde se pide justicia por Octavio hay mensajes insultantes de oficiales de la Prefectura. En particular, uno de ellos parece muy enojado porque se recuerda a Octavio en su condición de homosexual.
¿Cuánto del oscurantismo de las fuerzas sale a la luz con este asesinato y su investigación? Desde el Ministerio de Seguridad dicen que en la lÃnea donde se pueden hacer denuncias anónimas se reciben pocos llamados denunciando acoso por la orientación sexual de los agentes. Si son pocas porque el maltrato está naturalizado, es algo que se sabrá pronto: los funcionarios que trabajan con la ministra Nilda Garré diseñaron una encuesta sobre maltrato laboral, en el que hay varias preguntas especÃficas sobre cuestiones de género y orientación sexual.
Octavio murió con la ilusión de hacer uso de la ley de matrimonio igualitario y casarse con el amor de su vida. Uno de los pasos más importantes que tenÃa que dar era pedir la venia de sus superiores. Un permiso que habÃa pedido informalmente, y que luego tendrÃa que repetir por vÃas legales. A Octavio le preocupaba dar ese paso: sus jefes ya le habÃan adelantado que lo mejor iba a ser no casarse de uniforme, y un grupo de colegas lo habÃa encerrado en una habitación para increparlo.
Quizá los que vengan detrás de él tengan una vida un poco más fácil. Dos semanas antes de que lo mataran, una resolución interna del Ministerio de Seguridad revocó esa norma que obligaba a pedir permiso para casarse. Octavio no llegó a saberlo.
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