Hay una figura que es casi arquetÃpica y que marca uno de los nacimientos de la poesÃa gay en la modernidad. Como ocurre a menudo con los pintores que celebran el homoerotismo, en los escritos de los poetas gays se vuelve una y otra vez a la imagen de los jóvenes que se están bañando. Se describe el placer y la alegrÃa que provoca la belleza de los bañistas, la juventud plena gozando de la naturaleza. 5c4ti
En un arco que va desde Christopher Marlowe y su poema describiendo los brazos musculosos de Leandro nadando en el mar en busca de una noche de amor, Walt Whitman con sus âVeintiocho hombres bañándose en la orillaâ, pasando por la âBalada de los muchachos bañándoseâ del Barón Corvo, las poesÃas de Yannis Ritsos, hasta los obreros que se bañan en la playa de los escritos poéticos de Constantin Kavafis, entre otros, se repite una temática y una estructura similar.
Los jóvenes se están bañando. Pero no son jóvenes con los cuales se baña el poeta o a los cuales el poeta esté bañando. Los bañistas se tocan, jadean, curvan las espaldas en el agua espumosa; las gotas corren sensualmente por sus . Pero el poeta sólo los contempla desde la orilla y escribe sobre ellos. El poeta goza y sufre entre la alegrÃa de un deseo y de un erotismo clandestino, y la vergüenza de que ese erotismo se manifieste o sea descubierto.
La imagen me parece una metáfora apropiada para las experiencias vitales de muchos gays durante la modernidad. Esa oscilación entre el orgullo de un deseo y la vergüenza inculcada e interiorizada a partir de la injuria en las calles o desde los discursos cientÃficos, legales y religiosos, negativizadores sobre la homosexualidad que proliferaron a partir del siglo XIX. Por muchos años creà que mi vida sexual se reducirÃa la contemplación de la belleza de los cuerpos que deseaba.
Diversos autores âdesde el editorial de la Revista La Gandi, Guillermo Saccomanno, entre otrosâ han hecho hincapié en la idea de la ausencia de un gran corpus de literatura erótica en la Argentina. No hay páginas que evoquen el Satiricón, ni el Decamerón, ni una celebración de la carne a lo Rabelais, ni mil y una noches de placer orientales u once mil vergas apollinaireanas. No hay un personaje como el sensual Vadinho agitando sus genitales en las orgiásticas noches del carnaval de BahÃa y que aún muerto turba los sueños ardientes de Doña Flor. No hay un sex symbol literario como Gabriela con olor a clavo y canela, ni escenarios como los prostÃbulos de Pietro Aretino o los urinarios de Joe Orton.
Salvo unas páginas desperdigadas de Roberto Arlt, Oscar Hermes Villordo, Néstor Perlongher, Ricardo Piglia, algunas noches de Olivera y la Maga de Rayuela, o el grupo de masturbadores del Libro de Manuel de Julio Cortázar, la historia de la literatura sexual en la Argentina es, desde sus orÃgenes que pesan como un sino, la historia de las violaciones recurrentes, de los coitos forzados, del sometimiento y de la represión.
Es por estos dos motivos, entre tantos otros, que celebro la aparición del libro PoesÃa gay de Buenos Aires. En sus páginas los hombres se besan, se tocan, se soban, se lamen por todas partes. Un poeta se inclina de rodillas frente a un cinturón caliente. Otro pasa la noche con un âmuchacho de piel dorada / de ojos que sonrÃen en la noche / con su cuerpo de oro / en mi cama / riéndose con su calzoncillo / color cielo; o se suceden levantes como aquel del âgordo que se manoteaba el bulto / entre las coronas de novia / de la Plaza Lavalleâ. Los protagonistas de las poesÃas son maricas con âcalentura en la tanguitaâ, gitanos ardientes o muchachos de vientre y piernas peludas que muerden, rÃen, penetran hasta el fin de la noche.
En Playa Chica, Fabián Iriarte narra cómo desde un estadio superior ve a un hombre, âsemiescondido entre las rocas. La espuma del mar ha salpicado sus nalgasâ. Pero el poeta no se queda inmóvil y el hombre agita su malla como una bandera, lo mira y lo invita a bajar adonde está.
En âEl duende la coartadaâ, Miguel Angel Lens sueña con âun muchacho por noche todos los dÃas / para despertar cada mañana / con un pie en la memoria y otro en el olvido / y volver a la dulce madrugada / que late apresurada y se repite / dejando tras de sà un vértigo de citas / por las esquinas solitariasâ.
Y los escenarios prevalecientes son, entre otros, subsuelos, vestuarios, rincones sórdidos donde se organizan concurso de meadas, saunas donde âtodo se convierte en placer / eyaculaciones que apuntan al infinito / los hombres siempre desnudos / contracciones y jadeos / ir y venir / hartarse de sexoâ.
¿Por qué celebrar este goce de los sentidos, este banquete de la alegrÃa de la carne? ¿Por qué estas poesÃas resultan liberadoras? Porque la literatura es uno de esos universos de sentidos donde las seres humanos aprendemos las formas de vivir, de enamorarnos, de ser hombres y de ser mujeres, de amar.
Porque creo que, en este sentido, la poesÃa gay es una forma de militancia. Porque está cantando orgullosamente una forma del erotismo que aparece condenada, censurada o simplemente tolerada por la sociedad. Y porque, en los últimos años, bajo el discurso falaz de la integración o del supuesto pleno a los derechos civiles, aún quedan batallas por librar. Y después de tantos años de oprobio o de vergüenza, espero muchos años de páginas que celebren las formas de sexo largamente relegadas al campo de las perversiones.
Tradicionalmente, la llamada literatura erótica explora fantasÃas sexuales que tienen un alto potencial subversivo al proponer nuevas formas de vivir y amar distintas a las establecidas. La celebración del cuerpo y del amor carnal suelen implicar no solamente la fiesta de los sentidos y los genitales sino también una crÃtica social contra las costumbres y la hipocresÃa de una determinada época histórica. Como Miguel Angel Lens, que conjugó en sus libros la libertad sexual y la denuncia de la represión de la dictadura.
PoesÃa gay de Buenos Aires de
Miguel Angel Lens, Adolfo de Teleny,
Ugo Rodino, Fabián Iriarte, Néstor Latrónico, Ernesto Hollman, Wenceslao Maldonado
(Acercándonos Ediciones).
El jueves 15 a las 19.30 se presenta en
la LibrerÃa Otras Letras (Soler 4796).
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