Una vez más la galerÃa Wallrod pone en cuestión el lÃmite entre lo público y lo privado, lo escandaloso y lo cotidiano. Esta vez, en un espacio dividido por una pared imaginaria y bajo el nombre Private se presentan dos trabajos fotográficos: Kenny Lemes muestra escenas de su vida conyugal libre y al viento, mientras que Paula Slatapolsky saca del cofre secreto las fotos de su tÃo abuelo transformista. Las imágenes que Lemes tomó en la cotidianidad con su novio nos reciben sin tabú pero también sin transgresión, en una época en la que este lÃmite parece nulo, consecuencia en gran parte de las redes sociales en Internet. Mientras tanto, del otro lado de la galerÃa nos aguarda una historia que pudo haber muerto con su protagonista en un tiempo totalmente diferente. 30726z
Paula Slatapolsky, ante el descubrimiento de que su tÃo abuelo Rodolfo era un transformista en los años â50, decide revelar una historia a través de fotos que no formaron parte del álbum familiar. Ella se convierte entonces en la curadora póstuma de un secreto. Un cajón lleno de fotografÃas, una lista de prendas femeninas detallando el color con faltas de ortografÃa, un armario empotrado en la pared con trajes masculinos y un antiguo teléfono negro inclinado. Rodolfo nunca usó el nombre que figuraba en su documento: la ironÃa del destino lo hizo nacer judÃo y que le pusieran de nombre âAdolfoâ. Trabajaba en una fábrica donde se confeccionaban guantes finos para las vedettes del Maipo, vivÃa solo por Villa Crespo, y se lo veÃa salir a altas horas cargando un bolso enorme ya convertido en extensión de su propio cuerpo. Estaba implÃcito que no se le preguntara adónde se dirigÃa.
En una foto glamorosa de fines de los â60, este ser con un nombre femenino que no sabemos cuál serÃa, emana belleza y elegancia, teniendo de fondo lo que parece un club de barrio. En otra fotografÃa, donde yace viejo y consumido, ante los ojos de Paula se superpone la imagen de cuando florecÃa lejos de su familia en esas noches de juventud donde degustaba el placer de lo privado, y a la vez puertas afuera en un concurso de belleza entre transformistas de alto nivel.
¿Nos dicen estas fotos algo de quién fue o quién quiso ser Rodolfo? ¿Habrá sido Rodolfo una lesbiana? Transformista, transgénero, fetichista, varón gay, bicho raro o torta disfrazada de pan, no importa el rótulo, el tabú constaba en que su práctica irrumpÃa con lo públicamente conocido como aceptable. ¿Irá contra su deseo póstumo que una generación más joven exponga su historia, o irá contra el de aquellos parientes que apenas toleraban el hecho mientras perteneciera a una intimidad lejos de casa... y de los niños que son los que preguntan, como Paula?
Por aquel entonces era difÃcil imaginar que en una galerÃa de arte se expusieran fotografÃas de una pareja compuesta por dos varones homosexuales abrazados en la misma cama sin generar provocación alguna, pero a su vez hoy esa provocación es sólo una proyección de la persona que no lo acepta. Aun asà no resulta tan difÃcil imaginar en la actualidad personas que por cuestiones familiares hacen lo mismo que Rodolfo, vivir con una tolerancia consensuada donde la desaprobación pública tiene su espacio corrosivo en las prácticas privadas, y estas últimas parecen inclusive una amenaza si se salen de ciertos ámbitos. Hoy mismo, en gran medida y como podrÃa desprenderse de esta muestra, la única aceptación del tabú es la fascinación por un secreto. ¿Por qué no sabemos más de esta persona? Paula trató de investigar en el mismo lugar donde la historia de Rodolfo fue tapada, no consiguiendo algo diferente a que la cara de su bisabuela se transformara por el disgusto ante el acto casi temerario de mostrarle una foto de su hijo travestido. Otra familiar de Paula, que encontró bastante material antes que ella, lo tiró casi todo. ¿Qué nos perdemos en ese âcasiâ? Cuál es el lÃmite entre el morbo, la tolerancia y la comprensión, es una de las preguntas que nos interpelan ante estos ârestos de Rodolfoâ.
El lÃmite entre lo público y lo privado no es tan polémico como el definir qué abarcan estos dos conceptos, asà como también para qué sirven y quién corresponde que los istre. Por un lado Kenny Lemes expone las fotografÃas con su novio tal como si las colgara en su propia casa, donde en un mismo marco entran cinco fotografÃas diferentes entre las cuales vemos posar también a varios de sus amigos. Las imágenes no hablan de secretos, ni de su sexualidad, sólo dejan vislumbrar una sensibilidad personal con intervenciones como gruyas o elementos naturales que están más relacionados a una historia de desarraigo familiar lejos de ser codificada por quienes no pertenecen a su cÃrculo Ãntimo. Por el otro lado, Paula Slatapolsky expone una historia que difÃcil es definir cuánto tiene que ver con ella, si habla de ella, de su tÃo abuelo o de su familia entera.
Entre el novio de Kenny y el Rodolfo de Paula, a primera vista Private parece mostrar las dos caras de una misma cosa, pero en verdad muestran la misma cara de dos cosas sumamente distintas. ¿Será librado al azar que la palabra âprivadoâ en inglés parece en castellano una orden a que nos privemos? Entramos a una muestra bajo ese tÃtulo y nos encontramos con la intención de mostrar un presente tan abierto que no importa siquiera de qué hablamos cuando lo hacemos, y un pasado tan callado que lo único que hay por hacer con ello es decirlo para reafirmar ese silencio. Pero aunque la intención es positiva, cuesta creer que ese pasado está superado. ¿Acaso con herramientas como Twitter o Facebook ya somos libres de privarnos, o no serán sólo formas novedosas y más eficientes para seguir esclavos de eso que llamamos libertad?
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