A pocas horas del parto, Virginia MartÃnez, que acababa de dar a luz a Julieta, estaba descansando en la habitación de la clÃnica con Irina Kobriniek, su mujer, también mamá de la nena. Llegó el momento de la revisación, irrumpió la enfermera y espetó: âLe pedimos a la abuela que se retire un momentitoâ. El equÃvoco era doble, por vÃnculo y por edad: miren la foto, no daba la cuenta de los años para haber parido a su novia. Y tampoco existe un mÃnimo parecido fÃsico como para sacar tal conclusión. Cartón lleno. âNo ârespondió Irinaâ. No soy la abuela, soy la otra mamá.â âAhá âcontestó la enfermera que ahora sà creyó entender y se corrigióâ. A ver, entonces, la tÃa. Que salga un ratito.â âYo soy la otra mamáâ, repetÃa Irina. âLa tÃa tiene que salir âinsistÃa amablemente la autómata de la obstetriciaâ. Es un rato nomás.â Si era la primera pareja de mamás con que la señora se topaba en esa clÃnica, o en su vida, o una más de las tantas uniones comaternales que se empeñaba en negar, no lo sabemos. El caso es que Irina tuvo que terminar fuera de la habitación porque no encontró la manera de que esa enfermera la escuchara. Desde entonces, cada vez que le han vuelto a preguntar si es la abuela de su hija Julieta, Irina saca la Violencia Rivas que lleva adentro y contesta: â¿Abuela? ¡Abuela... ésta!â. 1s6u2d
SÃ: adjudicar parentescos diversos y a veces disparatados a la unión de dos mujeres es lo más común del mundo, pero nada explica que entre esas posibilidades vinculares no surja nunca la del lesbianismo (y si surge, no se la enuncia, por si ofende). Menos entendible todavÃa es que la imaginación patriarcal, al servicio de crear lazos familiares que no existen, no se rinda ante la evidencia de los que sÃ. âA veces vivimos el mismo tipo de invisibilización a la que estamos acostumbradas las lesbianas en general. Donde antes el comentario frente a la pareja era âah, pensé que eran amigas que se quieren muchoâ, ahora ante la familia es âpero ¿cuál de las dos es la mamá?, pensé que eran la madre y la tÃaâ, o algo por el estilo. O si no dan por sentado que hay un padre (esto lo sufrirá también una madre sola)â, cuenta Paula, mamá junto con Virginia del pequeño Sabino. Una estructura familiar que confronta los estereotipos de género y de roles parece aún inasimilable para el común de las personas. Y si no, pregúntenle a la perplejÃsima señora que se encargaba de la limpieza en la cabaña de Sierra de la Ventana donde veraneaba Irina con su familia. La percepción se le tornó un tanto confusa y en un rapto de desesperación le preguntó a Virginia: âDÃgame, doña, ¿ustedes son mujeres?â.
La mayorÃa no sale de su asombro cuando una pareja de madres se presenta como tal. En el diccionario esto se llama consternación y Andrea Majul, mamá junto a Silvina Maddaleno de los trillizos Abril, JazmÃn y Santiago, describe muy bien sus âabundantesâ experiencias con gente consternada: âSi alguien pregunta, contestamos diciendo que las dos somos las madres, a lo que nuestro interlocutor por lo general hace una pausa, un lento revoleo de los ojos hacia arriba y el costado, como tratando de encontrar rápidamente una explicación. Para no quedar mal responden con un ¡Ahhh! antes de que esa explicación llegue. Si les hablás de lo que venÃas charlando antes, no te escuchan, y no falta quien a los dos o tres minutos se salga con alguna pregunta absolutamente descolgada. Nosotras respondemos de acuerdo al ánimo de cada momento, pero por lo general nos reÃmos y salimos con alguna ironÃaâ.
En la siguiente anécdota no fue la interlocutora de Irina âsu propia madreâ sede de la consternación sino ella misma: âMi mamá es una señora muy vieja, tiene ochenta y seis años y una cabeza un poco cuadrada que aún hoy no se banca mi homosexualidad. Ni siquiera vino a mi casamiento y me sigue considerando una âsolteronaâ. Igual habÃa que decirle que estábamos esperando un bebé, asà que hice de tripas corazón y le dije muy lentamente: Te voy a dar una noticia que no sé si a vos te va a poner contenta, pero a nosotras sÃ; Virginia está embarazada. Y ella muy suelta de cuerpo me pregunta: Pero, ¿ustedes querÃan? Como si fuéramos una pareja hétero o hubiese venido el arcángel San Gabriel a dejarnos embarazadasâ. La sorpresa de Silvina Maddaleno ante la reacción de su madre, si bien distinta, no fue menor: âNuestras familias nos acompañaron mucho desde el inicio y como en todos lados siempre hay alguien que expresa sus dudas, sus resistencias, pero no fue una pregunta, una consulta la que les hicimos, fue simplemente comunicar nuestra decisión de tener hijos. Cuando se lo comunicamos a mi mamá, nos dijo: âQué suerte que se decidieron, yo pensaba que no querÃan...â. Fue una respuesta que no esperábamosâ. Con respecto a los vÃnculos más cercanos, ésta es la hermosa experiencia que Paula y Virginia tienen para contar: âA la gente más cercana, que sabe quién de las dos llevó el embarazo, se le desdibuja lo biológico. Y empieza a buscar el parecido en el pelo, la sonrisa, los ojos o lo que sea en la otra mamá o en la abuela no biológica o en alguien más de ese lado de la familiaâ.
En el blog Ellalostrillizosyyo.blogspot.com, Silvina Maddaleno y Andrea Majul cuelgan, además de imágenes, videos y notas, textos de los diálogos que sus hijxs mantienen entre sÃ, con ellas o con algún compañeritx del cole que cae a su realidad familiar como un paracaidista sin paracaÃdas. En este caso la escena se desarrolla en un pelotero: â¿Cómo te llamás?, le preguntó Santi a un nenito hundido entre las pelotas de colores. Santiago, dijo el nene. Bueno, yo soy Santiago también, pero Maddaleno Majul, ahora. ¿Por qué ahora?, le pregunta el nene un poco más grande. Porque ahora la Presidenta ya firmó el papelito, ¿no la viste? Yo sÃâ. En las charlas de lxs trillizxs la Marcha del Orgullo o la Ley de Matrimonio Igualitario aparecen como temas de su cotidianidad que muchxs de sus amiguitxs ignoran olÃmpicamente:
âAbril: Mami, ayer me dijo Camila que dos nenas no se pueden casar....
Yo: Bueno, Abru, contale que sÃ, que cuando son grandes se pueden casar dos nenas.
Abril: SÃ, ya le dije, es que creo que no conocÃa el matrimonio igualitario.
Entre la carcajada y el llanto del orgullo, la abrazó. Ella me da unas palmaditas en la espalda y remata:
Abril: Es que todos no conocen a 100% (Diversidad y Derechos), es una pena...
Aparece Santi debajo de la sábana y opina:
â¿Y si invitamos a todos los compañeritos a la Marcha (del Orgullo)? Si les regalamos una banderita, después ya lo van a conocer...â.
Está clarÃsimo: el jardÃn de infantes es el primer espacio de sociabilización y adquiere, como todo en esos años, mucha importancia en la formación de lxs niñxs. De su flamante experiencia con el sistema educativo, cuenta Paula: âSabino va a un jardÃn en el cual la pasa muy bien, y nosotras estamos contentas, no por cómo se trata el tema de nuestra familia, sino justamente porque no es un tema a tratar. Las cuestiones que se charlan son las mismas que para cualquier niñx: que si la siesta, la comida, los juegos, lo que aprende. Veremos qué pasa más adelanteâ. Pero, lamentablemente, la cosa no siempre es igual. Entre las anécdotas que Irina trae âgraciosas en su forma y en el fondo terriblesâ, la que tiene como protagonista al dueño del jardÃn de infantes donde concurrirá su hija desde el próximo año se gana todos los premios: âFuimos a llevar los nuevos documentos de Juli al jardÃn. El dueño estuvo media hora hasta que entendió que era hija mÃa también. No le entraba en la cabeza que no fuera una adopción sino un reconocimiento, y se agarraba la cabeza porque decÃa que tenÃa que cambiar toda la papelerÃa. Pero, ¿qué pongo ânos preguntabaâ, mamá y mamá? Y sÃ, le respondió Virginia. En los comunicados el hombre pone âpapisâ. â¿Lo tengo que cambiar?â, nos preguntó. Y claro. Hubo otra cosa que nos sorprendió: nos quiso prevenir de que éramos las primeras minas de nuestra condición y que podrÃa venir algún padre a quejarse. No entendimos ni el porqué ni quiénes.â Convengamos que el dueño del jardÃn tampoco está tan loco al advertir sobre los posibles efectos que la existencia de las familias diversas puede generar en las otras, las que hasta hace poco tiempo creÃan ser las únicas. Sin llegar a la queja y pasando la cuestión por el engañoso tamiz del cuidado a lxs niñxs, la madre de un compañerito de jardÃn de Sabino se mostró muy preocupada por él. Cuenta Paula: âLa única situación âincómodaâ fue una ocasión en la que a Sabino lo invitaron a un cumpleaños de un año del jardÃn. Cuando la madre de la homenajeada se enteró de que él tiene dos mamás, casi se desmaya. Preguntaba: âPero ¿cómo? Y él, ¿cómo está con dos mamás?â. Creemos que todavÃa lo está procesando, la pobreâ.
El verbo es el que debe ser porque, precisamente, se trata de eso: procesar. Procesar el cambio cultural que la ley legitimó en 2010 y que en 2012 tocó, a través del reconocimiento de lxs hijxs nacidos previamente a la Ley de Matrimonio Igualitario por parte de ambas madres, uno de sus puntos máximos. Según Silvina Maddaleno, como sociedad aún estamos en los albores de esa metamorfosis: âLo que cambió de aquellos primeros dos años de esta familia con dos mamás es que el reconocimiento jurÃdico de nuestros vÃnculos por parte del Estado generó condiciones para que muchas de nuestras familias puedan hacerse visibles, pero ése es sólo el piso y falta mucho aún. A diferencia de la época del embarazo, ahora puedo presentar a Andre y decir: es mi esposa. Este año fue particularmente importante para nosotras y para cientos de familias como las nuestras. Finalmente, y después de dos años de trabajo de 100% Diversidad y Derechos y Lesmadres tenemos el DNU 1006â. (Ver recuadro.)
âCuando empezamos a planear la familia todavÃa ni habÃa razones para pensar que iban a existir los cambios legales que vivimos. O sea que habÃa una incertidumbre muy grande en cuanto a nuestros derechos y a la indefensión a la que nos sentÃamos expuestas. En los primeros intentos de inseminación estábamos en pleno debate de matrimonio igualitario. Nos casamos âde apuroâ, con una panza de casi seis meses, para que pudiera inscribirse a Sabino con sus dos mamás legalmente reconocidasâ, cuenta Paula y comparte con Andrea y Silvina el cruce entre los albores del proyecto familiar y el histórico cambio social que comenzó en esos tiempos: âEn el medio de la crianza de tres bebés a la vez, apareció la lucha por el matrimonio igualitario, nuestro casamiento mismo con ellos caminando por debajo de los tacos de la jueza... todo muy fuerte, muy movilizanteâ, explica Maddaleno. Para esta pareja la concreción del proyecto familiar excedió por completo sus expectativas. Cuenta Andrea Majul: âNuestra maternidad fue largamente deseada y pensada. Fuimos preparando todo el escenario: desde avisar con antelación a nuestras familias de la decisión de buscar un hijo, hasta planificar el espacio, es decir, lo que podÃa ser pasible de ser pensado lo fue. Todo muy lindo y tranquilizador, pero absolutamente inútil, porque un detalle para nada pequeño desbarató nuestras estructuras. En vez de tener un hijo o una hija, ¡Ãbamos a tener tres! La multiplicación exponencial, en la realidad, no se llevaba para nada con lo que tan prolija y amorosamente habÃamos imaginado. Pero quizás esa ironÃa nos hizo entender que más allá de que fueran uno o tres, lxs hijxs siempre te sacan del plan, o en definitiva de esa ficción por la cual la vida va a seguir tu guiónâ. Y las palabras de Paula Buffone confirman las de Majul: âLo que no podés prever es la magnitud del sentimiento (¡y del cansancio!), pero es lo que debe pasar a cualquier madre o padre de un hijx deseado como lo fue Sabino. Cuando compartimos la noticia del embarazo, un amigo que es papá nos dijo âvan a experimentar una clase de amor que nunca sintieronâ, y tenÃa razónâ. Para Irina, cuyo deseo de formar una familia llegó, en principio, de la mano de su pareja Virginia, la sorpresa consistió en haber comprobado sobre la marcha que la maternidad era algo que tenÃa que ver con ella mucho más de lo que podÃa imaginar: âYo nunca pensé en ser madre biológica. Y tener un niño en mi panza, ni en sueños. Además siempre tuve una relación medio distante con los niños, no es que me muera por ellos. Pero la relación llegó sola, porque por casi tres años vivió con nosotras una sobrina de Virginia que llevábamos a la escuela dos veces por semana y los fines de semana casi siempre estaba con nosotras y también en las vacaciones. Después Vir empezó a decir que querÃa ser mamá y comenzamos con las primeras inseminaciones, que no funcionaron. Ahà ella, que es pediatra, conoció en el hospital a un chico de un hogar y ella quiso traerlo a vivir a casa. Yo tuve mis dudas al principio. Me pareció apresurado, tuve miedos varios. No la pude convencer y aquà estamos los cuatroâ.
Sin dudas, las nuevas familias habilitaron la posibilidad de volver a pensarlo todo, de resignificar, entre otras cosas, los hábitos, las elecciones, el lenguaje con que se educa a lxs hijxs y que, como venimos enterándonos desde hace algún tiempo, tiene su enorme importancia. La palabra mamá, por ejemplo, que antes funcionaba como sinónimo de lo unÃvoco, de lo biológico, de cierto esencialismo vincular, hoy se divide o se multiplica en otras: âSilvi es mami y yo soy mamu, mamá o ma cualquiera de las dos, y en ese caso hay que acudir inmediatamente porque por lo general se lo reservan para casos de emergencia. Ya tienen cinco años y es increÃble verlos tan grandes, escucharlos conversar, compartiendo juegos, bailando, inventando cuentos. Hace relativamente poco tiempo empezaron a dormirse solos, asà que ahora les damos unos besos, se cuentan cuentos y hasta mañana. Tuvieron sus reticencias para el nuevo sistema, y la protesta más generalizada era: â¿Cómo puede ser? ¡De qué sirve tener dos mamás, si al final a la noche nos van a dejar durmiendo solitos!â, cuenta Majul. Irina no pierde el sentido del humor e ironiza sobre cierta jerarquÃa que podrÃa subyacer, al menos en su relación de pareja, a la elección de los nombres: âLo de llamarnos asà fue una cosa que se le ocurrió a Virginia, que ella era mamá y yo mami. A mà me parece que es más lindo ser mami, pero tal vez pensó que mamá es más importante, ja, ja, no séâ. Según Paula Buffone, aunque Sabino las llame a las dos con el mismo nombre, el vÃnculo que construye con cada una de ellas tiene caracterÃsticas muy distintas: âHace poquito él empezó a decirnos mamá, por ahora a las dos por igual. Nosotras le marcamos la diferencia (âmamá Pauâ y âmamá Virâ), pero suponemos que él va a elegir su propia forma de llamarnos. Más allá de la forma de llamarnos, lo que sà está claro desde el primer momento es que con cada una tiene una relación diferente. Es medio obvio, pero no deja de sorprendernos. Cada una es distinta, le propone algo distinto, y él responde también estableciendo vÃnculos distintos con cada una, desde muy chiquititoâ.
Algunas de las dudas más frecuentes entre las parejas de mujeres que están pensando en ser mamás ronda alrededor de la reproducción asistida y, sobre todo, la que involucra a un donante anónimo. Estas pueden realizarse en consultorios privados o centros de fertilidad. Si el tratamiento es una decisión y un proyecto de la pareja, las dos pueden firmar el consentimiento informado. Si la donación es anónima, el donante pasa por distintas instancias de entrevista y análisis clÃnicos antes de la donación. Si el tratamiento es exitoso, las madres luego podrán inscribir legalmente al bebé/a como hijo/a de ambas. Hasta el momento, la inscripción conjunta sólo se está haciendo efectiva si ambas madres contraen matrimonio antes del nacimiento. Por otro lado, el capÃtulo de filiación del proyecto de reforma del Código Civil que se está discutiendo en estos dÃas establece explÃcitamente la voluntad procreacional como fuente de filiación. De esta manera, todas las personas podrán reconocer a sus hijas e hijos independientemente de la orientación sexual o el estado civil de sus madres o padres.
Estas y muchos otras preguntas van a tratarse en el Taller de a las Maternidades Lésbicas que organiza Lesmadres este sábado. Será un espacio exclusivo para lesbianas madres, futuras madres y otros de la comunidad lgbt que quieran contar sus experiencias. No será un espacio para profesionales, investigadores o periodistas.
Sábado a las 16.30, UTE, Bartolomé Mitre 1984
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