Entre la bisagra que se planta entre lo moderno y lo contemporáneo se exhibe por estos dÃas en el New Museum de Nueva York âel museo que mejor rastrea las nuevas tendencias en el mundo del arte contemporáneoâ la obra del fotógrafo libanés Hashem El Madani (Saida, 1928) en el marco de una gran muestra sobre el mundo árabe llamada Here and elsewhere (Aquà y más allá), tÃtulo que evoca con total premeditación una pelÃcula del mismo nombre rodada por Jean-Luc Godard en 1976, un film que se convirtió en un documental propalestino. 4g1q10
Lo casual de la oportunidad de esta muestra sobre el arte del mundo árabe en estos precisos dÃas de ataques a la Franja de Gaza hace que esta exhibición, y la obra de El Madani en particular, cobren un significado nuevo e inesperado, con mucho más poder y contundencia que la que le puso su curador, el italiano Massimo Goni, recientemente nombrado director artÃstico de la institución.
La cosa fue asÃ. El Madani fundó a finales de 1950 un estudio comercial en Saida, la tercera ciudad en población del LÃbano, un pueblo de pescadores al sur de Beirut. A su estudio concurrÃa la clase trabajadora, según narra el artista Akram Zaatari, primero alumno de El Madani y actualmente fan, custodio y restaurador de la obra de su maestro. Según los dichos de Zaatari, director de la Arab Foundation donde se trabaja para la preservación de esta obra tan peculiar, El Madani recibÃa los encargos fotográficos de todo su pueblo y su estudio, no casualmente llamado Sherezade, permitÃa a los clientes a fotografiar contando sus mil y un cuentos con los atavÃos que El Madani proporcionaba en su estudio.
Allà concurrÃan jóvenes milicianos o jóvenes que se disfrazaban de milicianos y se fotografiaban con una provocadora sensualidad de cuerpo entero y con ropa de entrecasa con su fusil como si se tratase de una flor. La sexualidad que exudan esas fotos es perturbadora en ese cruce que marcan entre el combate y los contoneos sensuales. Como toda la obra del arte contemporáneo árabe donde El Madani dejó su marca, las obras de estos tiempos de esa parte del mundo si algo tienen en común es la cruza entre batalla y sexo.
En el estudio Sherezade se organizaban âentre finales de los â50 y principios de los â70â pases de pelÃculas donde se veÃa desde El Gordo y el Flaco hasta comedias blancas de Hollywood. El Madani explica que sus clientes-vecinos concurrÃan con ganas de imitar a sus Ãdolos del cine, pero también reconoce que en las fotografÃas se dejaban llevar y exponÃan su propia identidad, una identidad que no exhibÃan fuera del estudio. Es como si entre esas cuatro paredes, enfrente de la única cámara de 35 mm del pueblo, se desatasen todas las inhibiciones y cada uno asistiese al rito de la toma en búsqueda de un espejo sesgado que lo reflejase completamente fuera de otros espejos prohibidos fuera de esas paredes seguras y camufladas de juego que constituÃan el estudio.
Asà asiste la familia a retratarse, pero lo notable es que no lo hacen como familia, cada uno de sus elige la soledad del retrato Ãntimo donde âserâ es un estado que sólo tiene contexto frente al propio cuerpo.
Son notables las imágenes de parejas del mismo sexo, ya sean mirando a cámara tratando de soltar la inhibición, ya sea besándose en la mejilla o directamente en la boca. El vestuario siempre es muy cuidado, los hombres suelen portar su pañuelo que los marca como palestinos, las mujeres se calzan los vestidos que uno podrÃa intuir que son sus mejores galas. La frescura y naturalidad de esta expresión de sexualidad alegre, festiva, sin inhibiciones, contrasta con la inexistencia de fotografÃas de parejas heterosexuales y esta ausencia tiene que ver con una prohibición. Durante el tiempo de vida en el estudio Sherezade estaba prohibido por ley que parejas de distinto sexo se fotografiasen en público y mucho menos besándose. La ley, sin embargo âtorpe como mucha tantas otrasâ, no registraba que en su prohibición autorizaba lo que en otros lados era tabú. Y asà las fotos de parejas del mismo sexo son lo más notable del corpus de la obra de El Madani.
La obra de El Madani, según explica el curador de esta muestra que ya fue tapa del suplemento de arte de The New York Times, se destaca allà como un hito que marca a la generaciones de creadores más jóvenes de una manera inconfundible. En las hendijas de estas creaciones nuevas la obra de El Madani marca a fuego su camino. En tiempos de restricciones sociales y polÃticas, una vez más la fotografÃa viene a iluminar la humanidad de las personas y eso es lo que hacen las viejas-nuevas fotos de El Madani, más contemporáneas que modernas, más actuales que probablemente las obras de sus compatriotas nacidos medio siglo después, más combativas que cualquier obra explÃcita sobre identidad y género: salieron de las tripas de sus retratados con la naturalidad bien árabe de quien se carga el poder que limita las declinaciones del ser. Y aquà están estas fotos de los que son y siguen siendo. De este modo el trabajo del legendario El Madani en sà mismo se convierte en un pivote alrededor de la cual más de una generación de artistas libaneses gravita y da vueltas. Cuando su obra se exhibe âno es suficiente decirlo sólo una vezâ nos recuerda que la lucha para construir la identidad personal, ya sea frente a la cámara o en la vida real, es una lucha universal.
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