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Durante una práctica de combate, el sargento ordenó âTodos a enmascararse al caminoâ. Pero el camino estaba seco y era imposible encontrar barro ahÃ. La mayorÃa de los conscriptos siguieron corriendo en busca de un arroyo, pero yo sabÃa que era una trampa, porque un tÃo que habÃa hecho unos años antes la colimba me contó la misma anécdota: para evitarse una medida disciplinaria por no cumplir la orden al pie de la letra, lo que habÃa que hacer era mear en la tierra seca y hacer ahà el barro para enmascararse. Logré reunir a cinco de mis compañeros, les propuse mear en cÃrculo para hacer el barro entre todos. Me salió asÃ, no sé si por mi espÃritu solidario o por cumplir una desdibujada fantasÃa que ahà logré concretar. Lo más lógico hubiera sido que cada uno se hiciera su propio barro. De cualquier manera, esa tarde fui un héroe: a los que volvimos antes con nuestra mascarilla de meo y tierra, el sargento nos dejó sentarnos a la sombra y pudimos disfrutar del baile que bajo el sol se comieron los que habÃan desobedecido la orden y corrido hasta el arroyo. En mi caso el premio fue mayor, porque el recuerdo de estar meando en ronda con cinco soldaditos y aquel barro afrodisÃaco me sirvió más tarde de inspiración. Sin saberlo, habÃa tenido una primera experiencia urofÃlica. La urofilia puede abarcar desde disfrutar del ruido de una persona orinando hasta acumular pis en un recipiente para tomárselo. En muchos casos, estas prácticas se asocian al fetichismo del látex. De todas estas prácticas, la lluvia dorada es la más conocida y la que más adeptos tiene. En las sesiones es frecuente tomar cerveza, que favorece a que las lluvias sean más largas y potentes. Es una de las tantas prácticas del BDSM que no tienen que ver con el dolor sino con la humillación, y vale aclarar que es una práctica sin riesgo de transmisión de VIH. Se suele practicar en el baño o al aire libre. En algunos bares del mundo BDSM (en Buenos Aires lamentablemente no) instalan bañeras donde uno o más sumisos se instalan a esperar su lluvia. Hace algunos años, dos amigos me ataron de rodillas: desde abajo, los dos vestidos de cuero haciendo pis se veÃan imponentes. Después me âlimpiaronâ con cerveza: el contraste entre las dos temperaturas me hizo entrar en un éxtasis que aún hoy, al recordarlo, me sigue estremeciendo. Más que una humillación lo vivà como un regalo de lujo.
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