Era 1998 y mi amigo Pablo se habÃa ido de gira teatral por primera vez a Italia. Me dejó su casa en Lanús Oeste para que se la cuidara durante el tiempo que durara su viaje, ya que pensaba aprovechar y recorrer otras ciudades europeas. El departamento era una especie de PH en una planta alta, sobre la calle Dr. Melo, y tenÃa una terraza donde siempre daba el sol, con una parrilla y tres macetas con plantas de marihuana. Eran dos ambientes: un comedor muy amplio y luminoso y la habitación con piso de madera y cama matrimonial. Fueron varios meses los que vivà ahÃ, ya que mi amigo decidió quedarse en Europa y ocupé la casa hasta el final del contrato. Los vecinos de abajo escuchaban Los 40 Principales todo el dÃa y, sin quererlo ni desearlo, fui enterándome de cómo el tema âLaura no estáâ de Nek iba escalando posiciones. La canción me hacÃa pensar en Diego, mi ex novio, y me daba ganas de llorar. j2u4r
âLaura se fue, no dijo adiós, dejando rota mi pasión.
Laura quizá ya me olvidó y otro rozó su corazón.â
Yo trabajaba de noche como drag queen en una disco del centro y solÃa volver de mañana con los restos de maquillaje corrido en la cara y un bolso enorme lleno de vestuario. Por lo general llegaba algo borracho y triste recordando el amor perdido. Pensaba que unos meses atrás me hubiese bajado en Gerli e ido a dormir a su casa juntos y abrazados. Una de esas mañanas de domingo bajé del 37 en Yrigoyen y caminé dos cuadras por Quintana hasta el departamento. En la esquina de Iberlucea estaban dos muchachos en actitud sospechosa. Yo pensé que me querÃan robar, pero en cambio uno de ellos me chistó y me empezó a seguir. Era muy rubio, con el pelo corto casi blanco y los ojos celestes, claritos como esa mañana. Cuando me preguntó mi nombre no supe qué decir y, al recordar la canción del momento, le contesté: âLauraâ. Como respuesta me besó contra el portero eléctrico de un edificio y salimos corriendo al oÃr la voz adormecida que preguntaba â¿quién es?â. En un arranque de inconsciencia lo llevé a la casa. Su belleza me habÃa vuelto confiado y vulnerable. Su cuerpo desnudo parecÃa un Miguel Angel, como los de las postales que recibÃa desde los museos que visitaba mi amigo en su viaje.
âY si te como a besos, tal vez la noche sea más corta, no lo sé.
Yo sólo no me basto, quédate y lléname su espacio, quédate, quédate.â
Después de la cuarta vez que lo hicimos en la misma mañana, seguÃamos besándonos y me contó su historia. Le decÃan âEl Polacoâ, tenÃa 19 años y una hija de 3 a la que no veÃa. VivÃa cerca de la estación con su familia adoptiva. HabÃa estado preso por robo en un reformatorio de menores. Ahà habÃa descubierto el placer entre muchachos. TodavÃa seguÃa robando, pero me dijo que yo no tenÃa que tenerle miedo porque era su novia.
Empezó a venir casi todos los dÃas a las horas menos pensadas. El sexo era cada vez mejor y empezamos a fumarnos las plantas de las macetas. A veces traÃa cosas para que le guardara, como zapatillas o camperas, y otras me regalaba cajas con mercaderÃa o CD.
âSi me enredo en tu cuerpo sabrás que sólo Laura es dueña de mi amor.
No encontraré en tu abrazo el sabor de los besos que Laura me robó.â
Una noche me dijo que iba a presentarme a sus amigos, que me pusiera linda y que lo fuera a buscar a la vuelta. Me maquillé y vestà como para un show. El estaba con un grupo, sentado en la parte más oscura de la vereda, tomando birra y fumando faso. Se acercó y me besó en la boca delante de todos. Las chicas me dijeron que era muy linda y los varones me trataron con respeto. Yo era Laura, la novia del Polaco, y ya formaba parte de ellos: los pibes de Iberlucea.
âPuede ser difÃcil para ti pero no puedo olvidarla. Creo que es lógico, por más que yo intente escaparme ella está.
Unas horas jugaré a quererte pero cuando vuelva a amanecer me perderás para siempre.â
El Polaco desapareció de un dÃa para otro. Un par de noches después de la última vez que dormimos juntos, me maquillé y fui hasta la esquina. La barra de Iberlucea me contó que lo habÃa agarrado otra vez la cana. Dos de sus amigos se empezaron a poner mimosos conmigo, disputándome ahora que él ya no estaba más, pero yo no volvà a pasar por esa esquina. Al poco tiempo el contrato venció y me fui de Lanús.
Casi 10 años después, por un azar del destino, terminé varado una tarde en Lanús y fui a un kiosco a comprar cualquier cosa para cambiar monedas. Me atendió El Polaco. Estaba hecho un hombre y yo también. No reconoció en mà a Laura y yo no dije nada. No pregunté nada. Compré un alfajor, pagué y me fui.
âY yo sólo sé decir su nombre, no recuerdo ni siquiera el mÃo.
¿Quién me abrigará este frÃo?â
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