âCuando la travesÃa emprendas hacia Ãtaca / pide que sea largo el camino / lleno de aventuras, pleno de saberes.â Este fragmento es de âÃtacaâ, el poema más famoso de Kavafis, el griego que renovó en el siglo XX la prodigiosa literatura de su lengua. Aunque no habÃa nacido ahÃ: fue un griego de AlejandrÃa, ya minoritario, ya extranjero desde el momento de ver la luz. 2s71
Editorial Nórdica acaba de distribuir en nuestro paÃs un libro que es un homenaje justo y hermoso a ese poema icónico de Kavafis publicado en 1911 y que retoma el famoso tópico de La Odisea: el viaje que el héroe de la IlÃada, el fecundo en ardides, Ulises, emprende hacia su tierra después de la guerra; Ãtaca, ciudad natal, tierra propia. El héroe tarda 10 años en llegar, después de haber pasado otros 10 fuera. Kavafis logra un poema perfecto, actualizando el pasado helénico al mundo moderno. Dos son los motivos que están en el poema y recorren toda la obra del poeta: el movimiento y el tiempo: âPide que sea largo tu camino/ pero sin prisa alguna en el viaje/ más vale que se alargue muchos años/ y ya en la vejez recales en la isla.â
¿A quién le habla Kavafis hoy? ¿De qué aventuras? ¿La de llegar tarde al trabajo? ¿La de aguantar diez minutos la espera del subte? ¿A quién le habla? ¿A lxs que no queremos llegar viejxs a ningún lado? Si somos la generación a la que ni siquiera le alcanzan las horas para el amor, para el juego porque sÃ, ¿quién de nosotrxs quiere el camino sea largo? Nos importa llegar. Aunque no sepamos a dónde. âTen siempre a Ãtaca en la menteâ: Tal vez lo que Kavafis nos viene a decir es que ojalá nuestra vida sea larga, ojalá sea plena de saberes, y ojalá la llegada a la vejez nos encuentre con un cuerpo gozoso.
Pagano, sensual y decadente, Kavafis nació en AlejandrÃa dentro de la minorÃa griega que estaba en Egipto en 1863. Menor de 9 hermanos, durante su infancia la familia se trasladó a Inglaterra, donde aprendió inglés, luego una adolescencia en Constantinopla y finalmente volvió a su Ãtaca-AlejandrÃa para no moverse mucho más y dedicarse a una gris vida de empleado público. No se va a ningún lado. Aunque nos movamos. Y aún si no nos movemos, igual viajamos. Todo está acá. En el mismo lugar donde estás sentadx leyendo esta nota. No hay viaje pero sà un cuerpo, un cuerpo que el jovato Kavafis festejó: âVuelve a menudo y tómame/ sensación amada vuelve y tómame/ cuando la memoria del cuerpo despierta/ y un viejo deseo reanima el almaâ.
Ya tempranamente en su literatura la idea del no movimiento -saludito a Heráclito desde el siglo XX- estaba en otro poema que anticipa a Ãtaca, âLa ciudadâ: âNo encontrarás nuevas tierras/ no encontrarás otros mares/la ciudad te seguirá/ no hay un barco para ti no hay caminoâ. Y si no hay camino, Itaca está donde estemos. Y Kavafis conoce el viaje interno al deseo propio, ese que exploró, que erotizó y nos regaló en un poema contra el tiempo. Porque con su lectura recuperamos la fuerza homoerótica de Aquiles y Patroclo, disfrutamos con goce esas largas descripciones de los Ayax volviendo de la batalla, bañándose en aceites y entregándose a banquetes, que más que de comida parecÃan orgiásticos. Kavafis nos devuelve a un Zeus dulce que se compadece del llanto de los caballos de Patroclo. Nos ha brindando un movimiento quieto hacia la Grecia más queer, aquella que siempre sospechamos que estaba ahÃ, o acá, en Ãtaca, es decir, dentro nuestro.
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