âEl sexo tiene una parte que es reiterativa, mecánica, rÃtmica y musical, machacona a veces y por otra parte tiene una faceta extática, creativa, original, primigenia y de fuegos artificialesâ, dice la española Marta Sanz para tratar de poner en perspectiva su propia escritura: âintento combinar el taller mecánico con el ámbito Santa Teresa de Bernini. A veces utilizo un lenguaje que puede ser ordinario, rutinario y otras veces intento ponerme más floral. A partir de allà tú creas tu escena de sexo. Siempre me acuerdo de Cortázar, del capÃtulo 68 de Rayuela y siempre he pensado que ese gÃglico cortazariano tiene mucho que ver con la búsqueda de lo singular, no utilizar palabras contaminadas para narrar una experiencia única. Creo que eso ya lo hizo él y a partir de ese momento todos tenemos que ser mucho más modestos, más realistas y menos experimentalesâ. 1y433q
âCreo que en las maneras de nombrar no tanto el acto sexual, sino las partes del cuerpo funciona una variable que tiene que ver con la clase social. En mi novela Susana y los viejos (2006) hablaba de dos mujeres que eran exactamente iguales, se parecÃan muchÃsimo: una era limpiadora de casas y la otra era una niña pija, acá la llamarÃan concheta, que es bailarina y a la cual sus padres le pagan la casa. Hay un hombre que se acuesta con las dos y cuando se acuesta con la niña concheta habla de los senos, las cutÃculas, la hondonada del vientre y utiliza siempre un metaforismo. Mientras que cuando se acuesta con la otra habla de chocho, de coño, de concha, de la tripa, del culo. En la manera de nombrar el cuerpo hay una mirada, un léxico que tiene que ver con la clase social.
âEs inevitable que si estás intentando retratar literariamente una relación amorosa entre dos hombres o entre dos mujeres se proyecte la hostilidad social que sin duda existe. Tiene que haber un elemento de enrarecimiento, de violencia, de dificultad añadida. Si no hablarÃamos de algo utópico, que es también legÃtimo, una especie de mundo feliz pero que contara las relaciones sexuales de las llamadas diversidades si no hubiera existido la represión social. En mi novela Los mejores tiempos (2001) narro una escena sexual entre dos hombres en un parque en el contexto histórico de finales del franquismo y comienzos de la transición. Me interesaba dar cuenta de esos encuentros aleatorios en la oscuridad, de esa sociedad opresiva, castrante donde tenÃas que hacer esas cosas en secreto y largarte corriendo a tu casa a veces sintiéndose sucio y deplorable.
âEn Black, black, black cuando me planteo crear un detective homosexual de lo que yo quiero hablar es de la violencia: de la violencia sistémica, económica, de los discursos narrativos que seducen a los lectores con procedimientos espúreos, de la violencia que se ejerce contra los niños, contra los ancianos en forma de abandono, contra los inmigrantes y contra los homosexuales. Por eso decido que mi detective sea homosexual y que por ello jamás se atreverÃa a ingresar en la policÃa. Otro elemento para narrar la violencia es la relación que Zarco tiene con su ex mujer, esas conversaciones agonÃsticas de tira y afloje que tienen algo de erótico. QuerÃa retratar la vida de dos personas tremendamente desgraciadas por la represión del entorno porque el hecho de que Zarco se haya casado y no haya salido del armario hasta pasados los cuarenta años lo ha hecho tremendamente infeliz a él y a su mujer. Y ninguno de los dos son culpables, sino el contexto social.
âMe da bronca no haberlo hecho, no me habÃa percatado. Creo que me interesaba más retratar el lado romántico que podÃa tener la relación entre dos hombres pero en un contexto de desigualdad. El hombre mayor con un hombre joven, casi adolescente, el âlolitoâ que se convierte en una especie de femme fatale para el detective maduro, al cual le ha costado muchÃsimo salir del armario. QuerÃa poner el foco en la parte más afectiva para de algún modo naturalizar socialmente esa relación, ver cómo dentro de una relación homosexual se podÃan dar los mismos patrones culturales que en las relaciones heterosexuales de la gran literatura.
âFue una experiencia maravillosa en mi vida. Yo llegué a Córdoba y me dijeron: âvos te vas a poner en un puesto y vas a cobrar un euro para escribir los textos que la gente te pidaâ. Una vez me tocó en la puerta de El corte inglés y otra en una especie de mercadillo de bijouterie. Pensé que iba a estar sola toda la mañana y de repente empezaron a caer colas de gente y me pedÃan muchas cosas de temática sexual. Vino una chica y me pidió que le escribiera un poema erótico pero que estén presentes todos los lÃquidos del cuerpo. (Risas) ¿Todos? Le pregunté. No creo que los conozca todos. Los básicos creo que sÃ: el semen, la saliva, el flujo vaginal. Tú no te preocupes. Yo le hice un poema erótico con los lÃquidos del cuerpo porque además a mà me gusta mucho utilizar las metáforas corporales. Otra vez me pasó algo traumático: vino un chico que me pidió que yo le escribiera una carta en donde yo le explicara a su novia que él tenÃa sida y él no se atrevÃa a decÃrselo. Me hizo darme cuenta del valor que tiene la literatura por más que intenten restárselo, el valor para comunicarnos y de una manera trascendente. Las cosas que de verdad importan se escriben.
âYo creo que en mis novelas hay un elemento polÃtico evidente que tiene que ver con la construcción de la identidad femenina. En un mundo que para las mujeres sigue siendo especialmente represivo y hostil. Desde mi primera novela, El frÃo (1995), donde escribà sobre esas relaciones amorosas vampÃricas que son las que a veces anhelamos las mujeres porque aparecen como un imperativo cultural relacionado con una cultura del prestigio que señala que âtú tienes que vivir una de esas pasionesâ, las cuales suelen hacerte desgraciada hasta el fin de tus dÃas. En todas mis novelas está presente el desnudo femenino, las representaciones del desnudo femenino. Porque me preocupa mucho reflejar cómo se relacionan la realidad con sus representaciones y creo que las formas en que la mujer ha sido representada pictórica, literaria y cinematográficamente se cuelan en nuestras expectativas como mujeres y eso produce sensaciones de terrible frustración. No tienes que convertirte en una santa ni en una puta, ni en una musa, ni en un fetiche que produzca fascinación de en los demás. Construir la identidad sexual de las personas está relacionado no solo con las prácticas sexuales sino con la imagen que tienes de ti mismo. Por eso es fundamental que las mujeres nos retratemos a nosotras mismas.
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