âYa estoy aquà para estar con ustedes esperando que llamenâ anuncia el primer verso del tema âHola Susanaâ. CaÃdo en desuso âel ciclo de tv, juicio mediante, se llama desde hace años solamente âSusana Giménezââ la canción es himno del transformismo local y puede sumar ahora sentidos nuevos para pensar el susy-shock. ¿Por qué? Porque no es fantasioso suponer que la Su, la Sa y la Na estuvo deseando que, después del âpeor es que te gusten los hombresâ, la llamaran âtodos sus amigos gaysâ (los que confesó tener) para decirle que estuvo bárrrrrrrrrbara y que no es para tanto. Sus(y) amigos gays pueden ser imaginados como sus-anos off the record; coreutas que, fuera del set, cantan lo que suelen cantar los que sà aparecen ante cámaras: el tetrasilábico âSà Su-sa-naâ. Como en casi todo caudillismo o papado, siempre es más eficaz el âsÃsunamismoâ del elenco secundario que la violencia original de la protagonista. Debajo de los segundos, en la consolidación de avales, estuvieron los terceros: muchos periodistas de espectáculos con sede central en la tv que dijeron que ây bueeeeeeno, fue un decir âno quiso decir esoâ fue un exabrupto, Susana es asÃâ. El tercer sector del closet, compuesto en un notable porcentaje por personajes que no âhablan de su vida privadaâ pero sà de la de cualquiera, funciona cual logia y una vez más le puso la espalda pero no el culo a una campaña de minimización. âYa estoy aquà esperando el llamado llena de ilusionesâ y el llamado llegó, en este caso, en formato de tweets, silencio y âaguantesâ varios. âSi le digo a un amigo gay âpeor serÃa que te gusten las mujeresâ, ¿serÃa un heterofóbico? ¿El Inadi tomarÃa la denuncia?â retwiteó Ãngel de Brito. âYo no pienso lo que digoâ confesó ella en su última emisión, rodeada por los actores de la obra de teatro Casa Valentina. ¡SUSYBINGO! Pequeña salvajada la del equipo de producción, ¿nocierto?, que en plan demostración de âtoleranciaâ llevó al living a un grupo de actores hombres conocidos, que se definen públicamente como heterosexuales y que en la puesta porteña del clásico de Harvey Fierstein dirigida por José MarÃa Muscari componen una propuesta didáctica en la que no sólo hay âhombres que gustan de hombresâ sino también personas trans y crossdressers. Casa Valentina es ficción. Plena. Su público, cuantioso (aun en dÃas aciagos para la recaudación teatral) se ve impulsado por la zorrerÃa de ir a ver cómo le sienta a cada uno de estos señores, estar âvestido de mujerâ, cual festejo de 40 del cuñado, borrachera después del fulbito o fiesta de graduación del amigo contador. ¿A tÃtulo de qué, entonces, el elenco de âvalentinosâ? En ese marco, y dispuestos al ârescatate Susanaâ, Gustavo Garzón y Boy Olmi no pudieron. El primero empezó citando al aire el escrache organizado en la puerta del estudio (âMe dijeron afuera que te diga⦠no me acuerdo ni quéâ) y concluyó con un cordial âNo pasa nada. Te conocemos Susanaâ. El segundo, algo semejante. En otro tramo, Olmi ejemplificó su estar âcrossâ con una anécdota de Flor de la V, los baños de hombres y mujeres y todo lo demás. Cansancio. Confusión. Contramano. Resta pensar si el âyo pido disculpas por si ofendà a alguienâ de la Sú acaso no individualiza y sentimentaliza un arrebato de carácter polÃtico; si no ablanda una anotación ideológica que ella además circunscribió al éter (âen mi camarÃn por ahà sà ofendo al alguienâ). âHola Susana, te estamos mirando, queremos ganarâ. Adictxs, siempre, al canal de las pelotas. 73o2r
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