Judy Garland fue la más famosa entre los iconos gays clásicos, adorada porque encarnaba una mezcla de fuerza y vulnerabilidad; la mujer que le puso voz a un himno con âSomewhere over the Rainbowâ cuando fue Dorothy en El mago de Oz. ¿Por qué Judy es un icono semejante? Muchos creen que porque sus luchas y sufrimientos reflejaban la época de opresión y melodrama que vivÃa la comunidad gay: su muerte coincidió con el alzamiento de Stonewall, de manera que Judy, para siempre, quedó asociada con la comunidad que la veneraba: sus conciertos, especialmente en la década del â60, eran lugares de levante para los hombres âsus fans siempre fueron mayoritariamente varonesâ, y ella lo sabÃa y se divertÃa. En 1945, Judy âque ya tenÃa muchos problemas emocionales, entre las adicciones y las presiones de los estudiosâ se casó con el director Vincente Minnelli. De esa unión nació Liza. Lo que Judy no sabÃa era que Vincente era gay: un hombre extraño, que vivió y murió en el closet, pero cuya sensibilidad camp era más que evidente en pelÃculas como Gigi y Lust for Life. 6h3o1y
Liza, entonces. Hija del espectáculo y el glamour herido, nació en 1946, un año después del casamiento de sus padres. Desde chica, su vida fue un itinerario de giras, canciones hasta la madrugada, pastillas y las crisis periódicas de Judy. Madre e hija se adoraban. Pero, con el tiempo, Liza âque empezó a participar de muy chicaâ demostró ser una artista completa, tan completa como su madre. Cantante, bailarina, actriz infalible âaunque no le haya ido tan bien con todas sus pelÃculasâ, Liza es una de las pocas performers en haber ganado los cuatro premios grandes que ofrece el mundo del espectáculo norteamericano (el Oscar, el Emmy, el Tony y el Grammy), y todo con un talento sólo opacado por una sensibilidad tan intensa que a veces Liza da miedo, porque parece siempre al borde del quebranto. Pero no: es una dura. Ya ha sobrevivido a cuatro matrimonios, dos reemplazos de cadera, tres cirugÃas de rodilla, una encefalitis viral, el alcoholismo y otras tantas adicciones. SÃ, parece siempre al borde de las lágrimas, pero hay algo de fuerza de la naturaleza en la pequeña Liza, que sigue siendo menuda a los 63, todavÃa con su corte a la garçon y sus ojos recargados de sombra negra, las largas pestañas, aún andrógina, siempre, como alguna vez le dijo su padre que debÃa ser, âextraña y extraordinariaâ.
Es difÃcil abarcar la carrera de Liza Minnelli, porque se reparte entre cine, teatro y música con igual intensidad e importancia. Comencemos por la pantalla: los primeros papeles de Liza Minnelli en el cine fueron de adolescente excéntrica, y los rodó para Otto Preminger y Alan J. Pakula, nada menos. Para esa época repetÃa la historia de su madre en su vida privada. Terminaban los años â60 y se habÃa casado con Peter Allen, un compositor y artista de cabaret australiano que serÃa una estrella en Broadway. El divorcio llegó en 1974: Peter era gay y falleció vÃctima del sida en 1992. Poco después se estrenarÃa un musical biográfico que narra la historia de su vida, llamado The Boy from Oz; en tierra natal, lo protagonizó con gran éxito Hugh Jackman (un especialista en musicales, como quedó claro tras su actuación en los últimos Oscar). Liza no salió indemne de esa relación; hasta hoy apenas habla de Allen. Fue también durante ese matrimonio que Liza se convirtió en un icono gay acabado, redondo: le sumó a su linaje y a su pareja el personaje de Sally Bowles en Cabaret, una pelÃcula basada en Adiós a BerlÃn del (también gay) escritor Christopher Isherwood. En la pelÃcula, Liza es una chica que trata de vivir con liviandad y talento la crisis que llevará a Alemania al fascismo. Sally trabaja en el Kit Kat Club de noche y de dÃa se hace amiga de Brian, un escritor norteamericano recién llegado a la ciudad (Michael York). Pronto tendrán un trÃo con un amigo, y mientras Sally canta (¡inolvidable!) âMein Herrâ, âMoney Moneyâ junto al increÃble Joel Grey, y su grito de resistencia: âLife is a Cabaretâ. Liza se convertÃa, en pantalla, en la gran amiga del gay, que de alguna manera lo ayuda a salir del closet. Y también se convertÃa en alguien a quien imitar, desde entonces una de las divas que los transformistas del mundo prefieren sobre ninguna otra. Decadencia, androginia, baile, celebración frente a la adversidad: Liza se hacÃa grande. El director de la pelÃcula, Bob Fosse, le creó su propio show para TV: Liza with a Z. Otro éxito. Ella, por Cabaret, ganó su tan merecido Oscar.
En 1977, poco después y ya separada, filmó junto a Robert De Niro y Scorsese la pelÃcula New York, New York. No fue muy reconocida, ni tuvo demasiado éxito. Pero sabemos lo que pasó con la canción: la versión de Liza supera en intensidad y dicha a cualquier otra. Cuando Frank Sinatra la grabó, dos años después, no le hizo justicia. ¡Y era Sinatra!
A Liza le pasó de todo, condición necesaria para ser una diva enorme; y es increÃble que todavÃa esté sobre el escenario, con su talento intacto, teniendo en cuenta su edad. Hace dos años visitó Buenos Aires y dejó al público conmocionado ante su profesionalismo y su carisma. Y, sin embargo, venÃa de un divorcio horripilante con David Gest, un promotor de Broadway ây cazafortunasâ que la acusó de abuso, alcoholismo y hasta de infectarlo con una venérea (e intentar quitarle 10 millones de dólares). Ganó esa batalla, y prometió no casarse más. Dijo: âLo que aprendà del matrimonio con David Gest es que nunca voy a volver a casarme. Quiero tener un amante de 17 de quien no sepa el nombre, uno de 35 que sea un intelectual encantador para hablar y otro de 93 con una pata en la tumba y otra sobre una cáscara de banana. Qué puedo decir, hay gente que no está hecha para casarse. Y es muy pero muy difÃcil para una mujer famosaâ. Más difÃcil quebrarla: esta mujer aprendió a hacer lavajes de estómago porque debió, más de una vez, hacérselos a su madre suicida. Tiene, como Judy, una mezcla inquietante de fragilidad y fuerza. Cuando hizo Victor/Victoria en Broadway (otra clásica pieza para el altar gay) reemplazando a Julie Andrews, dijo un crÃtico: âSu presencia sobre el escenario puede percibirse como un triunfo del carácter del mundo del espectáculo sobre la fragilidad psÃquica... Pide amor con tanta desnudez y tanta honestidad que parece vicioso no responderle, no darle amorâ.
La fragilidad también viene por otro lado: a pesar de sus múltiples premios, a pesar de ser reconocida como actriz, performer, cantante y bailarina por todo el mundo y sin casi dudas, para Liza todavÃa resulta difÃcil ser ahijada de Ira Gershwin y Kay Thompson, e hija de sus padres; como si nada que pudiera hacer alcanzara los mitos que la preceden. Se sabe que, cuando cantó y bailó con su madre en una mÃtica serie de presentaciones en el London Palladium, Liza sintió la competencia: âDe pronto estaba en el escenario con mi mamá, pero ya no era mamá. Era Judyâ. Moderna, Liza grabó con los Pet Shop Boys (la canción más famosa que compartieron es âLosing my Mindâ) y, más recientemente, con los jovencitos de My Chemichal Romance. Volvió a la TV, también, con papeles en series como Arrested Development y Law & Order: Criminal Intent. Su nuevo disco, grabado en vivo en diciembre pasado, se llama Liza at The Palace, y tiene clásicos, además de temas de Kay Thompson. Y, cuando puede, reflexiona sobre la fidelidad de sus fans, y sobre lo que significa ser un icono gay de semejante estatura: âProbablemente Barbra Streisand, Cher y yo nos sentimos siempre unas descastadas por nuestra apariencia, no tenemos un aspecto convencional. A lo mejor eso es un icono gay: una persona que es querida por la gente que se siente diferenteâ.
Liza´s at the palace
15 de marzo a las 21
en el Luna Park.
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