âJe suis née femmeâ (âYo nacà mujerâ), le dijo una travesti a Jean-Luc Hennig en una entrevista. Una frase que es un comentario irónico a esa otra frase, escrita por Simone de Beauvoir en El segundo sexo, que para muchos constituye la piedra basal de las teorÃas de género: âNo se nace mujer; llega una a serloâ. La ironÃa de que una travesti dijera que nació mujer (cuando hubo, seguramente, una partera que dijo lo contrario) es un ejemplo de cómo la noción de género está signada por la disonancia, la ambigüedad, el embrollo pronominal, el equÃvoco. Y el primer problema surge, precisamente, cuando se confunde el sexo con el género. La hipótesis de que sólo habrÃa hombres y mujeres (lo masculino y lo femenino) y de que todo estarÃa hecho a su imagen y semejanza sostiene, de manera implÃcita, la idea de una relación mimética entre sexo y género en la que el género serÃa apenas un reflejo del sexo anatómico. AsÃ, una mujer se recortarÃa en una relación binaria y de oposición con respecto a un hombre, en términos de un modelo, el heterosexual, y dando por sentado que una persona es de un género y lo es en virtud de su propio sexo. AsÃ, una travesti no serÃa otra cosa que un hombre vestido de mujer, y una lesbiana masculina, una mujer vestida de hombre. Nada más alejado, pues, de la concepción que piensa la identidad de género como una forma de interpretar culturalmente los cuerpos sexuados; como una variable que hace posible que a una âmujerâ no le corresponda necesariamente un cuerpo femenino y a un âhombreâ lo supuestamente propio. De ahà que en ocasiones no podamos emitir un juicio acerca de la anatomÃa basándonos, por ejemplo, en la ropa que alguien lleva puesta. Y esa vacilación con respecto a si el cuerpo observado es de un hombre o de una mujer es lo que pone en tela de juicio las categorÃas desde las cuales miramos. 4q6n3a
Cuando Simone de Beauvoir escribÃa en 1949 que no se nace mujer sino que se llega a serlo, lo que querÃa decir es que el género se âconstruyeâ. Y asà vinieron luego feministas como Luce Irigaray, para quien sólo existe un sexo, el masculino, que evoluciona en y mediante la producción del Otro, o como Monique Wittig, que fue capaz de decir que âlas lesbianas no son mujeresâ. Otra que recogió el guante fue la norteamericana Judith Butler, que en El género en disputa denuncia lo útil que es para el heterosexismo clasificar los cuerpos en términos binarios, cuando hombres y mujeres son en realidad categorÃas polÃticas y no hechos naturales. Y es que en la idea esencialista de que las identidades de género son inmutables y encuentran su arraigo en la biologÃa âen la ânaturalezaââ crece buena parte de la raÃz de la lesbofobia, la homofobia y la transfobia.
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