No siempre y no todos vibramos en la misma frecuencia. Yo mismo vibré en muchÃsimas frecuencias distintas. Pero siempre fui Pablo, el que escribe. Mucha gente cree que fui dos personas distintas. Me pasa que desde que asumà mi identidad de género autopercibida, más aún ahora, que hace poco me realicé la mastectomÃa, mucha gente me habla de âser yoâ. Siempre fui yo. Asà como mi cuerpo es siempre el mismo, y siempre distinto a la vez, como el de todos, porque al cabo de un tiempo todas las células se regeneran, nacen y mueren, se modifican. Yo puedo tener barba, o volver al momento donde tenÃa tetas, o a los diez años, cuando mis compañeras de primaria notaron que no tenÃa las orejas perforadas, y le pedà a mi padre que lo hiciera, sólo para pertenecer. O para no levantar sospechas. Cuando hice la transición, y tuve incluso el apoyo de mi propio padre y hermana, corroboré lo que ya sabÃa: que ellos siempre me aceptaron. Porque puertas adentro yo me relajaba, y era yo mismo sin tapujos. Corroborar lo que ya sabÃa me hace, aún hoy, preguntarme por qué demonios tardé tanto en hacerlo. Ahà está la respuesta. Por mis temores. Porque, como todos, quise y temà ser diferente. Creo que a todos nos pasa en el fondo. Queremos ser extraordinarios, pero nos esforzamos por encajar. Es como si fuese un triángulo decretado cuadrado. Acepté mi rol de cuadrado, me paré de lado veintiocho años, encajando de la única forma que podÃa. Rogando por que nadie notara el espacio incompleto que quedaba en mÃ, al tratar de encajar en el puzzle social, teniendo una forma que no era la mÃa. Por eso debo haber desarrollado mi escoliosis. Tengo una pierna un centÃmetro más corta que la otra. A la que hice cargar con todo mi peso toda mi vida, la cual aceptó inapelablemente su destino. Creo que es momento de volver a usar plantillas ortopédicas. Para dejar de aceptar los problemas como inalterables, y ponerme en marcha para solucionarlos. La gente me rechazaba del mismo modo que lo hacÃa yo, cuando vivÃa en el rol de mina. Hoy, todos y todas adoran a Pablo. Me adoran a mÃ, pueden verme. Me muevo con libertad, con soltura, con alegrÃa. SonrÃo con sinceridad, les gusta mi sonrisa. A mà también me gusta. Me gusta ser yo, me acepto, me quiero. A veces no tanto. A veces vuelve el fantasma que intenta autodestruirme. Afortunadamente logré salir de las trampas que yo mismo me tiendo. Muchas veces con ayuda, algunas otras en soledad, desde mi propia fuerza. Durante años me convencà de ser débil, porque me era cómodo. Reverencian y valoran al escritor, al dramaturgo, al director de teatro. Reprobaban a la estudiante dispersa, a la canillita que creÃan ver. Pero, detrás de mis ojos, siempre estuve yo. No soy más hombre por haber hecho la transición, sencillamente me respeto. Y eso me trajo el respeto del resto. 2n506x
© 2000-2022 pagina12-ar.informativomineiro.com|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.